La vacación también es de medios, ya que al no tener wifi
acá, dependo de ir a la YPF y mandar algunos mensajes por uasap. Sí hay
televisión, así que me estoy haciendo una panzada de canal Encuentro, que hacía
mucho no veía. Hoy el tema ha sido la problemática de género, con un
muchacho homosexual y un resumen de la vida de Simone de Beauvoir. Ya los vi dos veces, antes de salir y al
regreso, pero qué importa.
El viaje de hoy: Ramos Otero y Solanet, algo así como 480 km.
Entre una cosa y otra, sin música, sin radio, solamente el pensamiento y la
atención a la ruta.
Todo lo demás está como entre paréntesis, aunque la radio y los diarios
que encontramos cada tanto nos tengan al tanto de guerras, festivales de cine,
asesinatos, críticas literarias y conflictos sindicales. Todo eso es, todo eso
sigue; pero es y sigue en la tierra de nadie de dos parkings diarios, de dos
islas que Fafner alcanza tras unos pocos minutos de marcha insignificante.
La ruta pampeana es como fácil, ¿no? Bastante plana, largas
rectas, curvas suaves. Nada que ver con el espectacular camino montañoso, que
todo el tiempo se abre a nuevas dimensiones como un juego 3D. Y en cuanto a la
vegetación, también parece simple: pastos y árboles y listo.
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Paisaje rutero |
Sin embargo, hay
combinaciones extrañas a cada rato. De esos mismos pastos y esos mismos
árboles. Muchos parecen plantados a propósito, y se intuyen casas, cascos de
estancia por detrás. Otros, quizás sean errores y aparecen solitarios en medio
de la nada, desafiando la llanura interminable. Que, aunque no lo parezca,
termina. Yendo hacia el sur, Ramos Otero tiene dos entradas. Si uno decide
optar por la segunda, a medida que avanza y se detiene, se puede observar el
paisaje serrano que caracteriza a Balcarce, que está al alcance de la mano (pero
fuera del espectro de este viaje). De hecho, el pueblo ya forma parte del partido de Balcarce, y se encuentra a solo 46 km de la cabecera del partido.
Al mediodía, el pueblo de
Ramos Otero (debe su nombre a don Ignacio Ramos Otero, que donó el terreno donde se construyó la estación del tren) está tranquilo, y no se ve mucho movimiento. Tampoco parece que lo tenga, ya que consta de unas pocas manzanas.
Del lado oeste (considerando las vías) se encuentra la escuela 47, y del este parece estar la mayor cantidad de casas. Hay, también del lado este, una plaza con nombre grandilocuente:
"Plaza de los sueños mágicos".
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Estación Ramos Otero |
La vieja estación del tren está bastante abandonada, pero aún hoy se puede apreciar la estructura: galpones para la carga, un andén de pasajeros, tanques de agua y bombas para reabastecer a las siempre acaloradas y sedientas locomototras a vapor.
Actualmente, el mayor cuidado que parece tener proviene de las ovejas, que mantienen el pasto corto. Y también de algún que otro caballo, que huirá espantado con el ruido de la cámara fotográfica.
Las ovejas, en cambio, comenzaron de pronto a venir hacia mi posición. Muy decididas, no dejaban de acercarse, lideradas por una oveja negra, y comenzaban a cerrar filas y mientras unas gritaban
maaaa, a lo que la madre, yo supongo, les contestaba
vaaaa.
Sé que las ovejas son herbívoras, pero quien te dice que no andan comiendo cosas transgénicas y han desarrollado un gusto por la carne humana. Mejor salir.
* * *
hacer caso a las señales
Párrafo aparte merecen las señales del camino, en realidad, las que indican alertas o peligros: hombres trabajando, máquinas en el camino, animales sueltos.
Pero algunas son verdaderamente insólitas, ya que advierten de cosas que deberían resolverse de otro modo, y no con un simple cartel.
Aunque no es la idea de esta crónica opinar sobre estos temas.
O no por ahora.
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Yo te avisé. |
Day # 2 - marzo, mmxvii