Comprar RELACIONES

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martes, 26 de junio de 2012

Dejar de fumar 2





Lunes, 28 de mayo de 2012
                El aire ya no entra. Definitivamente tengo que dejar de fumar. El costo de seguir fumando es muy alto.
                Fumé, en todo el día, un cigarrillo, en un ataque de desesperación. En lo físico me sentí mejor, pero estoy de muy mal humor.

Martes, 29 de mayo de 2012
                Al levantarme, encuentro que puedo respirar mejor. Sigo de mal humor. Pienso todo el tiempo en un cigarrillo, y hasta se me nubla la vista. He ido al kiosco y no compré cigarrillos.  La mejora es evidente. No tengo tanto ruido en los pulmones, y el cansancio al caminar es menor. Esas deben ser las claves para salir de este momento.
                Es desesperante. Son las 11:21, y tengo que hacer un esfuerzo increíble para no salir corriendo al kiosco a comprar puchos. Espero que pase pronto, porque de verdad me siento mucho mejor de la respiración. Está muy bueno no tener ese ruido intenso cada vez que inspiro profundo (bue, profundo es una manera de decir, porque no me queda mucho espacio libre). Sigo más tarde.

Miércoles, 30 de mayo de 2012
                La diferencia, al levantarme, es enorme. No sentir ese ruido espantoso, ni tener que boquear para que entre un poco de aire.  Lo mejor que puedo hacer es seguir así.
                Pero la fuerza que hay que ponerle al impulso que viene es de no creer. Ayer me fui a dormir porque si seguía levantado no iba a poder resistir, creo. El gran objetivo es mantener la actitud durante la semana, y no morir por la desesperación el fin de semana. Eso va a estar bueno, porque es cuándo más siento ganas, y como estoy más relajado, la voluntad decae. Creo que es ahí donde tengo que poner toda mi atención, este fin de semana va a ser crucial.

Jueves, 31 de mayo de 2012
                El esfuerzo de hoy va a ser mayor, porque ya tengo un cigarrillo encima a las 8:04 am.  Tengo que lograr mantenerlo hasta el final. Y tomar un turno para el tratamiento. Pensar, más que nunca, que el bienestar que siento es mayor que nunca. Subir desde Paseo Colón hasta Balcarce sin sentir que muero sin aire. Respirar con tranquilidad al despertarme. No tener tanto olor en la ropa.

Miércoles, 20 de junio de 2012
                No lo conseguí. Fumé menos, pero no lo conseguí. Mi mal humor no cambió para nada, es más, se puso peor. Solamente porque no pude lograrlo.
                Y ahora, acá estoy, otra vez con broncodilatadores, antibióticos y antimucóticos -o como sea que se llamen-,  para aflojar los mocos. Y un montón de plata tirada, en puchos y en medicamentos que tal vez no hubiera necesitado.
                Y es triste saber que se puede, pero que yo  no puedo. Y que tampoco me animo a buscar más ayuda. El lunes fumé 3 o 4 cigarrillos, y me tiré de cabeza en la cama, sin aire. Ayer llamé al médico de urgencia. Vino la que vino varias veces, “decíme algo que me sorprenda”, me dijo, y no tuve nada para decir. Se fue desilusionada. Quedé desilusionado, con los pulmones hechos mierda, con la bronca de esta adicción que no para.
                Quéseyo, tal vez lo mejor sea dejar de escribir este diario de la muerte, porque es una forma más de pensar en lo que no quiero ni tengo que pensar. Pero, a la vez, dejarlo sería claudicar en el esfuerzo. Y seguirlo implica dar vueltas al pedo sobre los primeros dos párrafos (28 de mayo de 2012)

Viernes, 22 de junio de 2012
                “Y a mediados del otoño, mientras todo moría, los hombres-mono se agitaban en sueños, recordaban a los muertos del año anterior. Los espectros llamaban desde dentro de las cabezas. Recuerdos, eso son los espectros, pero los hombres-mono no lo sabían. Detrás de los párpados, en las horas tardías de la noche, aparecían los espectros de la memoria, saludaban, bailaban, y entonces los hombres-mono despertaban, echaban ramitas al fuego, lloraban, se estremecían. Podían ahuyentar a los lobos, pero no a los recuerdos, no a los fantasmas. Entonces se acurrucaban, rezaban pidiendo que llegase la primavera, vigilaban el fuego, agradecían a dioses invisibles las cosechas de frutos y bayas. [1]
                Fumar es más o menos parecido: está dentro de la cabeza, hay algo que resuena cada tanto y te baila y te zapatea pidiendo a gritos fumar. Y en general, uno cae rendido y fuma. Para sentir ese minúsculo placer que te marea un poco, te tranquiliza un poco, te acaricia la garganta hasta quemarte, y sentís unos dedos firmes que no te sueltan y una risa terrorífica te asusta.
                Igual ocurre con cada cigarrillo.  Hasta que un día ya no hace falte que te aprieten el cuello, porque directamente no podés respirar. Pero ese deseo enorme que retumba en la cabeza no se va, retumba, tumba, tumba.
                Hoy hace cuatro días que no fumo. Estoy encerrado en mi cuarto casi todo el día, escribiendo mi blog, viendo películas, soñando con cambiar de puesto de trabajo porque no aguanto más a mi jefe. Y todas, en realidad, son puras excusas para no fumar. 

Martes, 26 de junio de 2012
                Voví al trabajo. Cada vez más detesto a mi jefe, que ni sisquiera me preguntó cómo me sentía. “La más hermosa niña del mundo / puede dar sólo lo que tiene para dar”[2]
                Mientras tanto, algunas cosas concretas que he hecho:
2010:
a.       Dejar de fumar en el auto
b.      Dejar de fumar en el cuarto
2011:
a.       Caminar desde la estación de tren hasta la oficina (20 cuadras)
b.      Caminar desde la oficina hasta la estación de tren (20 cuadras)
c.       No fumar al caminar
2012:
a.       No fumar dentro de casa
b.      Viajar sin cigarrillos y sin encendedor
c.       Agarrarme una linda obstrucción pulmonar que apenas te permite ver
Supongo que hay cosas más prácticas que hacer todo esto en tanto tiempo. Es, a mi favor, lo que puede conseguir. Hoy he fumado solamente un cigarrillo, y sin terminar. Siento que he logrado bajar la ansiedad hasta ese punto, y el pensar en un cigarrillo realmente se ha espaciado mucho en el tiempo.
La conclusión, cuando todavía me considero fumador, es que dejar el vicio es muy bueno para la salud física, pero terrible para la salud mental.



[1] Bradbury, Ray; “El Arbol de las Brujas”; Minotauro, Buenos Aires, 1978; Pág. 64

[2]  Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; “Musica para pastillas”; Oktubre; 1984; Del Cielito Records

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