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jueves, 15 de diciembre de 2022

Hace rato

El futuro de...Netflix - 2022

 

[Puede omitir este párrafo] Que el futuro ya llegó no es ninguna novedad. Y que muchas veces se parece a lo que alguien imaginó en el pasado, menos que menos. Tampoco sería novedad que haya programas de televisión que pronostiquen un futuro archi-recontra-super-plus-ultra tecnológico, si tenemos en cuenta que Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, es de 1950, justo a mitad del siglo xx, y cuando los viajes a la Luna solamente eran una idea de Verne.

Dicho esto, el tal primer párrafo puede omitirse por completo. Porque los avances de la tecnología son ciertamente asombrosos, y a estas alturas nos resultaría bien difícil prescindir de muchos de esos avances. Pero lo que venimos a decir aquí es que ciertamente algunas argumentaciones acerca de esos avances son, por lo menos, graciosas.

Nos basamos en la serie disponible en Netflix que se llama El futuro de…, y en cada capítulo menciona diferentes cosas, como los rascacielos, la carne artificial y hasta los muertos. El que nos convoca en esta oportunidad es “Vacaciones espaciales”, ya que a lo largo de sus treinta minutos parece ser un folleto digno de la empresa de recuerdos de la novela Total recall, de Philip Dick, que prometía a quien quisiera arriesgarse que le implantaran “recuerdos” de un viaje que no realizaría, y el protagonista elige “viajar” a marte. (La película se basa en la novela, y en Argentina se conoció como El vengador del futuro, protagonizada por A. Schwarzenegger).

Por poner un ejemplo, la narradora, Jurnee Smollett, dice:

En el futuro lejano, una vez que hayamos conseguido llegar al espacio de modo que sea económicamente viable y seguro, [...] la idea es tener vacaciones en la luna será cotidiana.

La luna será un ambiente protegido similar a las islas Galápagos [...] y establecer un sistema sostenible de eco-turismo.

 

Más adelante, el ex Jefe Científico de la NASA, Jim Green, acota:

Estructuras absolutamente increíbles están ahí esperándonos.

Nos sorprende que las estructuras lunares estén esperándonos, ¿no?, como si las montañas o los lagos pudieran esperar a alguien. Es decir, pone en unas cosas inanimadas el deseo de que alguien las visite, y las personas, entonces, solamente estarían cumpliendo los deseos de esos cráteres lunares o canales por los que alguna vez circuló lava.

Luego, Loren Grush, periodista de ciencia, afirma:

Solo debemos tener en cuenta todos los años de viajes espaciales que tenemos sobre los hombros y usar las lecciones aprendidas cuando vayamos a un nuevo ambiente y asegurarnos de no repetir los mismos errores

Nuevamente Jurnee Smollett dice que aventurarse fuera de nuestro planeta puede realmente hacernos apreciarlo mucho más.

Y por último, la escritora Olivia Koski indica que me di cuenta de que la mejor parte de unas vacaciones en el espacio es volver al hogar y notar lo hermosa que es la Tierra.

Con estas pequeñas frases queda, a nuestro juicio, visible el tono por un lado publicitario (nos están vendiendo unas vacaciones en la luna, o, al menos, en la estación espacial internacional) cuando todavía no se sabe bien qué va a pasar con la Tierra misma, tan contaminada y maltratada ella.

Por otra parte, como no es de extrañar, todo queda subordinado a que esto sea “económicamente viable”. Es decir, toda esa inversión la están haciendo organismos estatales como la NASA o la Agencia Espacial Europea, que luego será usado por empresas privadas, que, con suerte, devolverán la inversión en unos quinientos años por medio de los impuestos que algún presidente se encargará de reducir oportunamente.

Y la otra gran cuestión es francamente desopilante: tenemos que ir de viaje a la Luna para EXTRAÑAR la Tierra y recién entonces CUIDARLA. Si es que la pobre Tierra sobrevive, claramente.

De verdad esta última parte del capítulo resulta increíble. ¿Cómo es posible este intento de hacer creer que primero hay que ir al espacio para ver el planeta igual a que lo ven los astronautas y recién después cuidarlo? ¿O es que nos volvimos demasiado quisquillosos? Eso tal vez es tan cierto como lo otro.

Para terminar, no se pierdan el detalle de un fragmento de  de una entrevista a Elon Musk hablando de a ver quién tiene el cohete más grande. Sí, sí, así como lo lee, querido lector desprevenido.

Buenas tardes

 

Fernando

Diciembre, 2022 

 

viernes, 25 de marzo de 2022

Pregunta Salazar VI - - Todo muy bien

 



Que los avances de la tecnología nos dejan con la boca (y cosas peores) abierta ya no es novedad. Sin embargo, algunas de estas nos llevan a reflotar la serie Pregunta Salazar.

 ¿Servirá para los culoinquieto? 

¿Tiene escalera para los que quieren ca más alto de lo que tienen el cu? 

¿Será capaz de separar cu de calzón? 

¿Entra ahí el cu del mundo? ¿El cu de botella? ¿El cul de sac? 

 

Fernando

Marzo, MMXX2 

martes, 22 de marzo de 2022

Tengo, un mundo de aplicaciones

 

 Desde que el mundo es mundo, las personas han querido darse herramientas para que el trabajo resultase más fácil. Allá por los años de 1960/70, las series de ciencia ficción (hoy sci-fi, que pone en duda si quiere decir science-fiction o science-fidelity, así como el wi-fi. O quizás esta última sea wireless-fiction, ¿no?) nos contaban de un mundo donde todo se solucionaría apretando botones: manejar naves espaciales, materializarnos en otro lugar, hacer café -esta más humilde, claramente- o tener orgasmos. De todo y para todo los gustos. 

 Por eso, cuando éramos chicos, soñábamos con que el año dos mil (no soñábamos, ni por asomo, con el dichoso Y2K que vaya uno a saber si no fue un invento más para sacarnos plata) nos encontraría unidos con un botón para arreglar cualquier cosa o dominados por la tecnología. No hace falta que hagamos una conferencia virtual para darnos cuenta que la segunda opción es la que prevalece.

 Hoy (tal vez mañana y pasado, a qué dudarlo) vivimos una época que podríamos denominar del "solucionismo": para cada problema, tenemos una aplicación. No hice la prueba de preguntarle al buscador cuántos caramelos me quedan si de las dos gruesas que compró mi tío Julián me comí una y regalé dos, pero es casi seguro de que la respuesta la tendré en un periquete.

 Ahora bien, de esa constelación de aplicaciones, podemos deducir que muchas son una pavada, otras ayudan un poco y la mayoría sirven para sacarnos plata. Fundamentalmente las de series y películas. ¿Llegará un día en que cada estudio tenga la suya, y entonces no habrá teléfono que aguante tantas? Ni que hablar tener que recordar cincuenta contraseñas que caducan cada noventa días. Pero claro, seguramente alguien inventará una aplicación que recuerde todo eso por nosotros, ¿nocierto?

 Joe 90, una serie donde los actores solamente hablaban, porque era actuada por muñequitos, era un niño al que unos anteojos archi-super-plus-ultra modernos le permitían saber cualquier cosa: desde ser ingeniero nuclear a saber pilotear una nave estratoférica que en dos horas podría ir de Anillaco a Japón, Corea del Sur o La Perla del Once con solo desearlo. De ahí, quizás, viene este mundo solucionista de nuestra era: ¿no sabés cómo hacer? ¡Despreocupate!, la app te lo soluciona. Y si es un poco engorrosa de entender, ¡olvidate!, el tutorial de utube te lo explica. ¿No tenés utube porque estás harto de las intromisiones de la gran G?, ¡Renunciá!, el mundo tiene una parada en Temperley. Ahí te bajás y ponés una granja, este mundo no es para vos, qué tanto.

 

 ¡Salú!

 

Fernando

Marzo, MMXX2 

jueves, 16 de abril de 2020

Mundo inalámbrico

Cuarentena, día 28

Hace un tiempo leí que el Premio Nobel de Química 2019 fue para tres científicos que trabajaron en la mejoría de las baterías de litio, lo que hace más rendidoras las pilas de nuestros celulares, computadores y tabletas. También coches, pero como no tengo ni tendré coche, tanto no importa. Además están fuera de target, porque de alguna manera los autos siempre fueron inalámbricos.


La Real Academia de las Ciencias de Suecia ha premiado este año a los «padres» de las baterías de ion-litio recargables, presentes en cualquier dispositivo inalámbrico actual, desde los teléfonos móviles a los ordenadores portátiles que utilizamos a diario. El estadounidense John B. Goodenough, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino impulsaron la creación de una batería potente y ligera 

Esto lo pensaba mientras, por razones de confinamiento, una de mis entretenciones es ir a la terraza. A veces puedo tomar sol, otras caminar un poco, o hacer mis ejercicios de respiración (que, ahora que lo pienso, no hice hoy). Otras veces me dedico a intentar sacar fotos que no parezcan en el medio de la ciudad, donde puedo verles las espaldas a algunos edificios y casas. Muchas casas, incluso la que habito, tienen pintura por delante y nada por detrás, lo que las afea bastante.


Otra cosa que hago es sacarles fotos a dos árboles que están hacia el norte, uno sobre mi vereda y otro en la de enfrente. El del lado de aquí se puso amarillo hace tiempo. Entonces pensé en hacer un álbum que se llame "Llega el otoño". Así es que cada día les saco una nueva imagen a ver cómo va cambiando. Pero para eso tuve que buscar un ángulo donde salieran la menor cantidad de cables posible.





Y ahí fue que pensé en este infausto artículo, que no va más allá de mostrar que tanto Wi-Fi está lleno de cables por todas partes.

En fin, querido lector desprevenido, a estas alturas ya tendrías que haberte avispado un poco. Pero no hay caso, las cosas son lo que son.




¡Salú!

fernando
abril, MMXX

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