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miércoles, 25 de septiembre de 2019

sospechas

Leía esta semana un libro imposible, Quién sabe qué pasará, y me encontré allí con una fotografía a dos colores, que reporduzco aquí con permiso del autor.

Estas lecturas, uno imagina, tienden a crecer hacia los costados cuando la novedad ya pasó, y después de las consabidas alabanzas propias de toda presentación, queda el texto frente al lector. Y esa es la parte más interesante: siempre que vamos a la presentación de un libro, nos encontramos con un escenario que se repite: el libro, el autor, los presentadores, un editor tal vez, un público.Y entonces surge la pregunta: ¿qué esperamos de una presentación de libro? Porque, a no dudarlo, jamás encontraremos sentencias del tipo "no pierdan su tiempo leyendo este pasquín". La presentación está para resaltar todo lo bueno que todo libro tiene, aunque más no sea la palabra "FIN", si bien ya hace muchísimos años que no se usa la palabra fin para indicar el fin. En fin.

Yo en lo personal tiendo a ir cada vez menos a presentaciones de libros, salvo que:

1. el autor sea un gran amigo
2. el libro no exista en la realidad editorial argentina y latinoamericana.

El caso de Quién sabe qué pasará cuadra con la opción 2, como queda dicho desde un comienzo. ¿Y por qué contar esto aquí, ahora, cuando todo parece caer alrededor? Tal vez precisamente por eso, porque la lectura me (¿nos?) salva de las catástrofes.

No quiero abundar en detalles de lo que no está, porque sería abrumar al público. Pero sí quiero decir que lean todo lo que se les cruce y que esté encuadernado. Algunas editoriales son mejores que otras en su catálogo. Algunas tienen libros pasatistas que valen la pena. Otras no.

Pero no importa. Lean. Sientan una ficción correr frente a sus ojos. Esto ha venido ocurriendo del mismo modo desde que se inventó la lectura. Eso no cambia. No hay mutación.

Hasta la próxima.



viernes, 30 de junio de 2017

Elección múltiple: El hilo y las huellas



Una tarde lluviosa entre el aeropuerto Internacional Subarnavhumi y el hotel en el centro (o lo que fuese) en la ciudad de Bangkok puede resultar una experiencia tan aterradora como deliciosa, si nos regimos por las experiencias que puede querer invitarnos a conocer el libro de Carlo Ginzburg. Es que a pesar de los escasos 40 km que involucran esa ruta, el tiempo es de casi dos horas. Así, un viaje en taxi para recorrer una pequeña distancia demanda casi el mismo tiempo que desde la ciudad de Kuala Lumpur, a unos 1500 km de allí.

Atravesar un cuerpo a besos después de una semana de no verse puede significar, en intensidad, más minutos que los días anteriores. Si a esto se le suman caricias, miradas, pormenores increíbles entre quitar una prenda y contener la respiración un segundo eterno al descubrir todo el esplendor que aguardaba en lotes poco visitados con anterioridad, son experiencias casi místicas.

El hilo y las huellas, en suma, nos invita a reflexionar sobre todas esas experiencias, cotidianas o extraordinarias, que no parecen tener relación entre sí. Pero si nos ponemos serios, la relación ente verdadero, falso y ficcional está muy cerca. En efecto, una mañana cualquiera nos levantamos, vamos a nuestra primera clase de Semiología del encéfalorraquídeo y nos encontramos con una pequeña evaluación  de nivel, según indica el JTP, con un test del tipo de opción múltiple. Resulta que las primeras dos preguntas son las siguientes:

1. Seleccione la fecha y el turno que prefiere para cursar la materia
a. Lunes – Turno de la mañana
b. Lunes – Turno de la tarde
c. Miércoles – Turno de la mañana


2. En el mesencéfalo se ubican:
a. Colículos superiores e inferiores
b. El cuarto ventrículo
c. Deriva de la vesícula terciaria
d. Las pirámides bulbares


Y entonces nos detenemos. ¿Qué tiene que ver, nos preguntamos, la pregunta 1 con la pregunta 2? En la pregunta 1, ¿hay opciones verdaderas o falsas? ¿No era que todo examen de elección múltiple era verdadero o falso?

Bienn podría argumentar Carlo Ginzburg que la relación entre verdadero y falso es la ficción. Ciertamente, muchas obras de ficción (no importa si literarias, pictóricas o cinematográficas) suelen sernos de enorme utilidad para entender lo que ocurre todos los días.


Gurnica - Pablo Picasso

Podemos decir que la obra del pintor español nos pone en presencia de todos los planos a la vez, nos hace vívidos los sentimientos y las experiencias que sobrevienen al bombardeo. Y sin embargo, Picasso no estuvo ahí, como tampoco estuvimos muchos de nosotros en ningún bombardeo. Pero hay un significado que circula, que se ha hecho carne en los habitantes de un tiempo y de una cultura, y entonces compartimos creencias, que a veces una obra de ficción, una pintura en este caso, nos lleva a imaginar lo que esa obra significa, y a tener por vivencias propias las narraciones de dichas experiencias ajenas.

Algo así como todo lo antedicho: no he leído más que la tapa del libro cuya reseña imaginaria hago aquí. Lo que me obliga, a partir de este minuto, a tener que leerlo para determinar si estuve o no acertado en mis suposiciones.

O buscar algún lector compasivo que lo haya leído y me diga si V o F.


Fernando Berton
Junio, 2017

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