Leía esta semana un libro imposible, Quién sabe qué pasará, y me encontré allí con una fotografía a dos colores, que reporduzco aquí con permiso del autor.
Estas lecturas, uno imagina, tienden a crecer hacia los costados cuando la novedad ya pasó, y después de las consabidas alabanzas propias de toda presentación, queda el texto frente al lector. Y esa es la parte más interesante: siempre que vamos a la presentación de un libro, nos encontramos con un escenario que se repite: el libro, el autor, los presentadores, un editor tal vez, un público.Y entonces surge la pregunta: ¿qué esperamos de una presentación de libro? Porque, a no dudarlo, jamás encontraremos sentencias del tipo "no pierdan su tiempo leyendo este pasquín". La presentación está para resaltar todo lo bueno que todo libro tiene, aunque más no sea la palabra "FIN", si bien ya hace muchísimos años que no se usa la palabra fin para indicar el fin. En fin.
Yo en lo personal tiendo a ir cada vez menos a presentaciones de libros, salvo que:
1. el autor sea un gran amigo
2. el libro no exista en la realidad editorial argentina y latinoamericana.
El caso de Quién sabe qué pasará cuadra con la opción 2, como queda dicho desde un comienzo. ¿Y por qué contar esto aquí, ahora, cuando todo parece caer alrededor? Tal vez precisamente por eso, porque la lectura me (¿nos?) salva de las catástrofes.
No quiero abundar en detalles de lo que no está, porque sería abrumar al público. Pero sí quiero decir que lean todo lo que se les cruce y que esté encuadernado. Algunas editoriales son mejores que otras en su catálogo. Algunas tienen libros pasatistas que valen la pena. Otras no.
Pero no importa. Lean. Sientan una ficción correr frente a sus ojos. Esto ha venido ocurriendo del mismo modo desde que se inventó la lectura. Eso no cambia. No hay mutación.
Hasta la próxima.
Estas lecturas, uno imagina, tienden a crecer hacia los costados cuando la novedad ya pasó, y después de las consabidas alabanzas propias de toda presentación, queda el texto frente al lector. Y esa es la parte más interesante: siempre que vamos a la presentación de un libro, nos encontramos con un escenario que se repite: el libro, el autor, los presentadores, un editor tal vez, un público.Y entonces surge la pregunta: ¿qué esperamos de una presentación de libro? Porque, a no dudarlo, jamás encontraremos sentencias del tipo "no pierdan su tiempo leyendo este pasquín". La presentación está para resaltar todo lo bueno que todo libro tiene, aunque más no sea la palabra "FIN", si bien ya hace muchísimos años que no se usa la palabra fin para indicar el fin. En fin.
Yo en lo personal tiendo a ir cada vez menos a presentaciones de libros, salvo que:
1. el autor sea un gran amigo
2. el libro no exista en la realidad editorial argentina y latinoamericana.
El caso de Quién sabe qué pasará cuadra con la opción 2, como queda dicho desde un comienzo. ¿Y por qué contar esto aquí, ahora, cuando todo parece caer alrededor? Tal vez precisamente por eso, porque la lectura me (¿nos?) salva de las catástrofes.
No quiero abundar en detalles de lo que no está, porque sería abrumar al público. Pero sí quiero decir que lean todo lo que se les cruce y que esté encuadernado. Algunas editoriales son mejores que otras en su catálogo. Algunas tienen libros pasatistas que valen la pena. Otras no.
Pero no importa. Lean. Sientan una ficción correr frente a sus ojos. Esto ha venido ocurriendo del mismo modo desde que se inventó la lectura. Eso no cambia. No hay mutación.
Hasta la próxima.