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miércoles, 28 de junio de 2023

Manifiesto de la Literalidad

 



Recibí la cotización que le pedí a un proveedor y no pude creer que fuera tan alta. Empecé a escribir la respuesta preguntándole al proveedor si me vio la cara o qué. Enseguida me dí cuenta de que es mejor no ir al choque tan abiertamente, entonces le contesté que al leer el costo total me caí de espaldas por la ventana y me rompí dos costillas, las piernas y los brazos.

¡Uh, qué zarpado!, se sorprendió el proveedor, ¿y ya estás trabajando?


Pensé, entonces, en responderle así:

  1. En un bazar no cabe un elefante.

  2. Una elefanta no se balancea en la tela de una araña.

  3. Cuatro elefantes no entran en un fitito. Ni uno, siquiera. Ni recién nacido.

  4. No se puede guardar en la heladera una elefanta.

  5. Los elefantes no pueden esconderse atrás de una margarita.

  6. Por más paciencia o por más saliva que le ponga, no podrá un elefante comerse una hormiga.

     

    Fernando

    Junio, 2023 

miércoles, 12 de abril de 2023

N・O・T ⋅ A

 

 

Pasan cosas inesperadas cuando la lapicera se ubica en la mano como una antena, ahí nomás un café, las pocas ganas de ir a la oficina, la evitación de discurrir sobre los últimos acontecimientos. 

09:40  

வீடு

 

Fernando

Abril, 2023 


 

sábado, 18 de junio de 2022

Una declaración


 

Imagen: Netflix

"La joven dama me halaga, pero no fue amor a primera vista para ninguno de nosotros. Hubo atracción, por cierto, al menos de mi parte. Pero la Srta. Bridgerton me creyó presuntuoso, arrogante, insincero. Todo con justicia, de verdad. Y yo pensé en ella como una joven remilgada que apenas dejaba el andador. Sin mencionar que es la hermana de mi mejor amigo, por lo que el romance estaba por completo fuera de discusión para los dos. Pero al remover todo eso, encontramos algo mucho más grande. Hallamos amistad. Los engañamos haciendo creer que nos cortejábamos… cuando en realidad, todo el tiempo, simplemente disfrutamos de nuestra mutua compañía, tanto que no podíamos estar lejos uno de la otra. Y yo nunca fui un hombre que disfrutó tanto del galanteo, de de la charla o, realmente, de hablar en absoluto. Pero con Daphne… la señortia Bridgerton… conversar siempre ha sido fácil. Su risa me da alegría. Porque encontrar una mujer hermosa es una cuestión, pero encontrar a tu mejor amiga en la más hermosa de las mujeres es algo completamente distinto. Y es con mis más sinceras disculpas que debo decir que debió ocurrir la llegada del príncipe para que me diera cuenta de que no quería que la señorita Bridgerton fuera solamente mi amiga, y quise que fuera mi esposa. Quiero que ella sea mi esposa. Y por lo tanto ruego a usted… que no nos haga esperar".

Bridgerton, Temp. 1, Cap. 5, Min 30:46

Texto original:

The young lady flatters me, but it was not love at first sight for either of us. There was attraction, certainly, at least on my part. But Miss Bridgerton thought me presumptuous, arrogant, insincere. All fair, really. And I thought her a prim young lady barely out of leading strings. Not to mention the sister of my best friend, and so romance was entirely out of the question for both of us. But in so removing it, we found something far greater. We found friendship. You see Miss Bridgerton and I have been fooling all of Mayfair for quite some time.  We have fooled them into thinking we are courting... when really, all along; we simply enjoyed each other's company so much we could not stay away from one another. I have never been a man that much enjoyed flirting, or chatting, or, indeed, talking at all. But with Daphne... Miss Bridgerton... conversation has always been easy. Her laughter brings me joy. To meet a beautiful woman is one thing, but to meet your best friend in the most beautiful of women is something entirely apart. And it is with my sincerest apologies, I must say it took the prince coming along for me to realize I did not want Miss Bridgerton to only be my friend and I wanted her to be my wife. I want her to be my wife. And so I plead with you... not to make us wait.

Fernando

Junio, MMXXII

lunes, 22 de noviembre de 2021

El azúcar se hace con el ingenio


 Había una vez una casa que era solamente una casa. 

(A ver, a ver, querido lector desprevenido: antes de mearse de la risa y pensar pobre, lo afectó esta canícula, piense un segundito y procure seguir leyendo. Con una mano en el corazón, ¿nos cree capaces de semejante inicio sin una razón valedera?)

Como  iba diciendo antes de ser interrumpido, esta casa que antes oficiaba de tal únicamente, en algún punto de la pandemia también se convirtió en vivero. Como por estos lados no somos muy afortunados con las plantas, nos quedó el dato por si acaso algún transeúnte nos pregunta alguna vez: "eh, oiga, ¿conoce por acá un vivero?

Así que bueno, como la primera intriga no resultó muy atractiva, surgió hace poco una segunda: la mayoría de las plantitas tienen un palito de brochette con un corcho en la punta. 

(¿Y? ¿Qué me dice ahora, lector? ¿Ha visto? Sí, sí, lo disculpo por esta vez)

Me enteré hace unos años que algunas personas ponen collares de algodón alrededor de los tallos para evitar que suban las hormigas a comerse sus preciadas flores. Mismo así hacen con bolsas de plástico. Al parecer, la hormiga no atraviesa el algodón ni el plástico. Sabemos por qué no cruzan las avenidas en verano, pero ignoramos el porqué de esta abstención fórmica.

Finalmente, luego de meses de avistar esta rareza (el vivero de marras queda de camino al súper), nos animamos a tomar unas fotos, medio de coté para que los viverantes no sospechen, con la intención de buscar ayuda a ver si alguien de por aquí sabe decirnos qué corno hacen unos corchos en las macetitas.


A little help from my friends

Fernando

Noviembre, MMXXI


miércoles, 5 de mayo de 2021

Días de noche

 




La mitad del tiempo estuve mirando por la ventana porque pasaban autos nuevos, lustrosos, chicas con zapatos de plataforma, de taco bajo, zapatillas con los cordones de colores, señoras con modernos carritos de las compras, todos recubiertos y con tapa como para que no se vea el contenido, chicos en bicicletas de hacer acrobacias y personas en general. Buscaba la conexión. Por qué pasaban por ahí esas personas exactamente. Anoté en el cuaderno espiral varias hipótesis, sin poder decidirme por alguna; es más, ninguna me pareció factible. Cuando me quise acordar, ya es de noche, el parcial es mañana y no leí ni un apunte. Casi no recuerdo los autores. Al final voy a tener que postergarlo, única certeza en este momento. Empiezo ahora la otra mitad del tiempo, intuyo que algo tengo que comer y algo tengo que dormir, así que no me queda nada, a lo sumo dos o tres horas y de pronto será el parcial, que con suerte pueda anotar las consignas, si es que no vienen en un pedacito de fotocopia, tema uno o cuatro, no tendrá importancia. Dará lo mismo que me pregunten por la ley de Salinas o el concepto historicista de Manera. Yo me quedaré mirando la pizarra con gesto de preocupación, y haré una descripción de eso mismo como para hacer ver que escribo una respuesta. Una semana más tarde tendré la nota, la cara de consternación de la profesora, la fecha del recuperatorio.

 

Fernando

Mayo, MMXXI  


lunes, 24 de agosto de 2020

Una casa con morrones

 Hacia el sur hay un lugar, decía la canción de Manal. Mucho han cambiado las cosas desde aquel 23 de marzo en el que publicamos "Historias vegetales". En particular, el triste final de la más grande historia de amor que alguna vez ocurrió. Pero la paciencia, que no suele ser nuestro fuerte, es lo que nos permite llegar a ver los resultados de lo que hacemos.

 Recuerdo que en un momento perdí el rumbo. Me olvidé por completo de las plantas, de regarlas, de hablarles, de dedicarles un poquito de tiempo en el día a día. Esa desesperación que sentí  cuando vi a los morrones todos mustios, vencidos por la sed y el descuido no puedo describirla aquí. Lloré mientras los regaba y les pedí disculpas por semejante desatención. Poco después resurgieron, con su verde intenso y su olor a morrón en las hojas.

 Pasaron seis meses desde la primera flor. En el medio, dimos cuenta de un morrón verde un domingo en que preparamos tacos. (A decir verdad, los prepararon los chicos, yo solamente los comí). Y aquí estamos, 24 de agosto de 2020, ya casi rojo por completo. 

Morrón ventanero
Morrón ventanero
 

Hay un par más en camino. No son muy grandes, como esos que venden en las verdulerías, pero son de cosecha propia. De plantar las semillas de los morrones comprados, de no haber creído en ellos, de que Mariela les hablara y poco después dieran flores. Y acá están, enrrojeciendo para ella también, que estuvo tan contenta cuando salió la primera flor. ¡Qué contenta estaría hoy!


Fernando

Agosto, MMXX

lunes, 23 de marzo de 2020

Historias Vegetales



Hace un buen rato que estoy intentando contar esta historia y no sé muy bien cómo. Digamos que el año pasado planté semillas de morrón y de tomates (volveremos sobre estos rebeldes) de los frutos que compré en la verdulería. Digamos también que poco antes empecé a compostar los restos orgánicos en casa, y que luego usé como tierra para plantar las semillas. Lo que vemos a continuación es el resultado: 

15-11-2019


Es decir, un plantín de morrón en compost casero en un recipiente plástico convenientemente perforado en el fondo para que se escurra el exceso de agua. En suma, una suerte de combinación naturaleza e industria.

Ahora bien, el dilema de escribir de una forma u otra esta historia está dado porque los tomates nunca germinaron, y sí lo hicieron los morrones, como se ha visto en la imagen. Y creció la planta hasta tener unos 50 cm de altura. Y una vez yo le comenté a MEC que me parecía que eran transgénicos y que nunca iban a dar frutos. MEC me miró algo sorprendida, y entonces se levantó y fue hasta el patio y habló con los morrones. Les dijo que yo decía que ellos no iban a crecer, pero que no me hicieran caso, que ella sabía bien que todo lleva tiempo y que crecieran cuando fuera su momento. Luego volvió a su computadora, MEC, a seguir preparando el último examen que le permitiera acceder a la tesis. Pero hoy ella no puede verlos. No la está pasando bien en su internación. Y esto es lo que no sé si quiero contar. Queda para mejor oportunidad, cuando la salud de MEC mejore.

Entonces sí, voy a contar lo que sigue.

Pasaron los días y  la plantita fue creciendo. Entonces me envalontoné y compré semillas de lechuga y de rúcula y de tomate, que no aclara que no son ni perita ni redondo, sino de la variedad “rebelde”. Y los puse en sustrato que compré en un maple de huevos a modo de almácigos, y tuve que hacerles una protección con hilo sisal para protegerlos de las garras de los gatitos (acá no hay gaviotas arrasadoras de surcos).

Y mientras esto iba ocurriendo, la planta de morrón empezó a ponerse cada vez más grande, y sus hojas tienen el aroma del morrón cuando uno se acerca y las huele, y pasa suavemente los dedos por las hojas bien verdes, amplias, seguramente con un objetivo que yo ignoro por completo.

Y entonces el sol, que da en la ventana un rato, hace del cemento y el hierro algo verde, una hermosa planta de morrón, con olor a morrón y proveniente de semillas de morrón, pero sin morrón. Un fiasco. (Quiero aclarar que todo esto ocurre en un PH que tiene un patio y una terraza pero nada nada de tierra, así que hubo que arreglárselas con macetas plásticas y botellones de cinco litros y maples de huevo para hacer la pequeña huerta urbana)

Pero, así como reventar es el suicidio del descreído, según decía Isidoro Blaisten, una mañana cualquiera, que en este caso fue una mañana especial: 29 de febrero, las cosas se tornaron en maravilla:

29/02/2020


Nos ahorraré a todos el tiempo que llevaría contar los momentos de incertidumbre sobre si las flores darían o no frutos. Aquí lo vemos hoy, 23 de marzo de 2020, desde la ventana del cuarto donde escribo. Y escribo con cierta emoción por haberme decidido a plantar una planta, y cuidarla para que crezca, y de frutos, y de esos frutos hacer nuevas plantas y así comerlas.

23 de marzo de 2020,

Pero, ¿se las va a comer? ¿Después de tanto esfuerzo y cuidado y charla y hasta caricias y husmearle las hojas? ¿Se las va a comer?

¿Y si no?

Y bueno, déjela libre, que haga lo que quiera, que tenga sus propios morroncitos si quiere y si no quiere no, pero no la mate. ¿Sería capaz de cortarla en juliana, en daditos y echarla al aceite hirviendo seguramente con alguna pobre cebolla y hasta un ajo y un tomate, rebelde o no?

Y, de algo hay que vivir. ¿Qué voy a comer si no? ¿Animales? También tendría que matarlos, ¿no es cierto?

Y sí, la verdad es que ahí tiene razón.

¿Y qué hacemos, entonces?


Fernando
Marzo, MMXX, año de la pandemia


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