A comienzos del
siglo XXI, la empresa en lo que yo trabajaba estaba terminando la certificación
ISO 9001, y una de las exigencias era hacer una “encuesta anual de satisfacción”
a los clientes..Cada año, recuerdo, era un suplicio enviar recordatorios a los
clientes que no respondían. Y esto era solamente una vez al año.
Poco más de dos
décadas después, somos atosigados con encuestas, no ya de a qué partido pensamos
votar en las próximas elecciones –bien que podrían ser de importancia para el
futuro del país–, sino que por cualquier nimiedad de la vida cotidiana,
¡zácate!, te encajan una encuesta.
Estamos, a qué
dudarlo, en la dictadura de la encuesta. Que, tal vez valga aclarar, no está
hecha por una persona, no, llega por mail o por una grabación (que dicho sea de
paso son de las peores: no terminan nunca, y te dan tantas opciones que para
cuando te dice “marque ocho”, ya te olvidaste de las primeras cinco, mínimo), a
toda hora del día y en cualquier lugar.
Ahora bien, algo que me ha llamado la atención y que, entre otras cosas, me llevan a
escribir este artículo, es que con mucha frecuencia te preguntan “si le
recomendarías esta empresa a un familiar, a un amigo, o a un colega”.
What?!
¿De verdad
quieren saber si yo les recomendaría a mis amigos un banco? No es que me ponga
quisquilloso, que lo soy y bastante, pero esto es el colmo. ¿Qué lleva a los
señores recolectores de opinión a formular una pregunta que no dice nada del
banco directamente? Porque, póngase a pensar, querido y escasamente encuestado
lector desprevenido, ¿no es una pregunta indirecta? Si yo digo que es muy
probable es porque estoy contento, y que no lo estoy si digo que es poco
probable. Pero la “recomendación” aquí hace las veces de “satisfacción”. ¿Se
habrán puesto pudorosos y entonces trocaron satisfacción por recomendación?
¿Harán las trabajadoras sexuales encuestas análogas –con perdón– a sus
clientes?:
“¿Qué tan probable es que recomiendes mis felaciones a un familiar,
amigo o colega?”
por decir algo.
Para rematarla,
recibo hoy un correo del banco donde me avisan que está funcionando de nuevo la
opción del sistema de canje de puntos que tienen. Esto no sería nada si al
final del mensaje no dijera
"Te extrañamos, ¿y vos?"
What?! Bis
A sus
publicistas, señor, ¿qué les pasa?, diría Baldomero, ¿odian la prudencia, odian
el pudor?
Me eximo de
mayores comentarios, no quiero transmitirles toda mi toxicidad del día de la
fecha.
Fernando
Noviembre, MMXXI