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miércoles, 15 de febrero de 2023

La publicidad y otras verdades

 



Sorpresas te da la vida, dice Rubén Blades en su famosísima canción “Pedro Navaja”. Algo similar podríamos decir de los anuncios callejeros que, por una vez, nos dicen una verdad: la vida y el trabajo como dos cosas separadas.

No por eso vamos a dejar de criticar el anuncio, ya que por más que se haga cargo de la alienación del trabajo, reproduce las cuestiones que tantas veces hemos mencionado aquí: el aviso toma un fragmento de realidad y le quita su significado para cambiarlo por otro. En este caso, al sentirse el trabajador alienado, lo que siente es agobio y solamente quiere salir del lugar de trabajo para ir a su casa, o a tomar algo con amigos o disfrutar una película. Pero aquí, este anuncio dice que si uno se gasta lo que no tiene, al salir del trabajo en esta camioneta se disfrutará de la vida. La vida que consiste en consumir, claro.

Pero bueno, no nos extenderemos más. Una vez en la vida encontramos una punta para analizar en un mensaje publicitario.

 

Fernando

Febrero, 2023 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Encuestas

 

A comienzos del siglo XXI, la empresa en lo que yo trabajaba estaba terminando la certificación ISO 9001, y una de las exigencias era hacer una “encuesta anual de satisfacción” a los clientes..Cada año, recuerdo, era un suplicio enviar recordatorios a los clientes que no respondían. Y esto era solamente una vez al año.

Poco más de dos décadas después, somos atosigados con encuestas, no ya de a qué partido pensamos votar en las próximas elecciones –bien que podrían ser de importancia para el futuro del país–, sino que por cualquier nimiedad de la vida cotidiana, ¡zácate!, te encajan una encuesta.

Estamos, a qué dudarlo, en la dictadura de la encuesta. Que, tal vez valga aclarar, no está hecha por una persona, no, llega por mail o por una grabación (que dicho sea de paso son de las peores: no terminan nunca, y te dan tantas opciones que para cuando te dice “marque ocho”, ya te olvidaste de las primeras cinco, mínimo), a toda hora del día y en cualquier lugar.

Ahora bien, algo que me ha llamado la atención y que, entre otras cosas, me llevan a escribir este artículo, es que con mucha frecuencia te preguntan “si le recomendarías esta empresa a un familiar, a un amigo, o a un colega”.


 

What?!

¿De verdad quieren saber si yo les recomendaría a mis amigos un banco? No es que me ponga quisquilloso, que lo soy y bastante, pero esto es el colmo. ¿Qué lleva a los señores recolectores de opinión a formular una pregunta que no dice nada del banco directamente? Porque, póngase a pensar, querido y escasamente encuestado lector desprevenido, ¿no es una pregunta indirecta? Si yo digo que es muy probable es porque estoy contento, y que no lo estoy si digo que es poco probable. Pero la “recomendación” aquí hace las veces de “satisfacción”. ¿Se habrán puesto pudorosos y entonces trocaron satisfacción por recomendación? ¿Harán las trabajadoras sexuales encuestas análogas –con perdón– a sus clientes?: 

“¿Qué tan probable es que recomiendes mis felaciones a un familiar, amigo o colega?”

por decir algo.

Para rematarla, recibo hoy un correo del banco donde me avisan que está funcionando de nuevo la opción del sistema de canje de puntos que tienen. Esto no sería nada si al final del mensaje no dijera

 

"Te extrañamos, ¿y vos?"

What?! Bis

 

A sus publicistas, señor, ¿qué les pasa?, diría Baldomero, ¿odian la prudencia, odian el pudor?

 


Me eximo de mayores comentarios, no quiero transmitirles toda mi toxicidad del día de la fecha.

 

Fernando

Noviembre, MMXXI 

martes, 2 de febrero de 2021

La suavidad de las pantallas


 En distintas oportunidades hemos visto que el mundo del consumo alocado que nos toca vivir intenta hacernos creer que todo es posible de ser hecho en tres simples pasos. Cosa que puede ser cierta, es factible reducir una actividad a tres partes. De hecho, la literatura misma se basa de tres grandes géneros: poesía, drama y narrativa. Y las dos últimas, no siempre la primera, se estructuran en introducción, desarrollo y desenlace. Ahora bien, la existencia de los tales pasos no indica en modo alguno que cada uno sea simple. En nuestro artículo Pre-pos-pandemia hay una imagen que nos permite apreciar que los pasos no son uno, dos, tres. Hay 1.1, 2.1, etc. Incluso he completado encuestas que demandan más de diez minutos.

Lo que hoy queríamos traer a colación es una nota que Noé Jitrik publica en Página 12 el 27 de enero de 2021. Dice Jitrik:

Como el personaje de Pérez Galdós me siento desconcertado y triste cuando se me pone enfrente la realidad de un presentismo inmediatista, sin matices ni relieves, sin densidad, cuando me he pasado la vida tratando de comprender cómo han ido tomando forma las cosas, desde las palabras hasta los gustos, los idiomas y los escritos, la moral y las ideas, los seres humanos y sus sentimientos.

Este blog Cosas que pasan lleva por subtítulo para ver el espesor de las cosas. Tales simplificaciones a tres simples pasos son las que queremos resaltar, porque detrás de cada pequeño avance de la tecnología hay un sinnúmero de horas de trabajo de personas que no conocemos ni conoceremos, y que acaso morirán sin poder ni siquiera soñar en adquirir algo de lo que su trabajo ayuda a producir.

Vea, si no, el lector desprevenido lo que pasa con la clonación de caballos de polo. Por un lado, se acostumbra el polista al animal tanto que cuando el equino deja de competir, se siente como perdido el jugador. Entonces recurre a copiar su animal favorito. Pero, por el otro, el ciclo de reproducción de una yegua es demasiado “lento” para el mundillo del polo.

Cualquier yegua que sea un crack juega en primavera, se reproduce en verano y puede sacar uno o dos embriones por año. Pero si la multiplicás diez veces, dejás una jugando y el resto las cruzás con los diez mejores padrillos. Porque hay 11 meses de gestación y cuatro años hasta que juegan; y en cuatro generaciones de animales se te va la vida… Clonando acortás los tiempos de prueba y error.

dice Adrián Mutto, doctor en biotecnología y en biología molecular, director de Crestview Farm (una de las ramas estadounidenses de la compañía) e investigador del CONICET en la Universidad Nacional de San Martín al medio digital Red/Acción

 

Es decir, los tres simples pasos de la vida, nacer, reproducirse y morir son, para este deporte, demasiado largos. Decimos este deporte porque es el que nos ayuda a ejemplificar cómo la vida se nos muestra sin relieves, con la suavidad de las pantallas táctiles de nuestros celulares o tabletas, que nos muestran todo lo que queremos en unos pocos clics (no queremos abusar del número mágico). Más allá del espanto que puede producirnos la clonación como método para copiar un animal como quien copia una escritura traslativa de dominio, lo que venimos diciendo es que todo esto está teñido por la inmediatez a la que se refiere Jitrik en su nota, y cómo es poco conocido el trasfondo de la cuestión. Se nos muestra a un equipo imbatible que gana y gana campeonatos y hace de este deporte el más exitoso de Argentina. Pero poco sabemos de que la mayoría de los animales que entran a la cancha son clones. Todo eso porque no se puede “esperar” a que la yegua tenga su cría y esta cumpla cuatro años para poder jugar.

¿Faltará mucho para que el equipo de yeguas clonadas esté integrado por jugadores clonados? Tal vez no sea ese el punto, sino la creencia de que esa copia adquirirá por arte de magia en el proceso de la copia las experiencias por las que pasó el original. Y esto, a todas luces, no es así. Ese clon deberá crecer y aprender y practicar y caerse del caballo tanto como el que le dio los genes. Y acaso, como se indica en la nota de Red/Acción, sea una copia de mala calidad y no llegue a nada.

Esa, en definitiva, es la mayor de las simplificaciones: hacernos creer que no vale la pena vivir nuestras vidas, que hay que ser exitosos a cualquier precio y que si un animal nos parece excelente, no podemos esperar a que venga otro, hay que copiarlo. Basta de creer en la evolución y adapt

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