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domingo, 6 de marzo de 2022

Ventanas de bares: ¿Usted está aquí?


 Encontré esta foto en el álbum "Ventanas de bares". El local está en una esquina, puedo deducir, a menos que sea uno de esos semáforos que están a mitad de cuadra. Pero la verdad es que no sé dónde es. Ni qué hacía yo por esos lados, porque salvo tomar un café, no recuerdo a qué fui. Ni adónde, Es un claro caso de amnesia fotográfica (que, para el lector desprevenido, sería lo opuesto a la memoria fotográfica).

 El famoso "Bar Fuentes" del pueblo San Ceferino no es, porque ese estaba frente a una plaza, y hasta donde se sabe, no había semáforos en San Ceferino. Todos los consultados concuerdan, además, que el "Bar Fuentes" estaba a mitad de cuadra, y las mesas y las sillas eran las antiguas mesas de bar color marrón oscuro, pequeñas, y sillas con el respaldo curvado, tan incómodas para colgar el saco, pero que servían bien a su propósito de contener las espaldas del cafetante al momento de inclinarse un poco hacia atrás, las manos sobre el vientre, los dedos entrelazados, entornados los ojos para mirar entre las hojas de los fresnos y las tipas que ofrecen su generosa sombra a los bancos que están a lo largo de la calle San Martín para que el caminante pueda disfrutar un poco de sombra en esas calurosas tardes cuando hasta el sol está harto de sus rayos ultra super plus ultra quemantes.

 Así que bueno, ahí queda la incógnita. Solamente sirve a los efectos de enllenar esta serie.


Fernando

Marzo, MMXX2

domingo, 13 de febrero de 2022

Ventanas de bares: Villa Idem



     Ubicada bien cerca del Parque Provincial Ernesto Tornquist, donde se encuentra el famoso cerro, Villa Ventana es un pueblo tranquilo a pesar de su destino turístico. La primera impresión que uno se lleva al llegar a esa comarca es que cuatro días serán más que suficientes para recorrerla: desde Tornquist hasta Saldungaray (los extremos de este circuito), pasando por Sierra de la Ventana no hay ni noventa kilómetros. Una papa, diría el turista acostumbrado a cumplir hitos logísticos y no tanto a disfrutar del camino (vea, si no, querido lector desprevenido, la etiqueta "Autonautas" al costado de este texto y entenderá un poco mejor de qué hablamos)

    Pues bien, alerta spoiler, y para quitarle dramatismo a nuestro relato: resulta ser que cuatro días son más que insuficientes para visitar esta región. Empezando por Saldungaray, donde está el cementerio con la monumental entrada a cargo del arquitecto Salamone; ahicito nomás hay una reconstrucción de un fortín de la época de los Malone (¿Eh? ¿Cómo dice? ¿Que en plural? Pero, ¿y la rima, eh, eh, eh?). Bueno, decíamos, Saldungaray, que hasta tiene viñedo y bodega como en las famosas provincias andinas, produce un vino serrano de gran calidad de la cepa cabernet franc. De ahí, claro, a almorzar a Sierra de la Ventana. Después recorrer el Parque Provincial, el circuito de montaña hasta llegar a una gruta, el Monte Calvario, la ciudad de Tornquist con plaza a cargo del mismísimo Carlos Thays y uh, ¡la gran siete! ya tenemos que volver.

    Por eso decimos: vayan a Villa Ventana, pero con unos cuantos días para poder ver las cosas con tranquilidad y no andar a las corridas.


    ¡Salú!

Villa Ventana - Centro



Fernando

Febrero, MMXXII

martes, 8 de febrero de 2022

Ventanas de bares: La leyenda del Caburé

 La leyenda guaraní cuenta que Tupá, el Dios Supremo, creó al caburé para que las demás aves intentaran imitar su canto maravilloso. Pero como los dioses siempre le pifian en algo cuando crean, Caburé tenía un punto débil: no podía ser sorprendido durmiendo.

Así es que el demonio Añé lo encontró, y convirtió al caburé en un ave fea, y su canto maravilloso le servía ahora para atraer a los demás pájaros y así elegir su presa.

Sin embargo, la creencia popular dice que las plumas de las alas del caburé son un poderoso talismán para atraer la fortuna, la amistad, el amor.

 Cuando en 2016 abrió Caburé Libros, en México al 600, yo desconocía esta leyenda. Tenía una idea del poder de las plumas del simpático pajarito por lo que comentaba Riverito, el rey del ooooooooooocho, y nada más.

Así es que allí, a poco de andar, conocí a mi gran amigo Ale, y mi gran amor, Mariela. La fortuna todavía está pendiente, pero bueno, dos de tres no está tan mal, ¿nocierto?

 


En la foto: Caburé Libros la mañana de inauguración. Notar los estantes casi vacíos a la derecha, que tan pronto estarían poblados de aventuras, desventuras y reflexiones en su formato libresco.


Fernando

Febrero, MMXXII

 

 

 

 

 

 

domingo, 6 de febrero de 2022

Ventanas de Bares: la poésie que j'aime

 Lo descubrí una mañana que llegué temprano al trabajo, y como no había nadie en la oficina, me fui a tomar un café mientras esperaba. Poco después ya era adicto al Bar la Poesía, de Bolívar y Chile, y me sentaba en la misma mesa, siempre que fuera posible. Incluso hasta llegué a saludar y preguntarles cómo andaban a algunos proveedores: el sodero, el que lava la mantelería, y uno que llegaba en moto y de traje pero nunca supe proveedor de qué era.

Allí conocí a mi musa Cairíope, que habitaba en la parte de abajo de las mesas, solo para que yo pudiera comenzar a escribir nuevamente, después de tantos años.

Nunca más pude comunicarme con ella. Sé que ahora anda ocupada en inspirar a otros talentos en talleres de monstruos y otras fantasías. Asi que aquí va mi homenaje.

¡Salú!


Fernando

Febrero, MMXXII

viernes, 4 de febrero de 2022

Ventanas de bares: ¿dónde está la madre de Dorrego?

 Esta foto tiene unos cuantos años. Pero no tantos como cuando el Bar Dorrego era, a diferencia del cuento de Hemingway, un lugar sucio y mal iluminado.

Antes de que San Telmo se convirtiera en un lugar de moda, los bares y restoranes eran, por lejos, mucho más baratos que de Av. de Mayo al norte. Pero además de mantener mesas, sillas, decorados y adornos de larga data, parecía ser que mantenían la suciedad también, y hasta uno podía llegar a creer que estaba pisando polvo colonial.

En cuanto a esta foto, me causó gracia que el cesto de residuos hubiera desaparecido, quedando solo una tapa que parecía una mesa al exterior del bar, como para tomar un café de parado, rápido, antes de seguir camino.


Fernando

Febrero, MMXXII

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