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jueves, 22 de julio de 2021

Los números cantan

 

Fuente: The New York Times
 

Toda vez que intentamos justificar alguna apreciación, es inevitable recurrir a algún tipo de número. Los desinfectantes, por caso, tan valorados en estos tiempos, que dicen eliminar el 99,9% de bacterias y virus. Lo que no dicen es por cuánto tiempo, porque si así fuera, que los eliminan, ya no habría representantes de estas diminutas aunque no siempre simpáticas especies, dada la enorme cantidad de desinfectantes que se vierten al día en todo el mundo. O tal vez esto nos habla de la enorme resiliencia de bacterias y virus.

O bien las encuestas, que nos dicen que el 48% de un determinado sector de la sociedad opina a favor de cierto tema.

Incluso cuando discutimos en un bar, luego de varias cervezas que nos han regalado por contar con certificado de vacuna, diremos que un 80% de la gente sabe tal cuestión.

Esto es así desde la invención de la matemática, la reina de las antiguamente conocidas como ciencias exactas. De Einstein en adelante, esto de la exactitud ya no es tan así, y por eso hoy día la famosa denominación va cayendo en desuso, al menos en el ámbito académico.

Lo que me sorprende de las estadísticas y de las encuestas y de los datos poblacionales en general es cómo calculan la fracción de persona, ¿no? Había un pequeño truco que usaban los maestros para enseñar la regla de tres simple: te planteaban así, "si un niño a los dos años tiene tres dientes, ¿cuántos dientes tendrá a los dieciocho años?"

Ahí, claramente hay dos trampas. Porque nadie tiene más de 32 dientes a los dieciocho años, pero en el medio ha dejado de ser niño también.

Pero esta pequeña digresión viene a cuento de que semejante lógica no se aplica a lo que mencionábamos antes. Véase como ejemplo el cuadro estadístico que ilustra este artículo, que muestra la cantidad de muertes por cada cien mil habitantes en Estados Unidos de América entre 2014 y 2018. ¿No es sorprendente que no haya ni un número entero? Es decir, si no tenemos 54 dientes no muere media persona. ¿O será que cuentan a los que están en coma?

Si alguien tiene la respuesta, por favor escríbanos.

NOTA: Blogger ya no permite responder a los mensajes, pero son leídos todos.


Fernando

Julio, MMXXI

 

martes, 27 de abril de 2021

La caverna


 Hace más de un año que estamos acá, en aislamiento o distanciamiento, ya no sé muy bien.

Las cosas que vemos a diario parecen sombras chinescas. Proyecciones horizontales sobre planos verticales, y vice versa.

Teníamos un plan muy bonito para el dos mil veinte, que se fue al diablo. Una locura todo.

Cada día mueren quinientas personas. Solamente decir sus nombres nos llevaría un buen rato, ni que hablar si quisiéramos hacer una mínima reseña de sus vidas.

Pero no queremos. Ni decir sus vidas ni reseñar sus nombres. Salvo que sean famosos, claro. Ya hemos dicho eso alguna vez.

Así que acá estamos, mirando las sombras de los objetos reflejadas en el fondo de la caverna.

Algún día, quizás, veremos las cosas como son.


Fernando

Abril, MMXXI

domingo, 25 de abril de 2021

Cómo nombrar la muerte

 

Decíamos en “Contar y no contar” que poco y nada sabemos de los fallecidos por Covid-19. Se ha elegido contar en su primera acepción, es decir, poner un número a una categoría más o menos homogénea.

Vemos a continuación algunas aproximaciones a este hecho:

BBC Mundo


 

 

 

 

 

 

 

 

tanto como Televisa


optan por hacer hincapié en el primer fallecimiento de América Latina, pero ninguno de los dos menciona el nombre del fallecido, solamente dicen que había viajado a Francia y que tenía otras enfermedades. 

 

Por su parte Clarín sí da el nombre, y lo hace al finalizar el primer párrafo


 

Infobae también opta por citar el nombre del fallecido, aunque recién lo menciona el tercero.


 Una vez más, querido lector desprevenido, queda a criterio de la redacción qué sabemos y qué no. Tal vez se pueda argumentar que sería tedioso nombrar una centena de muertos cada día. Es posible, pero también es posible que este simple hecho, dar los nombres de los fallecidos, pueda hacer tomar conciencia a todos aquellos que, no digamos alegre pero al menos sí livianamente piden no restringir actividades, interponen sus derechos individuales por sobre los de la sociedad que los contiene sin detenerse un instante a pensar que sus derechos individuales también conllevan obligaciones individuales. Así como está penado atropellar a alguien con el auto, debería estarlo el ser desaprensivo con las medidas sanitarias para cuidar de no contagiar a otras personas la enfermedad.

NOTA PRINCIPAL: Contar y no contar

Fernando

Abril, MMXXI

 

Contar y no contar

 


Contar puede tener diferentes acepciones. Por un lado, puede ser numerar cosas considerándolas dentro de una categoría homogénea. Por otro, significa narrar un hecho, real o ficticio. Esta última, a veces, puede coincidir con la primera: hacemos un conteo de los fallecidos por la covid-19 cada día con la intención de graficar lo difícil que está la situación luego de un año largo en que empezó la enfermedad en Argentina.

En nuestro artículo “La covid-19 mata” decíamos que nada sabemos de los fallecidos por esta enfermedad: ni sus nombres, ni sus historias de vida, sus gustos o sus disgustos.

Hoy vemos que así como ocurre siempre, solamente se hace una semblanza del muerto si es famoso por alguna razón. En las últimas semanas han fallecido periodistas, cosa que hizo que volvieran los barbijos a los estudios de TV, e imaginamos que también a los de las radios y las redacciones de los periódicos. Sin embargo, no deja de llamarnos la atención que se sigan promoviendo actividades que propician el contagio de esta enfermedad, cuando estamos en el mejor momento para evitarlo. En efecto, ya hay una gran cantidad de personas que han sufrido la enfermedad, millones que han recibido la vacuna, y un flujo de arribo de dosis que va en aumento. Es decir, una buena parte de la población tiene ya algún tipo de inmunidad. Es el momento justo para hacer uno de los últimos esfuerzos a fin de lograr que los contagios bajen, pero que si ocurren bajen a la vez la gravedad y la mortalidad.

Pero no. Se sigue en un desenfreno de descuido y se propician actividades que lo único que hacen es movilizar a la población y conducirla a situaciones donde la protección disminuye fuertemente. ¿Acaso alguien tiene la habilidad de fumar bajo al agua así como la de tomar cerveza o comer con el barbijo puesto? ¿Todos los padres llevan a sus hijos a la escuela en auto, ninguno toma un tren, un colectivo? Sabemos de la existencia de los antivacunas porque no les tocó tener muertos por tuberculosis, viruela, poliomielitis entre las más comunes. Todos ellos, antes de ser anti vacuna fueron vacunados. Y si no lo fueron, por alguna rara excepción, estuvieron a salvo por la gran cantidad de niños vacunados gracias al calendario obligatorio impartido desde el estado. Ese el concepto de salud pública: vacunar a los individuos para cuidar la salud de la sociedad. Es en aras del bienestar grupal que nos vacunamos, que no fumamos en lugares cerrados, que no escupimos en espacios públicos (o no deberíamos) o hacemos nuestras necesidades en la calle (ídem). Higienizar nuestro cuerpo y los alimentos también ayuda a todo esto. ¿Quién no se ha visto en la necesidad de no darle la mano a alguien por estar lleno de grasa o mugre producto de la actividad que realizaba justo antes?

Entonces, querido lector desprevenido, hoy queremos rendir  homenaje a todos los fallecidos por Covid-19 en Argentina, y lo hacemos através de Guillermo Abel Gómez, que el 7 de marzo de 2020 fue el primer fallecido por la enfermedad en el país, a la vez que hacemos llegar nuestras condolencias a sus familiares y amigos.

 

TE PUEDE INTERESAR: Cómo nombrar la muerte


Fernando

Abril, MMXXI

miércoles, 3 de febrero de 2021

Santa María Novella


 

Porque a los ojos de Dios la sabiduría de este mundo es locura.

Corintios; 3, 19

Campo de Fiesole – Día 5  de Cuarentena –– Año del Señor MMXX

¿Quién lo iba a decir, pleno siglo XXI? Pues bien, aquí seguimos, mi amada y yo, en esta finca tan tranquila, alejados del mundo infecto. Las mañanas suelen ser neblinosas en esta época del año, y a Fiammetta le gusta desayunar en la cama, mientras miramos la bruma por el amplio ventanal. Jugamos a contar historias, para que el tiempo sea más llevadero.

Ella cuenta el cuento del Rey Envejecido, que había hecho una maldad a su reina y, en castigo, los hados hicieron que por cada año que viviera a partir de ese momento, envejecería dos. El rey, desesperado, llamó al vicario para que buscase una cura a su mal. El anciano eclesiástico se veía desconcertado, porque el daño que sufría el Rey parecía irreversible. Era ya un hombre anciano y no era fácil, en tiempos de peste, salir a buscar hechiceras que se avinieran a revelar un conjuro para salvar al monarca.

Al pasar el primer año, y al ver el rey que no se curaba, mandó decapitar al vicario. Antes de que cayera sobre su cuello la pesada hacha que blandía el verdugo, el vicario alcanzó a decir “tres serán los años que envejezcas por cada uno que vivas”. Espantado, el rey corrió hacia el patíbulo, e hizo señas al verdugo para que detuviese la ejecución. El rostro y el torso manchados de sangre le indicaron que era tarde.

Vencido, el rey acudió al mausoleo donde yacía el cuerpo de su reina, muerta por su arranque de celos al creer que la soberana tenía amoríos con algún caballero cuando él se ausentaba para atender asuntos de Estado. Se hincó frente a la tumba, y cubierto el rostro por sus marchitas manos, imploró el perdón de la muerta. Horas después, el cuerpo enjuto y casi irreconocible del soberano era lavado para cumplir con los rituales mortuorios.

Así termina la historia, mi amado Giovanni Bocaccio, dijo Fiammetta. Yo la besé en la frente, y sonreí para mis adentros. No puedo creer que todavía, después de 673 años, pueda seguir imaginando historias para escapar de la peste negra.

 


 Fernando

Febrero, MMXXI

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