CANCIÓN DE LOS LIBROS
FUTUROS
Nuca te me acabarás,
Buenos Aires
y me darás temas para
rato...
hasta que el
sentimiento se me haga pedazos
en tus encantadores
accidentes de tráfico.
Pero... ésta es la
antelación del canto de mañana
el preámbulo de los
libros futuros
que comencé a escribir
en la carne de mi hijo,
el fuerte, recio businessman de 1950.
Mientras tanto
edificaré mis poemas sucesivos
con la plomada de tus
nuevos edificios
y el cemento de tus
futuras catedrales.
Disculpáme, che,
ciudad, si todavía,
mi verso torcido y
serruchado tiene barro en los botines.
Es la última tierra de
tus excavaciones
es la raíz de ti misma,
es la sangre de tus venas
subterráneas,
es tu respiración de
exudado gas en los levantamientos
y en los empastelamientos
de los futuros
rascacielos,
que ya están haciendo
su ademán de granito en tu cielo
cuadriculado
en tejidos eléctricos.
Hasta ahora le estuve
milongueando a ese cardumen
de pobres animales que
te habitan,
porque, después de
todo, Buenos Aires,
poné la mano en el
corazón y confesáme:
¡ellos te construyeron,
con sangre de su poder
y cemento de sus huesos,
y empapelaron de nuevo
ante el asombrado ojo del
forastero,
tiññendo su angustia
gris y uniforme
con Neo Lux de
entusiasmos...!
Para mañana te prometo
(si me dejan)
cantarte hasta romperme
en un alarido de entusiasmo,
en una pamperada de
nacionalismo,
arrancando ladrillos en
forma de estrofas,
e imágenes de
entubamiento
y metáforas de
ensambladura
para tu grandeza brutal
y severa de Banco de
Jesú-Cristo...
Varias veces hemos afirmado
en Cosas que pasan que algunas voces
han dicho mucho antes y mejor lo que queremos expresar. Nicolás Olivari, en
este caso, nos habla del progreso, de esa ciudad que se está transformando para
mutar casas en edificios, hijos en hombres de negocios (businessman, augura el sujeto poético para el suyo, en poco más de
veinte años).
Olivari, como un
futbolista que pasa de Boca a River, dejó el grupo de Boedo para irse al de
Florida, por fuertes discrepancias con Elías Castelnuovo y Leónidas Barletta. Decir
que luego también criticó la editorial Proa,
de Ricardo Güiraldes es apenas una pincelada de esta personalidad rebelde e
incontenible.
En el poema que hoy
citamos creemos ver cierta coincidencia con la línea editorial de este blog: en
efecto, el sujeto poético le habla a “ese cardumen de pobres animales” que
habitan la ciudad. Esa Buenos Aires que definitivamente está dejando de ser la
Gran Aldea para entrar de lleno en la modernidad de los negocios. Decíamos hace
poco que el Progresso não tem fim y mostramos de qué manera la sociedad actual se nutre de las clases menos
favorecidas en términos económicos, claro, para crecer al infinito. El progreso
debe tener un comienzo, ya que no fin. Y estos años treinta son un ejemplo
claro de por dónde vendría la cosa: la así llamada Ley Sáenz Peña, sancionada
en 1912, que establecía el voto secreto y obligatorio (sólo para hombres,
conviene aclarar, deberían pasar casi cuarenta años para que las mujeres
pudieran elegir autoridades), fue un primer paso hacia la ampliación de los
derechos de los habitantes de la República, que hasta ese entonces veían cómo
los conservadores hacían gala de un sinnúmero de triquiñuelas para llevarse el
primer puesto en cada elección.
Sin embargo, este
interregno democrático duraría poco, ya que en 1930 ocurriría el primer
derrocamiento de un gobierno elegido por el pueblo. Con la caída de Hipólito
Yrigoyen a manos del dictador Uriburu, se abre una de las páginas más negras de
la historia de las clases populares en Argentina. Esta incapacidad de los
derechosos conservadores argentinos se mantuvo por casi un siglo, ya que
recién en 2015 un partido de derecha sería el vencedor en unas elecciones
libres. (Descontamos el gobierno de Carlos Menem, ya que llegó a la presidencia
desde las filas del peronismo y con un discurso marcadamente peronista:
revolución productiva y salariazo)
Así, entonces, desde
otra perspectiva, apreciamos que no todo tiempo futuro será mejor, o no en
todos los aspectos. Hoy seguimos asistiendo al dominio de las peores prácticas
dentro de lo legal para que el trabajo sea cada vez más precario, que los
derechos que fueron reconocidos a lo largo de tantos años se debiliten y que
las luchas de los trabajadores sean vistas como estorbos para que los grandes
industriales y comerciantes se enriquezcan cada vez más a costilla del “cardumen
de pobres animales” que ponen el cuerpo a la construcción de esas obscenas
viviendas y torres de oficinas que luego se enorgullecen de no permitir el
acceso a las personas que las construyeron.
Fernando
Marzo, MMXXI