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domingo, 17 de marzo de 2024

Olvidos

 


Las tormentas trajeron inundaciones. Las inundaciones vinieron con cortes de luz. Los cortes de luz se llenaron de recuerdos. Recuerdos de un amor que empezó por vía epistolar (los correos electrónicos pertenecen a ese género), y que terminó en silencios. Yo sé que no me porté bien, y quise disculparme. Pero todo fue en vano. 

Ahora volvió la luz y puedo volver a leer. Y entonces la lectura me recuerda esa relación que había olvidado casi. O, mejor dicho, no tenía tan presente todo el tiempo como cuando ocurrieron los primeros silencios. Ahora el silencio es total, y ya no me duele. Solamente me da un poco de pena saber que me equivoqué fiero y no la pude remar.

Entonces me encuentro con un poema de Cecilia Pavón que me recuerda esto que había olvidado, y quiero poner acá en el blog por si alguna vez me lo olvido del todo y encuentro, como por casualidad, que ese poema que había escrito para recordar el olvido ha tenido varias visitas estos días. Lo dejo acá en este link para quien quiera.


Han pasado 17 días,

hasta ahora no he recibido ninguna observación de tu parte,

ningún tipo de respuesta,

ningún elogio, crítica o comentario

de nada de lo que te envié…

Lo que dice la razón es que no debería escribirte más,

el tiempo avanza y me olvido de todo lo que nos dijimos

esa noche que fuimos a beber y bailar,

me olvido de tus ojos.

(Cecilia Pavón - "Lista", en Querido Libro)

Fernando

Marzo, 2024

miércoles, 13 de marzo de 2024

Ganas de Escribir


 

Siempre que leo cosas de Cecilia Pavón me dan ganas de escribir como ella. Entonces hago citas, busco referencias, me quedo un rato embelesado con las cosas que se le ocurren, me pregunto cuánto tiempo trabajará en cada cuento o en cada poema. Me mando emails que nunca voy a leer, que van a quedar perdidos (bueno, perdidos no, porque están ahí, se los puede buscar), más bien serán olvidados, porque no tengo muchas ganas de escribir cuando veo que me pongo a escribir y no me sale nada ni siquiera un poco de parecido a lo que escribe Cecilia Pavón.



Lleva mucho más tiempo leer que escribir

Lleva mucho más tiempo leer que escribir,
me di cuenta de eso siendo como un pajarito
que va de bar en bar con una novela (cualquiera)
y un cuaderno a rayas.
Lleva mucho más tiempo curarse de un trauma
que traumarse
años de silencio y respiración
ojos cerrados hasta encontrar
aquel momento en la infancia
incrustado como un diamante en el barro
días y días de pensar
sola en mi departamento:
¿por qué le temo a la muerte?

Fernando
Marzo, 2024

martes, 28 de noviembre de 2023

Señales (o los muertos saben)


 

Dice Irene Vallejo en su artículo “Quédate, fantasma”:

“recordar es, en cierto modo, dejarse visitar por fantasmas.

 En los primeros momentos del duelo, no deseamos escapar de la memoria, no queremos volver a la vida normal. La idea misma del consuelo suena a deserción, a falsedad, a despropósito. Durante las horas vacías, invitamos al espectro, le rogamos que nos obsesione y embruje nuestra casa.”

Esa sensación espectral que nos habita, por momentos se hace tan intensa que no nos queda otra que dejarla salir, verla deambular por sus lugares favoritos de la casa, la vemos ahí tomando mate, haciendo cuentas, escuchando la radio.

De igual modo brotan las lágrimas, se hacen tan densas que no podemos contenerlas y estalla el llanto. ¡Qué no daríamos por sostener su mano una vez más! Andar esas calles antiguas en busca de un bar donde mirarnos a los ojos, reproducir charlas tantas veces sin sentido, todas las veces divertidas, emotivas, necesarias.

Hay quienes sueñan con sus muertos. Les hablan y les dicen que están bien, que estén bien. Inclusive hay quienes han perdonado y sido perdonados post-mortem en sus sueños. Pero hay quienes no tenemos esa suerte, y debemos interpretar los mensajes encriptados que nos mandan.

Ahí está el texto de Vallejo, por caso, que tan bien describe lo que se siente en los primeros momentos que nos tocan vivir cuando la muerte se lleva a la persona amada. Queremos que el dolor dure para siempre, nos parece una traición reír, tener hambre, trabajar. Nos parece horrible estar vivos cuando los muertos vienen a la memoria.

Más todavía cuando nos encontramos disfrutando el momento, de saber que estamos haciendo cosas que queremos hacer, que nos gustan y nos dan placer. Pensamos que los muertos hubieran querido que así fuera, que estemos bien, porque eso querían y nos decían en vida.

Sin embargo, nos mandan señales. De pronto al texto de Vallejo se suma una contratapa de Juan Forn, “Morir es otra cosa”, que muchos años antes de la pandemia ya nos alerta sobre la muerte deshumanizada, de los que mueren solos en los hospitales. Forn cita el libro Ayudar a morir, de la doctora Iona Heath, donde dice:

“Siempre que sea posible, los pacientes deben morir en un lugar familiar y querido. No deben morir en soledad. Hay que comunicarse hasta el final con el moribundo, y no sólo de palabra sino también a través del contacto físico, mirándolo a los ojos, sosteniendo su mano.”



Y es entonces que los muertos se aparecen y nos miran con sus ojos desolados. Brotan de nuestro interior porque ya no podemos contener el dolor de haberlos dejado solos en un hospital.

 

Fernando

Noviembre, 2023 

 

lunes, 24 de abril de 2023

The long haired boy - El chico de pelo largo / de Shel Silverstein (fragmento)


 There was a boy in our town with long hair—
I mean really long hair—
And everybody pointed at him
And laughed at him
And made fun of him.
And when he walked down the street
The people would roar
And stick their tongues out
And make funny faces
And run in and slam their door
And shout at him from the window
Until he couldn't stand it anymore.
So he sat down and cried
Till his whole body shook,
And pretty soon his hair shook too,
And it flapped
And flapped—
And he lifted—
And flew—

Shel Silverstein

Había un chico en el pueblo con pelo largo-
Quiero decir con pelo realmente largo-
Y todos lo señalaban
Y le hacían burlas.
Y cuando caminaba por la calle
La gente le rugía
Ponía caras raras
Y corrían y golpeaban sus puertas
Y le gritaban desde la ventana.
Hasta que un día no lo pudo soportar más
Y se sentó y lloró
Hasta que le tembló todo el cuerpo
Y pronto su pelo se sacudió también
Y aleteó
Y aleteó
Y se elevó
Y voló

(Traducción propia)


Fernando

Abril, 2023

martes, 13 de septiembre de 2022

El show (fragmento)

 

Madre soltera y otros poemas - Blatt & Ríos - 2020


La tristeza no quiere
ser invisible

si se agazapa
como un gato
esquivo
y hace de cuenta que esconde
la cara
es para que la miren”

Marina Yuszczuk,


sábado, 2 de julio de 2022

El tiempo pasa

 

SOLITUDE

 

In my solitude you haunt me

with reveries of days gone by.

 

Música De Duke Ellington

 

Mi soledad no está sola:
está conmigo
Me acompaña dondequiera
que voy: duerme en mi cama
come de mi mano: respira
el aire que respiro
Me habla con mi voz
camina como yo camino
siente lo que yo siento
Sólo una vez mi soledad
se alejó de mi lado
me abandonó: partió
Fue esa tarde que conocí
a la mujer de mi vida
Meses y meses sin mi soledad
noche tras noche con mi gran amor
ocupando el espacio
de mi desamparo
Hasta que un día todo terminó
como siempre terminan
los amores eternos:
en un abrir y cerrar de ojos
Y ahora
he regresado a mi casa
Mi soledad me recibe
con los brazos abiertos
no me dice nada
no me reprocha nada
me abraza me consuela
Llora conmigo

Oscar Hahn

**

No queda mucho que agregar. Solamente que el recuerdo a veces se hace presencia. Por un instante fugaz ella está conmigo. Luego se desvanece. Queda el recuerdo, una sonrisa apenas que, pronto, se hace mueca.


Fernando

Julio, 2022

domingo, 8 de agosto de 2021

Cómo se vive la muerte

 

¿Ya hablé de la muerte?/ Murió mi hermano/ murieron mis padres/ murió el padre de mis hijos/ tantos amigos murieron y dije y digo que no están más./¿Eso es hablar de la muerte? Dejé anotado que se fueron/ les dediqué libros los nombré/ por sus nombres me anoticié de que nadie me contestaba./¿Eso es hablar de la muerte?

Tamara Kamenszain

 

Imágen: Página12

Un artículo de Mercedes Haffon en Página/12 del 8 de agosto de 2021 trae a colación estos versos de Tamara Kamenszain, muerta el 28 de julio de 2021.

La muerte, al principio, es bastante ruidosa. Por todos los modos conocidos se expresa el dolor que deja esa ausencia.

Luego deviene dialoguista. Se conversa mucho con los muertos, de las cosas del día a día, de algún proyecto que, en tiempos de pandemia, son pocos.

Y más tarde se torna silenciosa. Los muertos por su lado, por el suyo los vivos. Se recuerdan aniversarios, cumpleaños, cosas que iban a ocurrir.

Hasta que de pronto una foto antigua hace que explote el llanto, el grito o el gemido, que no pueda contenerse la lágrima.

Foto de una foto

 Fernando

Agosto, MMXXI

martes, 4 de mayo de 2021

Termina un ciclo

 

Ya ha pasado un año. Ya no habrá más primeros años sin ella. Ya no habrá primer cumpleaños, primera Navidad, primer Año Nuevo, o el último viaje ni la última foto. Ya está cumplido ese ciclo.

“Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro” dice Mario Benedetti en el final de su novela La Tregua. Así es que un 3 de mayo de 2021 venimos a enterarnos de la aparición del último número de le revista Carapachay o la guerrilla del junco que conocí gracias a los amigos de la librería Caburé ahí en México 620 de la ciudad de Buenos Aires. Tuve el honor de ser el primer cliente una mañana de junio de 2016, cuando paré a tomar un café y leer un poco antes de entrar a la oficina.


 

Después vinieron noches de charlas con escritoras y escritores, presentaciones de libros, talleres con Jorge Consiglio, Walter Lezcano y Christian Kupchik entre otros.  Ahí conocí a mi gran amigo Ale, a mi gran amor, Mariela, y hasta tuve la ocasión de hacer un taller sobre lectura de textos literarios.

Hace días soñé con un amigo muerto. Que ese amigo muerto estuviera vivo por unos minutos me resultaba aliviante: era una oportunidad de despedida. No había resabios de pesadilla en la escena, porque ninguno de los dos sabía en el sueño que él había muerto hacía dos años. Eso producía una suerte de encuentro parecido al que teníamos cuando lo visitaba en La Plata. Y creo que por eso al despertar sentí una emoción profunda. Después de mucho tiempo había vuelto a ver a Leopoldo. Recién ahora, escribiendo, asoma un nudo en la garganta, una verdad, y asumo que el sueño más que un reencuentro escondía un adiós pendiente.

Eso dice Oliverio Coelho en la nota “El eterno reencuentro” del que por ahora es último número de Carapachay. Palabras más o menos, es lo que me pasa con Mariela. He soñado con ella hace poco, y la soñé hermosa y emperifollada para una fiesta, con su sonrisa enorme y permanente y sus payasadas. Fue, me gusta pensar, su manera de decirme que la recuerde así, vital y con entereza. Se hace difícil, a decir verdad. La vida continúa, solemos decir. Y es verdad, continúa, igual que el dolor. No es que no pueda reírme, ni pasar un rato agradable con amigos o familiares. No. Es que siento el vacío, la ausencia, las ganas de mirarla a los ojos los domingos a la mañana cuando disfrutábamos del silencio de la casa y del ruido de las bombillas. Del saber que ya no. Ese dolor lo tendré para siempre.

Al mismo tiempo que tendremos la posibilidad de seguir visitando la Revista Carapachay, y va mi abrazo y gracias por las buenas lecturas que nos han dado todos estos años.

 

Fernando

Mayo, MMXXI 

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