Cuando internaron a Mariela, empecé un texto que llamé Paréntesis. Hoy, poco más de un año y medio después, decido cerrarlo. Fueron pasando las siguientes cosas:
Leo una nota de Alexandra Kohan:
Dice, en una parte:
Jacques Lacan introdujo una novedad en relación al duelo: lo que nos duele no es tanto el objeto que perdimos, sino eso que fuimos para el que perdimos. Ese movimiento que propone puede parecer apocado, chiquito, nada estridente, pero resulta fundamental para que las piezas en la experiencia del duelo se dispongan de otra manera. Lo que fuimos para ese otro que ya no está conforma nuestra más íntima singularidad, esa que no va a poder repetirse en ningún otro lado, en ninguna otra relación. Es ese algo que nos hizo únicos -y no “lo único”-, no sólo para el otro, sino para nosotros mismos. Ese algo que fuimos y que se va con el que ya no está.
Poco después, viajando por facebook, me encuentro este poema de Julieta Pinasco.
Hoy viniste.
Traías como siempre tu sillita amarilla.
No me dijiste nada.
Yo estaba trabajando y me llevó un rato darme cuenta de que ahí estabas.
Te delató el sonido que hacían tus huesos al chocarse.
"¿Qué hacés?", te dije sorprendida.
Y me miraste con tus ojos de muerto.
Y había tanta pena que te senté en mi falda.
Entonces apoyaste tu cráneo y,
si acaso a los muertos les es dado el sueño,
vos te fuiste durmiendo.
Yo te canté bajito,
para no despertarte,
una canción que decía que el amor no se muere;
que, simplemente, cambia
para que puedan morir en paz los muertos
y logren vivir los que quedan llorando.
Hoy veo esta nota de Dolores Gil:
Después de todo, somos los deudos los que ayudamos a nuestros muertos a convertirse en lo que son. Dice Despret: “Si no los cuidamos, los muertos mueren totalmente. (…) La tarea de ofrecerles un «plus» de existencia nos corresponde. Este «plus» se entiende, ciertamente, en el sentido de un suplemento biográfico, de una prolongación de presencia, pero sobre todo en el sentido de otra existencia. (…) Los muertos piden que los ayudemos a acompañarnos; hay actos que realizar, respuestas que dar a ese pedido. Responder no solo consuma la existencia del muerto, sino que lo autoriza a modificar la vida de quienes responden”. La escritura de Parte de la felicidad fue un acto para mi hermana, un acto que yo entiendo como curación, pero en el sentido etimológico de la palabra cura: cuidado, preocupación amorosa, afán, obra, trabajo.
En síntesis, a pesar de la profunda tristeza tenemos que de alguna manera seguir adelante con nuestras vidas porque hay otros a nuestro alrededor que también nos precisan, a los que también precisamos. Pero es imperioso mantener la memoria de los muertos, ya que, como bien indica Dolores Gil en su artículo, si no los cuidamos, los muertos mueren por completo.
Fernando
Noviembre, MMXXI