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martes, 27 de septiembre de 2022

Poemas de lo cotidiano


 

Es difícil poner los sentimientos en palabras. Por eso es que se recurre tanto a los escritores para buscar esos sentimientos llevados al papel. Y en general, todos los lectores esperan que las palabras coincidan con los sentimientos, palabras tristes para la tristeza y así.

 

Pero las palabras, como las penas, de afuera son todas iguales: lo que cambia es lo que las provoca, sus causas; y salvo raras excepciones, una palabra en sí misma no evoca el objeto significado. Mucho menos si lo que está significado es una emoción.

 

Por eso, tal vez, Marina Yuszczuk dice en un momento:

 

Tengo una pena. A veces no se puede decir una pena, se puede sentirla. Pero que no se la diga no quiere decir que la pena no esté.

“Zambita de las penas”

Aunque reconoce no poder dejar de escribir poemas quejosos, a veces resultan muy divertidas sus apreciaciones. Por caso:

 

La ropa parece mojada cuando uno la toca,

si se apoyan los labios

se puede distinguir la verdad

es igual que besarla, pero no

no tengo tanto amor por la ropa como para besarla

“Nuestra ropa duerme sola y afuera”

 

Intuimos en este libro mucha cuestión autobiográfica, aunque nada indica que no se puede hacer ficción con la poesía. La reiteración de determinadas situaciones nos lleva a pensar en que la autora ha pasado por ahí varias veces, y por eso conoce tanto de lo que habla. Salvo que sea para una amiga, como suele decirse.

 

Sobre el final, aparecen unos breves cuentos, y entendemos que el último, “De banquito”, sí es bastante autobiográfico, ya que, como Borges, Marina habla de Marina, y al darle la voz a su abuela Dunia, lo hace con maestría pero mucho más con ternura. La evocación es tan cómica como conmovedora. 

Bueno, como casi todo el libro.

 

Fernando

Setiembre, 2022 

miércoles, 23 de marzo de 2022

Lectura de la novela Hamnet

 


En las primeras páginas, antes incluso de que empiece la historia, ya sabemos de qué trata Hamnet, la novela de Maggie O’Farrell: de la muerte sorpresiva del hijo varón de William Shakespeare. Que Hamnet y Hamlet eran el mismo nombre. Que la tragedia Hamlet es un homenaje que el dramaturgo le hace a su hijo muerto. Entonces, se preguntará el lector desprevenido y enojado por habérsele estropeado (traducción de spoil) la anécdota, ¿para qué voy a leer algo que ya sé de qué se trata? ¿Fue a ver Titanic?, preguntamos. Sí. ¿Y para qué fue, a ver si el barco llegaba a Nueva York y todos felices y contentos? Tiene razón.

Hamnet es, ante todo, la historia de Agnes, madre del niño muerto. Y es ahí donde se centra la novela, en describir las sensaciones de esa mujer enamorada, alegre, encantadora y luego triste, atribulada, acongojada, furiosa, decepcionada. O’Farrell no ahorra palabras para mostrarnos los distintos estados por los que va pasando Agnes. La sigue de cerca todo el tiempo, casi hasta hacernos sentir su respiración, sus pensamientos.

No descuida, por cierto, a los demás personajes. También trabaja de manera minuciosa las emociones. Pero el despliegue que hace con la protagonista no tiene igual. Ni siquiera con Hamnet, o el esposo que, dicho sea de paso, nunca es nombrado por su nombre: se dice de él esposo, hijo, actor, autor, pero nunca se lo nombra.

Por momentos es imposible dejar de llorar mientras se acompaña a Agnes en el dolor. Y la escena final, cuando ella va al teatro, es definitivamente el punto más alto. Ahí nos cierran todas las preguntas que teníamos pendientes, a la vez que se abren otras, pero el sentido y la trama de la novela nos dejan con la boca abierta y las lágrimas fluyendo.

 

Fernando

Marzo, MMXX2 

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Vikinga Bonsái o Bombay Por Ana Ojeda

 

Vikinga Bonsai - Eterna Cadencia - 2019


 

La novela de Ana Ojeda es una delicada experimentación con el lenguaje, que recorre lugares del pasado como cuando dice “cachivache” o “se hacen las sotas”, el uso de neologismos como “dueño menefreghista” o “televisor con devedera”.
Destaca el uso del así llamado “lenguaje inclusivo”, y el constante presente en la vida de los personajes. Casi no hay referencias al pasado, y el futuro es muy cercano: el posible arribo de Maridito un lunes.


No es menos verdadero que la observación, la ironía, el humor y a veces cierta desesperanza están a la orden de casi cualquier párrafo. Por ejemplo este:

“Arreglan: la SUBE de Gregoria Portento en préstamo para ir y volver, a cambio de la socialización de Lepanto, alegre salchicha de brillante pelaje, sorpresa para cuando lleguen les chiques de vuelta de la escuela. #quedamosasí”


Dos comentarios finales: el nombre Lepanto para el perrito de Pia es una genialidad, aunque también hay que decir que a veces es salchicha y a veces es caniche. Los une el checheo, eso es verdad.


Y los “hash-tags” usados sin reparo son otra genialidad que resume situaciones imposibles de la novela tanto como el exacerbado uso de los susodichos signos en cualquier publicación de red social que se precie.


Conclusión: lean Vikinga Bonsái, no os arrepentiréis.

 

Fernando

Diciembre, MMXXI 

jueves, 9 de diciembre de 2021

Cuentos con serpientes

 


Leo dos cuentos con serpientes en un mismo día:

"Cuando llueve parece humano",  de Giovanna Rivero, en Tierra fresca de su tumba. Y "Animales paternos", de Juan Revol, en la revista Be Cult

Por suerte, 2021 no es el año de la serpiente, si no, ya estaría buscando una criollita para cortarme las venas, porque si digo una yarará para que me pique se perdería el tono irónico del comentario y pasaría a ser preocupante para los lectores. ¿Se imaginan el cargo de conciencia que les quedaría si, por alguna causa, termino picado por una yarará?

 

Pero sí hay coincidencia en el nombre de los autores: Giovanna es el femenino de Juan. Y en los temas: los dos son cuentos sobre engaños, madres y padres que tienen que vérselas con sus pasados, las consecuencias en el presente.  El presente en distintas acepciones: tanto en sentido de presencia, de ahora como también de regalo. En los dos cuentos hay regalos. Regalos que se pierden, de alguna manera, por decisión de sus protagonistas.

 

Hay en los dos cuentos consecuencias. Hay en los dos cuentos distintos planos de narración. En itálica en el caso de Rivero, separados por asterisco (*) en el caso de Revol. Y ahora que lo pienso, Rivero/Revol tienen también su parecido. Con sus diferencias, claro. ¿De qué sirve parecerse tanto a otro que no haya diferencia?

 

Pero volviendo al tema de las serpientes. Recuerdo que que una vez en un viaje vi pasar una serpiente y me quedé mirándola. Incluso hasta le saqué fotos. Cuando le comenté al guía, se puso pálido. Tuviste suerte, me dijo cuando recuperó el aliento. 

¡Es tan poco lo que sé de víboras!

 

Fernando

Diciembre, MMXXI 

 

 

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