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martes, 2 de febrero de 2021

La suavidad de las pantallas


 En distintas oportunidades hemos visto que el mundo del consumo alocado que nos toca vivir intenta hacernos creer que todo es posible de ser hecho en tres simples pasos. Cosa que puede ser cierta, es factible reducir una actividad a tres partes. De hecho, la literatura misma se basa de tres grandes géneros: poesía, drama y narrativa. Y las dos últimas, no siempre la primera, se estructuran en introducción, desarrollo y desenlace. Ahora bien, la existencia de los tales pasos no indica en modo alguno que cada uno sea simple. En nuestro artículo Pre-pos-pandemia hay una imagen que nos permite apreciar que los pasos no son uno, dos, tres. Hay 1.1, 2.1, etc. Incluso he completado encuestas que demandan más de diez minutos.

Lo que hoy queríamos traer a colación es una nota que Noé Jitrik publica en Página 12 el 27 de enero de 2021. Dice Jitrik:

Como el personaje de Pérez Galdós me siento desconcertado y triste cuando se me pone enfrente la realidad de un presentismo inmediatista, sin matices ni relieves, sin densidad, cuando me he pasado la vida tratando de comprender cómo han ido tomando forma las cosas, desde las palabras hasta los gustos, los idiomas y los escritos, la moral y las ideas, los seres humanos y sus sentimientos.

Este blog Cosas que pasan lleva por subtítulo para ver el espesor de las cosas. Tales simplificaciones a tres simples pasos son las que queremos resaltar, porque detrás de cada pequeño avance de la tecnología hay un sinnúmero de horas de trabajo de personas que no conocemos ni conoceremos, y que acaso morirán sin poder ni siquiera soñar en adquirir algo de lo que su trabajo ayuda a producir.

Vea, si no, el lector desprevenido lo que pasa con la clonación de caballos de polo. Por un lado, se acostumbra el polista al animal tanto que cuando el equino deja de competir, se siente como perdido el jugador. Entonces recurre a copiar su animal favorito. Pero, por el otro, el ciclo de reproducción de una yegua es demasiado “lento” para el mundillo del polo.

Cualquier yegua que sea un crack juega en primavera, se reproduce en verano y puede sacar uno o dos embriones por año. Pero si la multiplicás diez veces, dejás una jugando y el resto las cruzás con los diez mejores padrillos. Porque hay 11 meses de gestación y cuatro años hasta que juegan; y en cuatro generaciones de animales se te va la vida… Clonando acortás los tiempos de prueba y error.

dice Adrián Mutto, doctor en biotecnología y en biología molecular, director de Crestview Farm (una de las ramas estadounidenses de la compañía) e investigador del CONICET en la Universidad Nacional de San Martín al medio digital Red/Acción

 

Es decir, los tres simples pasos de la vida, nacer, reproducirse y morir son, para este deporte, demasiado largos. Decimos este deporte porque es el que nos ayuda a ejemplificar cómo la vida se nos muestra sin relieves, con la suavidad de las pantallas táctiles de nuestros celulares o tabletas, que nos muestran todo lo que queremos en unos pocos clics (no queremos abusar del número mágico). Más allá del espanto que puede producirnos la clonación como método para copiar un animal como quien copia una escritura traslativa de dominio, lo que venimos diciendo es que todo esto está teñido por la inmediatez a la que se refiere Jitrik en su nota, y cómo es poco conocido el trasfondo de la cuestión. Se nos muestra a un equipo imbatible que gana y gana campeonatos y hace de este deporte el más exitoso de Argentina. Pero poco sabemos de que la mayoría de los animales que entran a la cancha son clones. Todo eso porque no se puede “esperar” a que la yegua tenga su cría y esta cumpla cuatro años para poder jugar.

¿Faltará mucho para que el equipo de yeguas clonadas esté integrado por jugadores clonados? Tal vez no sea ese el punto, sino la creencia de que esa copia adquirirá por arte de magia en el proceso de la copia las experiencias por las que pasó el original. Y esto, a todas luces, no es así. Ese clon deberá crecer y aprender y practicar y caerse del caballo tanto como el que le dio los genes. Y acaso, como se indica en la nota de Red/Acción, sea una copia de mala calidad y no llegue a nada.

Esa, en definitiva, es la mayor de las simplificaciones: hacernos creer que no vale la pena vivir nuestras vidas, que hay que ser exitosos a cualquier precio y que si un animal nos parece excelente, no podemos esperar a que venga otro, hay que copiarlo. Basta de creer en la evolución y adapt

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