Al final del primer día noté que recorrí muchos kilómetros y
al final del viaje estaba muy cansado. También el costo se eleva, porque es
algo que no había previsto: el aumento del precio del combustible. Está el
germen de un cuento, que parece un thriller
psicológico. Pero no le encontré la vuelta a la crónica de viaje, que hoy
me lleva hasta Ibañez, a 3 km de la ruta 29. Es interesante el camino de
acceso, que está bastante roto, pero te lleva y te trae, tiene curvas y
contracurvas que desembocan en lo que alguna vez fue la estación del
ferrocarril., cosa que explica por qué todos los pueblos están hacia el mismo
lado de la ruta. Al oeste de la ruta hay campos, acaso estancias, algunos
bosquecitos con plantas que danzar, pajaritos tímidos que escapan porque saben
que no tendré la paciencia que hace falta para esperar que regresen y poder
fotografiarlos. Casi como los habitantes de estos pueblos, que seguramente me
han visto, pero no han salido al encuentro, así como yo tampoco me he acercado
a ellos. Solamente traigo unas fotos, mis recuerdos, mis tristezas y alegrías
(las vaquitas siguen siendo ajenas)
¿Cómo será vivir en estos pueblos? El tren ya se ha ido, es
claro: vías que no conducen a ninguna parte están ahí como símbolo de algún
tiempo en que la producción se iba hacia el puerto y regresaba en artículos
manufacturados. Hoy el tren ha sido reemplazado por el camión, que arruina los
caminos y exige la sanción de la ley 11430 que en su artículo 71 impide la
circulación de vehículos pesados hasta 72 hs después de la lluvia. ¿Qué pasaría
sí, como en Macondo, lloviera durante cuatro años?
El tren, en cambio, podía ciruclar igual, lluvia o no
lluvia.
Day #5, marzo, mmxvii
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