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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Nuestra Señora de Santa Fams

 


 

Yo no sé qué tienen en la cabeza los que les ponen nombres a los barcos. Se pueden dar la mano con los que bautizan caballos de carrera.

Yo cuido. No, no, cuido solamente. El barco quedó amarrado ahí hace no sé cuánto. Y bueno, yo cuido.

Y, no sé decirle, poco antes de la pandemia, me parece.

No, no fue por eso. El capitán se quedó sin crédito para pagar los gastos de amarre, y después nos agarró el virus.

Lindo barco, no como ahora que está todo oxidado y lleno de ratas.

Eso dicen, pero yo no conté cuántos bajaron. Tampoco sé cuántos había, así que es difícil que le diga.

Si, hay veces que se escuchan ruidos. Pero no hay que creer todo lo que dicen, la gente inventa cosas en seguida.

Lo más raro fue una noche de niebla, había algo de viento que sonaba entre los botes.Parecido a una persona que se queja de dolor, era el ruido. Yo les dije que no subieran, que se podían lastimar, pero vio cómo son los jóvenes, no les importa nada. Cuando les hablé se asustaron tanto que uno cayó por la planchada y el otro se desmayó. Tuvo que venir una ambulancia.

Eso es lo más raro.

Y, qué sé yo, una punta de años. El barco quedó ahí en 2020, ¿no?, y bueno, esto que le cuento habrá sido hace treinta o cuarenta años, en el 2090, año más año menos.

Faltaba más, para lo que guste mandar.

 

Fernando

Diciembre, MMXX

 

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Yín nǚwáng


 

CUANDO los representantes de la dinastía Qing, Qiying, Ilibu y Niujian, firmaron el tratado de Nankin con el imperio británico en agosto de 1842, luego de que China perdiera la guerra del opio, no pudieron imaginar que, más de un siglo y medio después, la famosa Shanghái se vería invadida por despensas y fiambrerías venidas del hemisferio sur como una suerte de reflujo a la corriente de supermercados que se instalaron en distintos puntos de Argentina.

Chunsen Jun, el noble y venerado héroe del Reino Chu, en cuyo nombre se inspira la ciudad de Shanghái –llamada también Shencheng en su honor-, se revuelve en su tumba cada vez que oye hablar de “La Reina del Plata (Yín nǚwáng) – Despensa y Fiambrería”.

Por suerte para los restos de Chunsen, el aislamiento para prevenir la propagación del coronavirus proveniente de Wuhan ha provocado el cierre de muchos de los locales con ese nombre profano que habían proliferado en las cercanías de Suzhou, al oeste de la ciudad.

 

Fernando

Diciembre, MMXX 

martes, 8 de diciembre de 2020

Monte Logan

¡Pandemia, dejá eso, carajo! ¡A la cucha! ¡Chuuu, a la cucha!

 

Ufff, maldito Husky. De todas las cosas que podía romper justo fue a agarrar esta carta. No queda nada, apenas las últimas líneas. No puedo salir de este silencio, que tiene memoria. Y en ella estás. Adiós.

 

Sé que la carta estaba fechada en Anchorage, pocos días después de que se fue del Parque Nacional y Reserva Kluane, en el Territorio de Yukón. Sé que decía que le cansaba mirar los 5959 m de altura del Monte Logan.  Que no sabía bien qué le pasaba, que tal vez todo era como el Monte Logan, que se había quedado a 41 m de tener seis mil de alto. ¡Cuarenta y un metros! Menos de media cuadra, cinco para el peso. Así se sentía, que no había podido llegar a entender qué hacíamos ahí. O mejor, que no sabía qué me pasaba, que solamente la quería como compañera de trabajo. No pretendía nada más que un cariño más profundo, poder compartir una siesta aunque más no fuera. Pero no, ahí estaba yo, había hecho todo bien, pero me quedé a cuarenta y un metros.

 

Tengo grabada en la retina la mañana en que agarró el trineo, los perros, provisiones y abrigos y se fue. Me dijo que me avisaría cuando llegara a Anchorage, y que de alguna manera me iba a mandar de vuelta todo, salvo las provisiones. Quería volver a Buenos Aires, o Córdoba o Junín, pero ya tenía suficiente de nieve, de días extremadamente cortos o excesivamente largos, generalmente nublados, con poco sol y que, por cierto, la cima del Logan se veía pocas veces al año.

 

Pandemia me mira desde su lugar bajo la mesa. Está tendido de panza, con la cabeza apoyada en las patas delanteras, los ojos apenas abiertos. Por momentos, gime despacito. Yo lo miro desde el sofá, mientras termino un whisky, con los ojos apenas abiertos y gemidos apagados. Después de un rato me levanto y lo llamo, salimos a caminar. Ya las pocas horas de luz se van acabando, así que aprovechamos a juntar algo de leña, a buscar y traer una rama. Cuando volvemos, yo cargo una bolsa grande con leña, y Pandemia tira de su carrito con esquíes con los troncos más gruesos. Va a buen paso y parece disfrutar de la caminata: da pequeños saltitos cada tanto y gruñe con satisfacción cuando le rasco un poco atrás de las orejas.

 

En el porche me quedo un instante para fumar una pipa. Miro hacia el horizonte, que apenas se distingue entre la bruma y la nieve. De pronto Pandemia sale corriendo, se detiene y me mira, vuelve a correr, como llamándome. ¿Qué ha visto? Entorno los ojos. En el silencio del crepúsculo se escuchan los aullidos de una jauría que tira de un trineo.


 Fernando

Diciembre, MMXX

lunes, 7 de diciembre de 2020

Protocolo


 

-          Y si el Aleph es el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos, no es de extrañar que Borges haga transcurrir su cuento en estas pocas cuadras de Constitución, ¿no es cierto? Desde Brasil y Lima a Caseros y Tacuarí y luego hasta Garay y Tacuarí no hay más de diez minutos de caminata tranquila.

Me cautivó.

-          Te faltó Pavón y Santiago del Estero, le dije.

-          Pero, esa esquina no figura en el cuento.

-          No.

-          ¿Entonces?

-          ¿Querés ir a ver? Estamos a no más de diez minutos de caminata tranquila.

            En el hotel nos indicaron el protocolo:

            Utilizar los trajes de lycra provistos (aunque tenían costo adicional), que cubrían todo el cuerpo salvo los genitales. Los trajes, una vez puestos, debían desinfectarse con alcohol en gel (también provisto, aunque incluido en el precio). No se permite quitarse el barbijo ni el intercambio de saliva bajo ningún concepto. El preservativo es de uso obligatorio. Puede utilizarse lubricante de resultar necesario.

            Nos miramos. Conteniendo la risa, accedimos a cumplir el protocolo, que debimos firmar de puño y letra.

            Los trajes no eran fáciles de colocar, y el alcohol en gel provisto era excesivamente oleoso, por lo que las maniobras que realizamos resultaron en cabriolas inesperadas, al punto de caer al piso ya que las sábanas de raso y el gel resultan súper resbaladizos.

            El golpe terminó con nuestros ímpetus libidinales, pero de cualquier forma aprovechamos para dormir un rato. Recorrer el mundo en un solo punto en no más de diez minutos puede ser extenuante.

 

Fernando

Diciembre, MMXX 

domingo, 20 de septiembre de 2020

La Covid-19 mata

 

Nota principal: No quiero mi chip

Oponerse a la cuarentena para prevenir contagios de Covid-19 está muy de moda por estos días, básicamente como un modo de oponerse a la acción de los gobiernos que la proponen como método para cuidar la salud pública. Podríamos creer que, de conocerse una manera mejor, más eficaz, de protegerse del coronavirus, hubiera un debate con base cierta para decidir qué otra forma podríamos utilizar.

Pero, cosa que nos apena mucho, no escuchamos ninguna otra propuesta válida. Nos dicen que el virus no existe, que es una excusa para expropiar empresas, que son todos inventos de una cierta agrupación política o que intentan dominarnos con el cambio de ADN. Decíamos en la nota principal que ya bastante alienados estamos como para que todavía nos quieran alienar más. Y acaso estos ya lo estén en tal grado que sea inútil todo intento (incluso este) por tratar de convencerlos de cosas.

Lo verdaderamente cierto es que la Covid-19 mata en grandes cantidades. Hemos hecho un repaso por los acontecimientos trágicos que ocurrieron en el país en el último siglo, sin ser exhaustivos, claro, y pudimos determinar lo siguiente:

 

Puerta 12: 71 muertos (1968)

Caucete: 65 muertos (1977)

Embajada de Israel: 22 muertos (1992)

AMIA: 85 muertos (1994)

Avión de Austral: 74 muertos (1997)

Avión de LAPA: 65 muertos (1999)

Cromañón: 193 muertos (2004)

Tragedia de Once: 51 muertos (2012)

Explosión de gas Rosario: 22 muertos (2013)

Total: 648

 

Covid-19: 12491 (al 18/09/20)

 

Es decir, que en solo seis meses, las muertes son casi veinte veces todas las que ocurrieron a lo largo de casi un siglo. (Y estamos considerando hechos que ocurrieron en un día solamente. Es decir que al 18 de setiembre, tenemos un promedio de 65 muertes por día. Es como si cada día tuviéramos un terremoto como el de Caucete o cayera un avión. Y bien se sabe que en los últimos días las cifras aumentaron muchísimo, y estamos en más de cien fallecidos diarios, de los que nada se dice, nadie ofrece condolencias a los familiares, no sabemos sus nombres ni detalles de sus vidas. Es decir, se pasan por alto estos títulos que, de tratarse de alguno de estos acontecimientos, cubrirían las tapas y los horarios centrales de los noticieros durante semanas.

https://750.am/ - 18/09/20

 

 

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