Nos pasábamos largos ratos, desnudos, en la terraza del departamento que alquilamos por una semana en Mar de los Llanos, junto a la playa. Era abril y hacía bastante calor. No había otros turistas en el complejo, así que nos quedamos tranquilos sabiendo que no nos iban a denunciar por atentado a la moral y las buenas costumbres.
La piel de Laura M. era morena, y parecía un helado de chocolate y vainilla al descubrir las zonas que rara vez quedan expuestas al rayo del sol. Me gustaba verla así, medio dormida en la reposera, disfrutando del vaivén de su pecho y de su vientre con cada respiración. Tal vez suene extraño, pero me producía una calma inmensa verla así, desnuda, tranquila, lejos por un instante de las preocupaciones diarias, su cuerpo ondulante como un mar calmo. Sea of Tranquility, pensé y me reí fuerte.
– ¿Qué hacés?
– Te miro.
– Jajaja, ¿hace mucho?
– Un rato, no sé.
– ¿No te aburrís?
– ¿De mirarte? ¡Nunca!
– Sos lindo.
– Vos más.
Pero así como podía estar calmo, de pronto su cuerpo se ponía tormentoso y estuvo contoneándose y retorciéndose un buen rato, hasta recuperar la tranquilidad.
Después nos duchamos y salimos a caminar un rato. En la playa nos cruzó un perro con un collar rojo. Se ve que no tenía nada mejor que hacer, y nos siguió por la costa y cuando salimos de la playa. Se había levantado viento, y decidimos caminar por las calles arenosas, llenas de árboles, casas aquí y allá, puestas como al voleo. Al perro le pusimos Lager, una mezcla de nuestros nombres. Lager, traé el palito. Lager, sit. Lager, hacé el muertito. El perro nos miraba, divertido, sin hacer nada de lo que le pedíamos. Lager, hacé caso, carajo, le gritó Laura M., y Lager empezó a gemir y a llorar, claramente ofendido. Bueno, bueno, Lager, no llorés más, vení, vení, perrito lindo, le dijo Laura M., y Lager recuperó el buen talante. El tema es que de tanto nombrarlo nos vinieron ganas de tomar cerveza.
Lager, llevános a una taberna, le dije.
Increíblemente, el pero echó a andar. Lo seguimos, muertos de risa y algo preocupados porque se estaba formando una tormenta. Lager corría, y cada tanto paraba y miraba hacia atrás como para asegurarse de que lo seguíamos. En un momento se escuchó un silbido y Lager salió disparado. Corrimos también, pero era imposible alcanzarlo. Después de una cuadra dejamos de correr y seguimos andando.
– ¿Lo ves?
– No, se escapó.
Hicimos una cuadra más. Laura M. lo llamó, y entonces Lager apareció desde una casa y se quedó ahí, ladrando en medio de la calle, contento de vernos. Nos hizo fiestas cuando llegamos, y los dos hicimos ¡plop! Al leer el cartel: CANTINA – BIERHAUS “DIE ROTE LATERNE” – COMIDA ALEMANA.
Fernando
Enero, 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario