La casa no es como la que había pensado. Esta tiene unas rejas oxidadas, y tengo que trepar por un árbol para ingresar: las puertas y ventanas de la planta baja están cerradas y no hay manera de abrirlas.
Por dentro se parece bastante a la casa del bosque, si bien está muy descuidada. Busco en los dormitorios, en el baño, el cuarto de enseres del primer piso. Nada. Voggart no está. Bajo por las escaleras a los manotazos para apartar las telarañas. Se me mete una en un ojo y tropiezo en los escalones más bajos. Voy a la cocina, no sale agua. El ojo me arde y me resulta imposible mantenerlo abierto de tanto que molesta y lagrimea. Me lo tapo con la mano para mantenerlo cerrado, y con el otro medio abierto llego hasta el sillón que está frente al hogar. Me siento y miro al piso. Sostengo con dos dedos las pestañas del párpado superior y muevo el inferior de forma enérgica para que las pestañas sirvan como escobilla para barrer las impurezas que entraron al ojo. Terminado el proceso, lo abro despacio. Siento una mejoría, pero todavía arde bastante. Reclino la cabeza en el sillón y me quedo así un rato.
Abro los ojos después de un tiempo. Me molesta apenas. Ya no puedo distinguir se la molestia es real o solo es el recuerdo de que hubo algo ahí. Me acerco a la ventana y noto que es de noche. Me debo haber quedado dormido. Busco el celular para mirar la hora, pero está sin batería. Si no hay agua seguro que no hay luz tampoco, pienso. Acciono la perilla que tengo más cerca. Nada. Intento en la cocina, tal vez esa lamparita está quemada. También nada. Bueno, solo falta que sea luna nueva, me digo, así la oscuridad es total, y que justo pase por acá una jauría de lobos hambrientos y me coman. Tengo a favor que las aberturas de planta baja están cerradas, y los lobos tendrían que subir por los árboles. Difícil, me consuelo mientras busco por ahí unos fósforos o algo para encender un fuego. ¿Quién me habrá mandado dejar de fumar, no?
Ojalá haya una caja de fósforos, pienso con todas mis ganas. Encuentro en la cajonera del bajo mesada una caja de Ranchera con dos (2) unidades. Es de esas que ya no hay, de cera, con la cabeza azul. No sé si estarán ahí desde hace tanto o es que además viajé en el tiempo. Como sea, busco papel o ramas secas para empezar una fogata. Está empezando a hacer frío, se levantó viento y algo debe pasar porque por más que pido, no consigo volver a casa. Será porque estoy muy cansado. O porque no se puede viajar más de una vez un mismo día. No lo sé, Voggart no me explicó cómo funciona, solamente me dijo que hay que desear con todas las fuerzas.
Pero Voggart tampoco aparece.
Fernando
Enero, MMXXIII
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