Comprar RELACIONES

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martes, 26 de agosto de 2014

Homenación

Estación Banfield - Línea General Roca

Peldaños, pie, instrucciones, pie; martillos, ladrillos, clavos, ventanas; cielo, galerías, ida, vuelta; cartas, vómito, conejitos; novela, amantes, sangre, continuidad; cosmopista, osita, autonautas; motocicleta, caída, hospital, sacrificio; cortar, pedir, tropas, bisiesto; microbio, estupefacción, contaminación; noche, juegos, Buenos Aires, París, Barcelona, La Habana; Bettina, pameos, sensualidad.

Atemporal, terrupta, silencioso, estrecha, circular, sincera.

La cucharada estrecha. El copiloto silencioso. La noche circular. La noche boca arriba. Continuidad de los parques. El otro cielo. Un tal Lucas.

¿Cómo nombrarte sin nombrarte
sin el recuerdo triste de la Maga
sin la ñata contra el vidrio
parecido a un axolote?

¿Cómo nombrarte o recordarte
sin la vuelta de Oliveira
sin un viaje alrededor de una mesa
o la imagen de la Osita en algún catre?[1]



Fernando Berton, en el centenario del nacimiento del mayor cronopio argentino.

[1]Berton, Fernando; "Evocación" (Fragmento); Papeles al Viento; Libros en Red –impresión por demanda-; Buenos Aires, 2014; Pág. 6

jueves, 21 de agosto de 2014

Leer a otros para uno mismo

La lectura es el arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos ajenos.
            
 Ricardo Piglia





Dame lo que queda de mí
La historia es sencilla, y siempre se repite. El chico sale de la escuela y el padre lo espera en el auto en la puerta de la escuela. Le pregunta cómo le fue en la escuela, y lo alcanza hasta Defensa al 1400, frente al Parque Lezama, sobre los adoquines, la vía del tranvía ahora invisible que cuenta la leyenda del barrio. Pero esa es historia aparte, y el chico no sabe si se repite.
En la primera parte del trayecto, el chico come un sándwich amoroso preparado por la amorosa madre y que le ha entregado el obediente padre, que conduce el auto en silencio en la primera parte del trayecto, mientras el chico engulle el sándwich, en silencio, como cada martes.
En la segunda parte de la travesía, el padre guarda silencio y el chico se cambia el saco del uniforme por uno sport, tira la corbata y la reemplaza por un pañuelo de cuello, se saca los zapatos que trueca por unas zapatillas. Algo así como ponerse las vestimentas de la ceremonia. Un ritual para mutarse en otro.
En la tercera y última parte del viaje, conversan de algunas cosas leves. El padre recuerda que el sábado hay partido y quiere saber si el chico lo acompañará. El chico dice que sí, y también que ha tenido un revés con Claudia, que no se ha mostrado interesada en su propuesta de ir a tomar algo un día de esos. El padre dice llegamos. El chico se baja frente al Parque Lezama. El auto se va. El chico prende un cigarrillo. Tose. Se atraganta. Llora.

Subiendo la cuesta
En el taller de lectura, el chico descubre cosas sorprendentes sobre el oficio de escribir. Lo dirige un señor de frente amplia, cabello crespo peinado hacia atrás, con un bigote prominente y un cigarrillo negro entre los dedos de manera permanente. Tiene los ojos entrecerrados casi todo el tiempo para evitar que el humo se meta de improviso en los ojos marrones, y tiene los labios algo prietos, pero a punto de sonreír todo el tiempo.
Tiene, en una forma diferente de tener, una biblioteca que ocupa toda la pared, y a la que está permitido acercarse a no más de medio milímetro. “Es la Puerta en Dos”, sentencia el coordinador con voz grave, y sus ojitos entrecerrados y sus labios prietos sonríen al unísono. Los otros talleristas sonríen, también. Y también sonríe el chico, y con sus ojitos huidizos busca alguna mirada cómplice entre los talleristas, una mirada que diga “yo no termino de entender lo que quiso decir”. No la encuentra.

Vas a entrar en mi pasado

Leemos: “La biblioteca fue un encuentro extraordinario porque yo modifiqué el curso de mi vida”.[1]

El chico ha crecido. Tiempo después de la muerte de su madre, se vio obligado a dejar el taller de lectura. Intentó volver, tiempo después, pero el taller ya no se dictaba. La vida lo llevó por otros caminos. Se hizo importante e importado. Viajó por el mundo. Tuvo un matrimonio y tuvo hijos. El matrimonio ya no lo tiene (se sabe). Los hijos, todavía sí. También el padre, pero casi no lo usa.

Todas esas cosas podría relacionarlas, si quisiera, con frases que ha leído, ya en literatura, ya en canciones. “La verdad” –dice el chico– “está en las minifaldas, en los partidos 4 a 3 y en el rocanrol”.

O sea, la lectura[2]

La vida es la interpretación del sentido de un texto

La lectura es una excusa para pasar el tiempo, sentados en las baldosas frías de un pasillo que separa la casa del jardín, cuando las tardes de verano transcurren lánguidas entre el almuerzo y la aparición de los primeros chicos para andar en bici. La lectura es un espejo. Es la rama que aparece, salvadora, cuando el coyote cae por el precipicio. Es Cortázar, que piensa lo mismo que el chico pensaba aferrado a su patito amarillo en las noches de miedo al cuarto enorme y frío. El patito amarillo. Amarillo, amarillo, amarillo, amarilloamarilloamarishoamariyo…   hasta que la palabra perdía todo el significado. Y entonces el miedo. Miedo. Miedo. Miedomiedomedomediomimiedomimesis. Uno que se construye por los otros. Dice Piglia. O algo así (puede el lector volver al casillero inicial, en caso de duda, sin que signifique ello que ha perdido su turno).

Y así se va construyendo el chico. Que de pronto se mira al espejo y se ve otro. Esas palabras son de otro. Toda esa vida que se ha ido haciendo de lecturas, es un ir y venir entre las páginas del libro y las de la vida. Hasta que un día, se vuelva a fojas cero.

Los zapatistas lo han dicho así: “Detrás de estas máscaras, estamos ustedes”

El chico no podría decirlo mejor.





[1] Petit, Michele; “Elogio del encuentro”; Congreso Mundial de IBBY, (International Board on Books for Young People), Cartagena de Indias, 18-22 de septiembre de 2000

[2]  “O sea, la música”, es un cuento de José Viñals en el maravilloso libro Miel de avispa (Ediciones de Belgrano, Buenos Aires, 1982)


sábado, 19 de julio de 2014

recuerdo

vamos a sentarnos a la orilla de este río / a ver si vemos pasar aquel en el que nos bañamos cuando chicos / ver si vemos los recovecos de sus aguas turbias / tibias / a ver si vemos los ecos de los besos que nos dimos / a ver si vemos los retorcidos versos que dijimos / a la orilla de este río que nos tuvo entre sus brazos cuando chicos

 //

estoy sentado a la orilla / con la cabeza entre las manos / entre las rodillas / sentado cerca del río / que parece ser aquel que nos mojaba / que parece que quisiera recordar / los abrazos que nos daba / con sus aguas turbias / tibias

//

es de noche y ya no se ve / el agua / solamente se oye el lamento / que besa en un susurro la orilla / de este río que parece / que recuerda / que se escurre / el río entre los brazos / el agua turbia / el agua / turbia / tibia / me asfixia





Fernando Berton
Copyright 2014

jueves, 12 de junio de 2014

Se van para la A

Foto: http://canchallena.lanacion.com.ar/1700655-ya-esta-en-su-lugar-independiente-supero-la-angustia-y-volvio-a-primera
El fútbol es así. El domingo pasado, puteamos a todos "estos muertos que no sirven para nada"
Ayer gritamos, lloramos, los puteamos también, y sentimos que todo podía ser inútil cuando a los 29 del segundo tiempo, Abila convirtió pero en posición adelantada.

Abila es de Huracán y que, como otras veces, se ha quedado mirando lo que se lleva Independiente. Lo decíamos hace un año, y lo repetimos ahora.

El fútbol, la cosa más importante de las menos importantes, otra vez nos da un respiro. No puedo, en lo personal, decir alegría. Es poner las cosas en su lugar y nada más.

De ahora en más nos queda soñar a que Independiente recuperará su grandeza, que otra vez jugará finales y llenará vitrinas con trofeos. Nos queda soñar eso, solamente.

Pero ahora, ponemos el sueño de Independiente entre paréntesis, porque está el sueño de otros muchachos que también juegan por recuperar la gloria. Soñemos con ellos, también


lunes, 26 de mayo de 2014

De vos en cuando


de vez en cuando para vos / es siempre / siembra de tempestades / besos en el silencio / de la
siega / de la noche oscura / y un te extraño que no he dicho casi nunca / pero los dias sin vos /
siguen siendo mudos / testigos del ensueño / de los mundos ocultos / en las mesas de los
bares / de los ojos profundos como mares / como llantos de sangre / recuerdos de la costa
clara / y unas chicas bailando su alegría // una tarde cualquiera / para vos / es siempre que te
miro / por detrás de la tapa / del diario del fin de semana / de la sonrisa doblada / de la mañana
atrasada / y unos vientos que nos llevan / para allá / más allá de la frase / hasta terminar / en
párrafo




Fernando Berton
Copyright: Mayo - 2014

viernes, 9 de mayo de 2014

Silente

Mis palabras siempre dicen más de lo que dicen
 aunque mucho menos de lo que usted quisiera
 y es tal vez por eso
 tal vez por otra cosa
que he decidido expresarme con silencios
que como usted ve
son tan significativos

como este
por ejemplo
que no tiene empacho en mandarme
adónde jamás hubiera ido
o aquel otro
ese que se esconde entre sus lágrimas
y que para qué pensar más
si después de todo
aquel silencio ahogado
es de los preferidos porque
cuenta todo lo que ha pasado
y lo que a futuro será esperado

vea este otro si no
recién llegado de unos sueños
imposibles de callar en tan poco tiempo
silencio de juventud
incauto
que se lleva el mundo por delante
que no miente 
que es valiente irreverente impaciente

Vea aquél de allá
que llega así no más
sin decir agua va
y parece que tiene ganas de conversar
de sacar a la luz sus historias de silencio
de ignominias rencorosas
de secretos escondidos entrelineas
mamarrachos de pasiones que llegaron
por la contra o la portada
que cantaron sus glorias
y se acallaron así

como si nada


Fernando Berton
Copyright: Mayo, 2014 

martes, 29 de abril de 2014

Reacción Inminente

La tapa de la botella resistía los embates denodadamente. Ya iban más de veinte minutos y no tenía miras de abrirse. Dejé de insistir, algo ofuscado, tapé los bultos y me fui a dar una vuelta a la manzana.
Paré a comprar cigarrillos en el kiosco de Marcela, que me preguntó si me pasaba algo. Le dije alguna respuesta evasiva, porque no tenía muchas ganas de hablar. Pero ella parecía que sí, y me dijo que en una hora, como mucho, cerraba, y que si quería podíamos ir a tomar algo, o a cenar, mejor, ¿no me parecía?
No me parecía, pero no supe decirle que no. A las ocho tenía que pasar a buscarla, de manera que la bronca era, ahora, doble: tratar de terminar mi tarea antes del encuentro con Marcela. La puta madre, no tendría que haber salido, no.
Ocho y cinco estaba tocando el timbre. Le dije que me esperara, que había tenido un percance y me iba a demorar un poco, ¿no le parecía dejarlo para otro momento? No le parecía¿Me molestaba si pasaba a esperar? Me molestaba, pero no pude decir que no.
Estaba complicado, complicado. Sabía que había cometido un error fatal, que no tendría que haber pasado nunca por el kiosco, sabía que Marcela me iba dar charla, ella tenía esa capacidad de saber lo que me pasaba.

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