Se presentó en Caburé, Mëxico
620, CABA, el libro que reúne textos de dos grandes cronistas de sus tiempos, Roberto
Arlt y Rodolfo Walsh. En este caso, sobre sus respectivos viajes a la
Mesopotamia argentina.
Frente a una concurrida audiencia, Cristina Iglesia,
compiladora de este volumen, se encargó de moderar la presentación del libro
editado en conjunto por las Universidades Nacionales del Litoral y de Entre
Ríos, para la colección El país del
sauce.
Cristina Iglesia |
Ya nos tiene acostumbrados la librería y café Caburé a llevarnos a navegar. Y para
este escriba más bien de la tierra, de la llanura de la Pampa Húmeda, no deja
de ser una aventura salir a andar por esas aguas. Como tal vez lo fue para
Arlt, gran observador de las grandes urbes, encontrarse en territorios más bien
acuosos, si se me permite el oxímoron.
En efecto, para quien está acostumbrado a las comodidades de
la gran ciudad, el litoral del Paraná es una afrenta: calores propios del
averno, insectos del tamaño de mamíferos, peces que compiten en tamaño y
belleza con los del océano, no son fáciles de digerir. Menos aún en los años 30
o 40, cuando el terno y el sombrero eran obligatorios.
María Sonia Cristoff |
El río creció de noche
y se llevó de golpe todos nuestros sueños, nos dice la escritora María Sonia Cristoff en su
presentación. Y un poco nos quedamos pensando si no es esa la frase de cabecera
de los habitantes del río. O de las orillas, ¿cómo saberlo? ¿Se vive a la
orilla o se vive en el río?
Arlt desprecia a las
personas y los lugares que conoce, nos dice a su tiempo el periodista
Sebastán Lacunza. Tal vez tenga razón. Tal vez no. Leemos a Arlt en “En el
Rodolfo Aebi”[1]
Sebastián Lacunza |
La navegación de
cabotaje constituye un mundo aparte. Nosotros, hombres de la ciudad, hombres de
las calles con sombre de una vereda y sol de la otra, nos hemos olvidado que
existen ríos anchos y cálidos, orillas arboladas hasta donde se extiende la
vista, incluso ignoramos cómo es el agua de río. Mientras escribo estas líneas
me acuerdo de un poeta amigo que está escribiendo un poema, y que me confió lo
siguiente: <<Cuando hable del río Paraná, lo llamaré “río de
plata”>>
Pues yo (…) estoy
navegando desde las siete de la mañana, y son las cuatro de la tarde y todavía
no he podido descubrir qué es lo que tiene de plata el Paraná
Walsh, en cambio, nos dice
Lacunza, parece ser un cronista más riguroso. Intenta reflejar lo que pasa ahí
donde va, sin importar tanto su experiencia individual: es más preciso en la
información que da, y hace una “crónica total”: cuenta relaciones económicas al
mismo tiempo que la geografía y lo que hace la gente.
En esta misma línea va Christian
Kupchik, escritor, cronista de viajes él mismo, editor y traductor de varios
idiomas. Nos dice que Arlt parece estar espantado por lo extraño, y no intenta
comprender ese mundo extraño. Y entonces hará preponderar sus impresiones por
encima de lo que cuenta.
Christian Kupchik |
Al contrario de Walsh, que es un
viajero que intenta mimetizarse con el lugar donde está, participa desde
adentro, y nos cita un fragmento de la crónica “Vallejo: la soledad” (Pág. 140)
… miro salir el yacaré.
A la hora de la siesta sale ahí en la laguna. Es grande y viejo y solo, como
yo. Porque francamente, señor, acá no quiero compañera, y estas mujeres no
sirven más que para pelea. A mí me gusta demasiado cualquier cosa, pero tiene
que ser, nicó, respetuosamente. Así que yo solo nomá, desde que llega acá, ya
hace veinto año y algo, hace su ranchito y principia a levantar su quinta,
porque demasiado me gusta la quinta, y todo este árbol, todo es mi plantaje
Así Walsh,
como Sara Gallardo con su extrañísima novela Eisejuaz, -como tantos otros- le da voz al lugareño. Aparentemente
en las antípodas de Arlt.
Pero cabe
preguntarse si hay una forma correcta de describir lo que se ve. ¿Son más
verdaderas las crónicas de Walsh que las aguafuertes de Arlt? ¿O son ambas,
como diría Rulfo, puras mentiras?
Y es la
humilde opinión del escriba que hace bien Cristina Iglesia en poner en un mismo
volumen opiniones tan disímiles, con métodos casi antagónicos. Porque en
definitiva la realidad, esa construcción que llamamos realidad, se forma a
partir de puntos de vista diversos. Fundamentalmente en tiempos de visiones
sesgadas, de narrow-casting, que
apunta a públicos cada vez más estrechos, incapaces de aceptar que haya otras
opiniones.
Es por eso,
además de un trabajo enorme para recopilar y hacer un bello libro en tanto
objeto, que El país del río vale la
pena. Dicho esto por un cronista de las pampas.
Fernando Berton
Marzo, MMXVII
[1]
Nombre de la embarcación que lo condujo a la provincia de Corrientes. El
párrafo citado está en la Pág. 7 de El
país del río.
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