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sábado, 17 de diciembre de 2016

Tiempos modernos




Ayer se me ocurrió ir al cine. Y debo reconocer que, a riesgo de parecer un anticuado, tuve algunas dificultades. En primer lugar porque llegué tarde. Hice mal la cuenta de lo que debía caminar desde la oficina hasta el local, y llegué muy sobre la hora. Esto es porque me quedé haciendo tiempo, mientras leía un libro, en el Bar La Poesía. Cuando me quise acordar, había pasado más tiempo del necesario, así que tuve que salir corriendo hacia el futuro (la película se exhibía en un coqueto barrio cerca de la Costanera Sur).

Algo agitado por la veloz caminata, entré para ir directo a la boletería. Y no la encontré. Busqué unas ventaniillas por encima de las cuales se anunciaran las películas y los horarios y las salas. Pero no. Algo frustrado por la tardanza y mi incapacidad para adaptarme, fui a los chicos que te cortan la entrada, que con una gran amabilidad prefabricada (hola / buenas tardes / bienvenido al Cine Tal) me indicaron que debía dirigirme a la boletería. Y señalaron hacia los mostradores de venta de pochoclo y otras ofertas para acompañar la película. ¿Ahí?, pregunté con cierta incredulidad, con ostentosa timidez. Los dos amables chicos asintieron con sus cabezas, al unísono, sonrientes, como las prostitutas de Fargo.




Así que allá fui, temeroso de que me echaran a patadas al grito de "oiga, ¿no ve que esto es una pochoclería?". Pero otra vez no. Resulta ser que ahí venden las entradas. Que, si no sabés qué película vas a ver, tampoco podrás detectar, ya que los carteles luminosos dicen cosas como "Combo 1: 1 pochoclo + 1 gaseosa = $X,XX".  Entonces, de manera muy decidida, encaré a la chica y le dije "dos para Tren llegando a la estación, por favor". Y mientras esperaba la ominosa respuesta intuida un par de líneas arriba, la chica, sin que se le mueva un ápice su visera, me preguntó si para las 18:50 (ya pasadas, reitero) a lo que le dije que sí, y ella me dijo que todavía estaba en publicidad, así que no me hice problema, nada peor que entrar al cine con la película empezada.

Bueno, resulta que finalmente entré y me ubiqué en mi cómoda butaca, y pude disfrutar de la proyección. No sin saberme un viajero del tiempo, como en ese clásico de Spielberg, que no lograba decodificar el entorno.

Así que bueno, queridos todos, avíspense, que la cosa está cambiando. Hasta la próxima.

¡Pero! ¿No va hablar de la película?, intuyo que dirá el espectador desprevenido.

Y no, vea, la verdad que esto es por el entorno.

¡Avise! Usté está abusando de nosotros, los lectores / espectadores desprevenidos.

Puede, ser, pero vaya a ver, en este mismo blog, El paratexto de parabienes. Y tal vez un día de estos, la amable chica nos diga "¿quiere agregar alguna película a su pochoclo?"


The Reflex

ferbertonnandommxvidiciembre

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