Comprar RELACIONES

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martes, 17 de abril de 2018

¿Por dónde empezar?


El correo de yahoo, cuando querés mandar un nuevo mensaje, tiene un botón que dice "ESCRIBIR". Pero no es una escritura automática, después de apretarlo no salen opciones tipo "novela", "novela negra", "cuento". Apenas un formulario que uno tiene que completar. Está en blanco.

Es decir, el mismo tema de siempre, uno se las tiene que ingeniar como mejor pueda para saltar la parecita que hay entre la nada y la primera frase.Sin saber, muchas veces -por no decir nunca- qué hay del otro lado. O, sabiéndolo, si será posible regresar. Porque una vez que hemos escrito algo, ¿se puede dejar de ser escritor? ¿Escriben los escritores todo el tiempo? Suponemos que no. Que van al cine, que tienen dificultades cotidianas y esas cosas.que suelen ser materia de la escritura, aunque no siempre resultan interesantes para contar.

Se supone que tenemos que darle una vuelta de texto a la tuerca; encontrar el pasadizo entre la anécdota simplona y un punto de extrañación; bajar hasta el sótano o subir hasta el altillo para probarnos un pulóver viejo ahora que se avecina el invierno y hace veintiocho grados. Esas cosas suelen ser aplastadas horriblemente por la realidad de no tener uno la prestancia de ser lo suficientemente prudentes en ponernos el pulóver con la ventana cerrada.


















Fernando
Abril, MMXVIII

domingo, 15 de abril de 2018

Viajar mejor


Cuando uno baja en la estación Constitución del tren Roca, lo que ve desde hace unos cuantos años (antes habìa un cartelito manual, que un empleado actualizaba haciendo girar un rodillo hasta hacer coincidir los números que indicarían la hora de partida) es un cartel luminoso que muestra la hora, el destino del siguiente tren y la hora de partida.(En la foto no se aprecia bien porque la saqué a las apuradas: estaba llegando tarde al trabajo).. Este cartel, además, puede verse cuando se accede al andén. Es decir, que puede verse de ambos lados. Es reversible.

En el artículo de este mismo blog llamado Disculpe las molestias se da cuenta de un mensaje grabado que se oye tanto en los trenes como en la estación y que anuncia las mejoras que se están realizando en la terminal Constitución para que los pasajeros viajemos mejor. La más visible es la limpieza y nuevas luces, y en los últimos días se inició un cambio en la señalética, y este formato de cartel luminoso está siendo reemplazado por otro. Cuando uno accede por la calle Hornos, se aprecia un totem con una serie de pantallas de tocar que nos permiten ver información sobre destinos, horarios y las distintas líneas. También se ha modificado el cartel central a este formato, que está algo mejor al anterior ya que brinda más información (seis trenes en lugar de cuatro).

También se están modificando los carteles en los andenes, entonces ahora, al bajar del tren, lo que vemos es lo siguiente:


Es decir, la parte de atrás de un televisor. Es decir, que si uno quisiera saber qué hora es, ya no puede. Digamos, de paso, que al acceder al andén desde el hall central, este televisor indica de forma clara el destino y la hora de salida, pero la hora actual está muy chiquita, cosa que para los que somos cortos de vista es una dificultad. Además, ¿quién no ha tenido un olvido momentáneo al ingresar al andén y preguntarse por la hora de salida? Con la versión anterior, esto se resolvía solamente con mirar el tablero. Ahora no, habría que preguntarle a alguien o bien caminar hasta la punta de la plataforma para recuperar el horario y/o el destino de la formación.

Tal vez uno peque de muy exigente, pero si resulta que estas modificaciones acontecen para viajar mejor, se me ocurre que los nuevos carteles no contribuyen a eso. (Para otras consideraciones, querido viajero desconocido, por favor remitirse al citado artículo)

Fernando
Abril, 2018


martes, 3 de abril de 2018

Lectora


Entra a preguntar si hay wifi. Hace tiempo con un ehhh alargado para encontrar las palabras. Cuando al fin logra dar con la frase correcta, la suelta rapidito, en tono interrogativo, con una risita nerviosa.

Busca un enchufe donde alimentar su compu. Recorre las mesas de libros. Visita algunos. Viaja por las páginas con la vista. Los acaricia antes de ponerlos de nuevo en su lugar. Siempre con una expresión neutra.

A veces pone los brazos en jarra. Mira las tapas. Repite los gestos con un nuevo libro. Se desplaza lenta, mira hacia la barra y sonríe: ya está su café.




Fernando
26/10/17

miércoles, 28 de marzo de 2018

sin convicción

Chinos oxidados

Ahora son las 14:12 Supongo que llegué a este bar hace una hora. El tramo City Bell – Villa Elisa lleva cuatro minutos. Bajé sin mayor convicción. No sé muy bien –sigo sin saber– qué quiero de este viaje. Bajo porque necesito ir al baño, después de tres horas de haber salido de casa. La estación CB tiene baños, pero están con llave. Camino hacia lo que considero que es el lado sur. Hay unos monoblocks pomposamente llamados Torres del sol. Camino por la calle 419, que tiene un bulevar, y me llaman la atención unas estructuras metálicas que parecen esas horripilantes figuras que semejan un chino que sostiene el canasto de la basura. Pero estas son mucho más grandes, no sostienen ningún canasto, me invitan a tomarles unas fotos. Camino y veo que los monigotes oxidados tal vez fueron chimeneas. Ahora solamente están ahí oxidándose en lo que queda de una demolición o derrumbe o ruina de una fábrica, qué-se-yo. Hay más movimiento del esperado y no da mear en la calle. Paso por un bar de una franquicia. Miro un poco la decoración y no me gusta. No tiene personalidad. Vuelvo al bulevar para volver a la estación. Tomar el siguiente tren. Este viaje está definitivamente estropeado. No sé para qué estoy haciéndolo. Ya vencido, decido no darme por vencido y entro en La Casona – café y bar. Hay varios viejos que almuerzan. Solos. Como yo, que pronto seré viejo.

Chinos en el baldío

De los platos del día, elijo la bondiola con ensalada y una cerveza. Y luego, por fin, voy al baño. Mientras meo espero que no me roben la cerveza. O encontrarme con alguien que se haya adueñado de mi mesa. Esas cosas que suelen pasar en los viajes sin sentido. Como este. ¿Qué hago yo acá, en Villa Elisa, además de mear y desperdiciar mis vacaciones?

Vuelvo del baño y encuentro una panera, un rollo de servilletas, cuchillo y tenedor, ningún invasor. Saco el cuaderno con la intención de anotar algunas ideas. Me llama la atención una pequeña biblioteca. Me acerco. Hay títulos diversos, y me detengo en un volumen no muy grueso, de lomo blanco y verde. Lo agarro: Trafalgar, de Angélica Gorodischer. (Todo lo que leí de Gorodischer es de Violeta). A este lo edita Página 12. Sonrío. Abro y en la página 18 la autora recomienda leer en el orden propuesto. Vuelvo a sonreír, y miro de soslayo hacia la mochila donde descansa, por ahora, Rayuela (que, intuyo, debe sonreír a su vez). El bar Burgundy que describe el primer capítulo (¿cuento?) se parece bastante a La Casona – café y bar. La contratapa nos dice que Trafalgar Medrano es un viajante de comercio intergaláctico.



Me quedo leyendo un rato, hasta el final del primer capítulo – cuento. Y después volver a casa: no podría tener más suerte hoy.





Fernando
Marzo
MMXVIII


domingo, 25 de marzo de 2018

Películas: LOCKE

LOCKE: Dir: Steven Knight, 2013
¿Cómo podemos definir a Ivan Locke, un hombre excesivamente celoso de su trabajo y que de pronto deja todo colgado?

A lo largo de una hora y veinticuatro minutos veremos a este personaje mientras habla por teléfono y maneja en la autopista rumbo a Londres, nada más.
Y sin embargo, no podremos dejar de mirar. El suspenso está ahí todo el tiempo. El director Steven Knight se las ingenia para que todo el peso de la película recaiga sobre el protagonista, Ivan Locke, interpretado por Tom Hardy.
Y así debe ser, ya que es la noche clave de Locke. Todos los demás personajes hablarán por teléfono con él. No los veremos.

Gran actuación y dirección, que ha logrado una manera de mostrarnos al personaje que se debate en las cosas que nos afectan día a día: el trabajo, la familia, la responsabilidad, la historia, el padre.
El personaje se muestra frente a nosotros y se muestra tal cual es. Las evaluaciones quedan por nuestra cuenta.
Del principio al fin nos tiene en vilo. Vale mucho la pena.


Fernando Berton
Marzo, 2018

domingo, 18 de marzo de 2018

Votar contra nuestros propios intereses

 Colonización de la subjetividad; Merlin, Nora; Letra Viva; Buenos Aires; 2017; 155 páginas.

Un recorrido psicoanalítico y polìtico acerca del neoliberalismo y sus consecuencias para las clases populares. 

 con el objetivo de proteger la democracia entendida como pluralidad de voces en el espacio público, resulta imperioso desenmascarar los dispositivos con que operan los medios 

(Pág. 97)





Colonización de la subjetividad  es uno de esos libros que uno debería subrayar por completo, ya que cada párrafo, cada capítulo, está lleno de frases y conceptos que nos mueven a la reflexión, esa actividad cada vez más en desuso en nuestras sociedades.

Desde siempre la TV ha sido llamada "la caja boba", y con la extensión de la televisión por cable en los '80, el aparato de TV terminó siendo la niñera de nuestros hijos al invadir sus cuartos y sus sueños. Así, con los chicos entretenidos, los padres (agotados luego de extensas jornadas laborales) podíamos dedicarnos a discutir tranquilos y armarnos nuestros futuros de divorciados. Pero en fin, tal vez esto sea demasiado personal y el espectador desprevenido (tanto que se ha puesto a leer un blog), piense que no tiene relación con el tema.
(Si alguien reclama el copyright de esta foto la quito en seguida, pero no logro recordar de dónde la tomé)

La publicidad y el marketing, como bien nos dice Nora Merlin, hacen de nosotros seres masificados. Hemos reemplazado el consejo de nuestros mayores por el mensaje que nos envía la publicidad por televisión, y hoy en día la internet, que está cada vez más cerca: nuestros "teléfonos inteligentes" son una incitación permanente al consumo irracional y basado en estímulos más que en decisiones meditadas. Eso que Freud llamó "ideal del yo" es lo que nosotros tomamos por lo que la sociedad de consumo espera que seamos: consumidores. (Pensemos por un instante que ya no tenemos "defensor del pueblo" sino "Defensa del CONSUMIDOR") (De cualquier forma, no tomen este párrafo tan literalmente, es mi interpretación de un tema que no domino del todo. Aconsejo leer el libro de Nora Merlin, o asesorarse por un entendido en psicoanálisis)

Así, la sociedad de consumo crea consumidores, y no ya ciudadanos. Sin que esto fueran tan notorio en aquellos tiempos, de cualquier modo ya estaba surgiendo. Dice Nora Merlin en la página 43:


 "Freud, en su ensayo "El malestar en la cultura", puntualiza que el prójimo constituye un motivo de tentación para satisfacer la agresividad, explotarlo, apoderarse de sus bienes, humillarlo, martirizarlo y matarlo"

Y más adelante:

"el machismo (...) se trata de un vínculo entre alguien que encarna el lugar de sujeto y otro el del objeto, definido por ser una cosa de propiedad privada, susceptible de ser usada, explotada, abusada, para ejercer sobre ella poder, dominio y maltrato."

Todo aquél que crea que esto es válido solo para la relación de poder que ejerce el macho sobre la mujer y no vea relación con lo que le pasa a diario en la oficina, necesita urgente revisitar su concepción acerca del machismo y de la influencia de la publicidad permanente a la que lo someten la televisión y su hija dilecta, Internet.

 A la luz de todo esto, duele pensar que todo el armado de la que se llamó "patria grande" siga un camino incierto estos días. Si bien el trabajo del llamado neoliberaismo parece infranqueable -los mismos que nos gobiernan, cuando se vayan (si se van) habrán dejado al país sumido en una deuda centenaria que cobrarán ellos mismos-, no hay que cejar en el esfuerzo de llegar a una república que ponga trabas a los empresarios en el gobierno (algo que parece sectario y excluyente, pero necesario de alguna manera, en vista del daño que estos producen con su accionar corporativo en las clases trabajadoras y que viven de un salario).

Desarticular los medios concentrados de comunicación, volver a tener una educación pública fuerte y que logre una conciencia sobre el neoliberalismo igual o superior a la lograda con la última dictadura cívico-militar; y, fundamentalmente, desarticular el marketing político, serían fundamentales, ya que a lo que se ha llegado es a un electorado irracional que elige muchas veces en contra de sus propios intereses.




Esto último lo digo yo, aunque no dudo de que la autora pueda estar de acuerdo con mis reflexiones, ya que ese es el espíritu de este libro.

 
Plato neoliberal

 Fernando Berton
Marzo, MMXVIII

lunes, 12 de marzo de 2018

lunes, 11: 04 pm





Las noches suelen ser oscuras, salvo en los polos, ¿nocierto?
Son cosas que ocurren en los extremos. Las puntas de los dedos se enfrían mucho más rápido que otras partes del cuerpo.
Me siento a escribir, a veces, sin saber muy bien por qué, ni qué quiero decir.
Espero que la escritura me diga, mientras transcurre, algo. Que escribo porque tengo ganas de celebrar o de soltar una lágrima.
A veces las dos cosas.
Me ocurre que lloro porque los sentimientos me desbordan, y no porque esté angustiado o triste.
A veces lloro porque miro unos ojos que me miran.
Y siento que no puedo expresar del todo lo que siento.
Que no me alcanza con mirar y abrazar y tocar.
Por eso, a veces, algunas lágrimas.
Pero no es que esté triste, ni angustiado, ni a punto de tirarme.
Siento un discurrir de las emociones. Uh, mirá esa estrella allá arriba, tan fría desde acá, tan cálida allá. Acá nos permite vivir. Ahí nos calcinaría en micronésimas de segundo.
Hoy es lunes. Ya no sé cuánto después de las 11:00 pm. No estoy estoy triste ni nada.
Solamente no estoy.


FB
MAR, 2018


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