Punzan
Las vallas están altas para que no pase el sol, solamente las almas. Los recuerdos caminan de un lado al otro del pasillo, sin sentimiento, simplemente recuerdos. De tardes blancas. De mañanas agitadas. De cuando en cuando. Para acá, las cosas son asintotáticas, pero no si se las mira del otro lado, mientras se fuma un cigarrito despacio, con los ojos cerrados.
Las vallas están altas para que no pase el sol, solamente las almas. Los recuerdos caminan de un lado al otro del pasillo, sin sentimiento, simplemente recuerdos. De tardes blancas. De mañanas agitadas. De cuando en cuando. Para acá, las cosas son asintotáticas, pero no si se las mira del otro lado, mientras se fuma un cigarrito despacio, con los ojos cerrados.
Claman.
Hay estados de la mente imposibles de recurrirse entre las sábanas con cierto dolor de panza a cada intento con un soplo delicado y ciertamente deseado al término de una siesta impiadosa entre yuyos y rayas en los ojos por el polvo que se mete irrespetuoso en cada orificio y cada resquicio y cada intersticio.
Hay estados de la mente imposibles de recurrirse entre las sábanas con cierto dolor de panza a cada intento con un soplo delicado y ciertamente deseado al término de una siesta impiadosa entre yuyos y rayas en los ojos por el polvo que se mete irrespetuoso en cada orificio y cada resquicio y cada intersticio.
Ablandan.
Cámaras ocultas detrás de los trazos gruesos se ven en composición asimétrica si se considera un punto cualquiera por fuera de las vallas, vaya a saberse por qué o por cuánto siendo que las almas pasan igualmente, sin pedir recuerdos, sin dar movimientos, nadamás apartan las vallas, las cortinas, suben al piso superior y se entretienen con las historias que están ahí, tiradas como si tal cosa, como si subieran por el viento y no por la escalera que da a la calle su motivo de existencia.
Cámaras ocultas detrás de los trazos gruesos se ven en composición asimétrica si se considera un punto cualquiera por fuera de las vallas, vaya a saberse por qué o por cuánto siendo que las almas pasan igualmente, sin pedir recuerdos, sin dar movimientos, nadamás apartan las vallas, las cortinas, suben al piso superior y se entretienen con las historias que están ahí, tiradas como si tal cosa, como si subieran por el viento y no por la escalera que da a la calle su motivo de existencia.