Cuando hace poco menos de un año reflexionaba en Acerca de los cambios abruptos sobre cómo salir del modelo de progreso infinito que nos propone el sistema actual, ponía un ejemplo sobre las publicidades que siempre nos impulsan a comprar algo nuevo (y eso genera la epidemia de consumo que nos está matando, en especial a partir de la cantidad de basura y plásticos de un solo uso que se produce en este modelo), a partir de los avisos del jabón en polvo. La idea era poner en evidencia la complejidad de la trama que nos lleva a la pérdida de empleos, empobrecimiento de la población tanto en lo económico como en lo profesional, ya que aquel obrero especializado en una industria no tiene “cevé” para ir a otra, y terminan en general en trabajos informales cuando no en la calle.
Una segunda opción sería mirar los costos en fuentes de trabajo para las transiciones a “industrias limpias”, como la de los autos eléctricos. (Acá debemos detenernos un instante a pensar qué tan limpia es la extracción del litio necesario para la fabricación de baterías, y esta última qué tan poco contaminante puede resultar. Como vimos no hace mucho en Naturaleza en tetra pak, una industria que se ufana de producir jugos cien por ciento naturales, debe poner en su fábrica una planta de tratamiento de efluentes para no contaminar el cauce del arroyo Las Alpargatas. Es decir, ¿qué tan limpias son las industrias limpias cuando analizamos un poco?) Aquí también es interesante mirar lo que ocurre con Coches eléctricos y miles de despidos.
Esto es, por un lado, si vamos a proteger el ambiente y desactivar una industria debemos preguntarnos qué ocurrirá con aquellas personas que no tengan habilidades para trabajar de otra cosa. (No vienen al caso planteos del tipo de que son oportunidades para diversificarse, etc., muchas personas sufren de depresión por perder su trabajo más que ver la oportunidad de un nuevo comienzo). Y por el otro el complicado mecanismo que hace que al haber menos empleados haya menos consumo y en consecuencia las empresas busquen solamente maximizar ganancias antes que cuidar del ambiente ni mucho menos de sus trabajadores, que son siempre la variable de ajuste.
En el artículo que citamos acerca de la industria automotriz, vemos que todos los recortes son de trabajadores. Ni una de las grandes automotrices sugiere reducir los salarios de los ejecutivos, hacer menos viajes, gastar menos en publicidad, etc.
Por el lado de la ganadería, que es otra de las actividades fuertemente atacadas por las organizaciones ambientalistas, también se observa que hay una fuerte correlación entre empleo y actividad. Vemos que la cantidad de cabezas de ganado según el Censo Nacional Agropecuario de 2018 es 56120493, mientras que la población estimada a 2021 es 45808747 habitantes según el INDEC. Es decir, un 122,5% más de animales que de personas. Esto implica que hay una gran cantidad de personas que trabaja en actividades relacionadas con la ganadería, de forma directa o indirecta, ya que de ahí no solo se producen alimentos, sino que también se genera empleo en el transporte, el comercio local e internacional (y el consabido ingreso de divisas tan escasas para el país). La mayor crítica que los ambientalistas hacen a la ganadería es la gran cantidad de gases que los animales producen, a la vez que se necesitan millones de hectáreas para el cultivo de forrajes, que a su vez implica desmontes, pérdida de biodiversidad y fuerte impacto en el cambio climático.
Si bien creemos que todo esto es muy importante y atendible, no lo es menos el hecho de que, en esa transición, millones de personas quedarán desempleadas, en la miseria y contribuirán al incremento de la brecha entre ricos y pobres, que no para de crecer desde los años 1980 en adelante. En consecuencia, a la vez que propender a un cambio radical en los modos de consumo, se debe invertir tiempo en campañas de concientización con maneras concretas de reducción de nuestra huella de carbono. No vale de nada que una persona no use plástico descartable, si luego vemos que cada día la cantidad de bolsas, vasos y desperdicios de embalaje aumenta. Piénsese si no en la cantidad de plástico descartable que insume tener a una persona internada, por la razón que sea: jeringas, frascos de suero, bandejas de comida y cubiertos así como guantes, barbijos y otros insumos hospitalarios. Y todo eso, a su vez, implica que hay una industria que los produce y genera empleo.
Fuente: CNA 2018 |
En síntesis, salir del mecanismo de consumo en el que estamos implica costos altísimos por donde se lo mire, ya sea que sigamos con la manera habitual como que hagamos un cambio radical. Ese es el debate que hay que dar.
Fuente: www.indec.gob.ar |
Fernando
Enero, MMXXI
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