Comprar RELACIONES

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domingo, 13 de noviembre de 2016

El espesor de las cosas

Leemos a Jorge Majfud, en "La pornografía política" (Página 12, Contratapa del 7 de noviembre de 2016)

Es decir, la Era de la Pos-verdad no es algo nuevo. Pero a lo largo del siglo XX la verdad debió ser ocultada al público para que fuese posible su manipulación. Lo que es nuevo es la voluntad de la población de ignorar los hechos una vez revelados, su complacencia y fidelidad con una mentira revelada. Ya no existe la excusa de que no hay acceso a la información, que los crímenes de las potencias civilizadas y civilizadoras permanecen ocultos. Los documentos originales donde los mismos actores reconocen sus crímenes (como Hernán Cortes los confesaba con orgullo en sus cartas) están al alcance de cualquiera. Pero no cualquiera está dispuesto a ir a las fuentes y a reconocer los hechos por encima de sus pasiones y frustraciones. A juzgar por los resultados, la mayoría.
 Este blog se ocupa, mayormente, de literatura. Y en tanto tal, podemos hablar de que el texto citado se refiere a lo que se llama "personaje plano", que viene a ser el personaje totalmente bueno o totalmente malo (el prototipo es el culebrón), es decir que no tienen matices.

Fedor Dostoievsky se encargó de crear personajes contradictorios, como Raskólnikov (el de Crimen y Castigo), que va evolucionando junto con la novela, y pasa por muchísimos grises, sin llegar a ser nunca blanco o negro.

Estos tiempos se caracterizan por un reduccionismo permanente, que quiere llevar todo al nivel SI /NO, como por ejemplo la salida de Gran Bretaña de la comunidad europea, o el tratado de paz con las FARC en Colombia.

En mi juventud había en casa un jardín en el que crecían margaritas, de pétalos blancos y otras de pétalos amarillos. Cuando uno tenía alguna pena de amor, se podía consolar quitando pétalo a pétalo y cada vez decía "me quiere mucho, poquito, nada". Y según fuera lo que le tocaba al último pétalo, se suponía que ocurría con la persona amada.

No sé si esto tendrá vigencia hoy, pero creo que, de tenerla, se reduciría a "me quiere / no me quiere". No habría ni mucho ni poco, es decir, se han perdido los matices. Según esta lógica, el día se reduce a día / noche, y adiós mañana, media mañana, mediodía, primera hora de la tarde, tardecita, medianoche madrugada. Los esquimales, que tienen un sinnúmero de palabras para definir la nieve según su estado,  se verían en problemas para construir sus iglús.

Esto viene a querer decir que a veces las cosas tienen más de dos dimensiones. Y hasta más de tres. En estos tiempos del bello oxímoron de la realidad virtual, parece absurdo querer reducir todo a SÍ / NO, BLANCO / NEGRO.

Y puesto así, y volviendo a la niñez, vale recordar el juego en las tiendas de París, donde no se podía decir ni sí ni no ni blanco ni negro. Juego que, seguramente, sería descartado en algún plebiscito.

¿Será por eso que no vemos margaritas en los jardines?


fernando berton
noviembre, mmxvi



sábado, 5 de noviembre de 2016

En auto hacia el destino

Consiglio, Jorge; Villa del Parque; Eterna Cadencia; 2016
Presentación de Villa del Parque, de Jorge Consiglio
Eterna Cadencia – 3 de noviembre de 2016

A Villa del Parque se llega en auto. Y se entra en Diagonal. En Diagonal Sur, más precisamente. Que, como bien dijo Christian Kupchik en la presentación, en realidad es Diagonal Norte. ¡Pero!, ¿en qué quedamos? No nos apresuremos: vamo a calmarno.
Diagonal Sur puede dialogar con un montón de otros textos. Por ejemplo con “Las hermanas”, de Clara Obligado[1]: es que Czibor Zakowicz (o su nieto Anatol) comparten puerto y también historia con el Jan Siedlecki de Clara, que llega a Buenos Aires en el tiempo de los conventillos, y hace una carrera como panadero, así como Czibor y su nieto lo hacen en la carpintería.
Kupchik nos dice que Consiglio, a quien no le gusta viajar, es un gran cartógrafo, que reconstruye Marrakech sin haber estado nunca allí. Que nos habla de la Diagonal Sur pero describe la vista de la Diagonal Norte. Que pone la mirada extrañada de unos inmigrantes polacos (como Obligado), pero también alemanes y coreanos. En efecto, el final de “Diagonal Sur” es una batalla entre una Suran (de origen alemán) y un Kia (de origen coreano). Esta batalla se resolverá a favor de uno de los dos, el lector desprevenido decidirá cuál.
Pero antes, un instante antes de esta batalla, nos queda espacio para otro diálogo: dice Consiglio:

Es por eso, justamente, que cuando cruzan Rivadavia y una mala maniobra –un cruce, una distracción, una torpeza– los pone en riesgo, la sorpresa les hiela la sangre. (Pág. 14)

Que podemos pensar que habla por teléfono con lo siguiente:

En Rivadavia un automóvil quiso detenerlo, pero una maniobra enérgica lo dejó atrás, junto con un ciclista cómplice.[2]

Los automóviles, en este caso, son el punto de fuga de la historia diagonal. No sabemos si sur o norte, la verdad, pero nos vienen a la mente esas películas de carreras de coches en las que el joven piloto que amenaza al campeón es atacado vilmente por éste, pero de todos modos triunfa. ¿Será este el caso en “Diagonal Sur”?

“Viajar, viajar” nos cuenta la historia de Canedo, que llega en micro a la casa de la infancia. ¿Puede un micro ser una máquina del tiempo?, se pregunta el lector desprevenido. Sí señor, cómo no, respondemos. Canedo llega a una casa que fue construida en el 22. ¿Mil nueve? ¿Mil ocho? Chi-lo-sa. Pero tampoco importa demasiado. El tema es que hace su viaje en el tiempo; viaja al pasado para asegurarse el futuro: quiere arreglar esa casa vieja para venderla, y así poder seguir invirtiendo en la última tecnología. (Canedo es un conspicuo comprador de celulares, tabletas, seguramente ultrabooks). Pues bien, para lograr su objetivo, va a una reunión pueblerina con el viejo, que lo conoce desde chico, y había sido gran amigo del padre de Canito (como le dice el viejo). Que lo llevará al encuentro de unos posibles compradores en una chata[3], primero asfalto, después mejorado, después tierra. El viaje al pasado está perfectamente contado en tres palabras.
Pero luego hay que volver, y el viejo está desaparecido. De modo que Canedo vuelve con los Irungaray, que son los posibles compradores de su casa. Vuelven en un Ford. No sabemos si viejo o nuevo, pero asumimos más moderno que la chata del viejo, básicamente porque ese auto generará un “quiebre de lo sucesivo. A partir de ahora, se empieza a contar otra vez de cero.” (Pág. 44).
Y otra vez la batalla. Aquí, previa a lo que va a resultar el desenlace de la historia, pero nuevamente los personajes viajan en auto hacia sus destinos.

Para terminar esta reseña, de manera arbitraria, claro, iremos al cuento “El que corre”. Aquí, el que anda en auto es un personaje secundario: Max Edelmann, austríaco, para más datos, y que estuvo en Vietnam. ¿De la guerra de Vietnam? ¿De un viaje turístico a Vietnam? No lo sabremos. Otra de las tantas intrigas que nos deja este libro. Pero sí sabemos que, en este caso, el auto es un vehículo a la felicidad. Vamos a hacer un cambio de estrategia, y dejaremos que el narrador se explique por sí mismo:

Edelmann anda por estos caminos con un Renault 4 que compró hace poco. Es un auto poco confiable, un cascajo. Es común ver al austríaco con la ventanilla abierta escupiendo carozos de aceituna. Es su estrategia de bienestar. Anda de un lado para otro con una sonrisa de oreja a oreja, como si la vida fuera una fiesta. Lo hace los domingos a la tardecita, por ejemplo. Todos están aplastados por el tedio y Edelmann se rescata con el auto. En esos momentos, en su cara alargada hay algo de sabiduría: entiende cabalmente –y esto responde a una conducta natural, no al resultado de un proceso de aprhenesión– que la actitud correcta es  moverse y dar pelea, aunque sin perder el sentido del disfrute”. (Págs. 87-88)

Hay más vehículos en Villa del Parque, como bicicletas, caballos, motos. Todos ellos, conducen a los personajes a sus destinos, de un modo u otro, a la vez que son portadores de un tinte de época: el automóvil como representante del corcel brioso de los caballeros que salen en defensa de sus damas (en “Diagonal Sur”), o llevan y traen al personaje de su pasado a su futuro algo incierto (en “Viajar, viajar”) o son testigos mudos de la felicidad posible que brinda un auto destartalado a un personaje secundario que sabe que la clave está en moverse (el austríaco de “El que corre”)

En suma, Jorge Consiglio nos lleva a pasear en auto, aunque a él no le guste viajar, y por esas ventanillas nos hace ver las vidas de unos personajes que viajan, a su vez, frente a nuestros ojos viajeros. Una cantidad de miradas fragmentadas en las vidas de estos Canedos, Zakowicz o Edelmanns (el protagonista, a diferencia del personaje secundario, no tiene ni nombre ni viaja en auto, solamente corre) que nos genera un vértigo y una tendencia irresistible a pensar una y otra vez en el rol del automóvil en los siglos xx y xxi: será un símbolo de la masculinidad en su peor sentido, y solamente se redime en el auto desvencijado, seguramente con la chapa picada, sin aire acondicionado, que logra eludir el indudable instinto suicida que sobreviene cada domingo a la tardecita.


Fernando Berton
Noviembre, MMXVI


[1] Obligado, Clara; El libro de los viajes equivocados; Páginas de Espuma; 2012
[2] Onetti, Juan Carlos; “Av de Mayo – Diagonal – Av de Mayo”; Cuentos completos; Alfaguara; 2009; Pág. 27.
[3] Que no tiene mayor definición. Suponemos un modelo viejo, pero claro, bien puede ser una moderna 4x4, que también reciben el apelativo de “chata”.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Mañana nunca llega

y de pronto
la noche

S. Quasimodo

puede ocurrir, claro que sí, que te tome por sorpresa. y no habrá nada que hacer, salvo aceptar. las palabras dirán lo que puedan.
vanas excusas.
velos sutiles a las verdaderas intenciones.

todo es como una congoja,
como un destello de ilusión,
como un sentir que irrumpe la felicidad en medio de la mala suerte.

yo  ya no quiero despertarte,
ni amarte con toda mi piel.

vos sos vos
y yo soy yo.

somos irremediables
el uno para la otra
como la tarde para la mañana.

hay un bar en la esquina de lavalle
y una avenida con elle
que alude a los últimos momentos de una tarde
que contiene las últimas palabras que nos dijimos
y que estarán ahí todavía, merodeando, acaso sin sentido ya
pero están

i'm pretty sure

novemberbertonmmxvifernando

martes, 1 de noviembre de 2016

Todo el ganado perdido

Elogio de la pérdida y otras presentaciones
Ariel Idez - Interzona - 2016
Un gran recurso del ensayista -y del contador de cuentos- es decir, para introducir el tema, "cuando venía para acá se me ocurrió que....", o bien, "ya lo dijo antes -y mejor- tal o cual....". Y una tercera, no menos importante, es la ocupatio, -que no es un invasor de patios- que consiste en decir "yo no les voy a contar la historia de....", o bien "yo no soy quien para opinar sobre este tema, pero...." y después uno se despacha con cantidad de cosas sobre lo que no iba a decir o no tenía altura para opinar sobre.

En esta ocasión, intentaré un recurso híbrido. Porque el texto que da título al libro de Idez lo leí esta mañana, pero mentiría si dijera que venía para acá, pues iba a trabajar. Es decir, no venía, iba. Y sería una flagrante contradicción decir "cuando iba para acá".

Entonces, para ser franco, diré que "esta mañana, cuando iba en el colectivo", que se ajusta más a la realidad. Y tomé el colectivo en vez del tren por la lluvia. Aunque el colectivo tarda más, es decir, se pierde más tiempo así, porque terminé llegando tarde al trabajo. (1)

Bueno, resulta que leí el ensayo que da título al libro (¡ah! ¿ya lo dije?), y aquí el lector desprevenido dirá "pero, ¿es una presentación o un ensayo?"; a lo que se le puede responder que bien se puede hacer una presentación con un ensayo. ¿O no, Yoko?, diría Lennon.

Yendo al punto: Elogio de la pérdida es un libro que presenta libros inexistentes. O de existencia dudosa o improbable. Y es muy recomendable. El libro, claro, no vaya el lector desprevenido a creer que uno le recomienda ser dudoso. O improbable.

Y así como hay una presentación que alude a la alegoría de la caverna platónica (POEMAS ARGENTINOS, LESLIE HO) , y otra que es un meta cuento (PROPIEDAD HORIZONTAL / ACECHO, MARIANO LURO), nos econtramos con un ensayo genial (ELOGIO DE LA PÉRDIDA, MIGUEL SILEIRO) sobre el mundo consumista, machista y fálico que nos toca vivir.

Aquí el presentador nos cuenta cómo Sileiro va construyendo su teoría sobre el concepto de "perdida", que puede llegar a asociarse al inefable terror a la castración; mientras que una cultura como la Hopi (un matriarcado) entiende que en el dejar ir, se gana mucho más.

De esto deduce Sileiro que, si viviésemos en el seno de una sociedad matriarcal, la pérdida no tendría el acento dramático que le imprimimos actualmente, ya que la mujer sufre "pérdidas" regularmente y de hecho debe "perder" al hijo que lleva en su vientre para darlo al mundo (...) por tanto incorpora simbólicamente la pérdida como parte de un ciclo en el que esta se alterna con la ganancia complementariamente. (Pág. 48)

En suma, "Elogio de la pérdida" (el ensayo) es tan recomendable como Elogio de la pérdida (el libro), porque con una mirada fresca, un humor agudo no exento de crítica social -disfrazada de crítica literaria- nos lleva por el difícil camino de la imaginación, que en estos tiempos que corren no es nada poco.

(1) Ahora bien, cuando uno llega tarde al trabajo, el tiempo que se "pierde", ¿quién lo pierde? El empleador, sin duda, que está pagando por la presencia del empleado. Y que no cobrará el presentismo, claro, por una simple cuestión nominal.
Pero desde el punto de vista del empleado, que ha llegado tarde por tomar el colectivo, ha "ganado" tiempo de lectura, ha crecido en su capacidad de analizar la realidad que le toca vivir gracias a este excelente ensayo. Y esta nota esta aquí a propósito, para lograr -o pretender lograr- la tan ansiada relación contenido / forma, a la que alude el texto aludido.

Fernando Berton
Noviembre, MMXVI 

sábado, 15 de octubre de 2016

Osvaldo Baigorria en Caburé - My g-g-g-generation


Jueves, 13 de octubre de 2016

Entrevista coordinada por Oliverio Coelho
Osvaldo Baigorria

Y guiada por Ignacio Gago, Leandro Barttolotta y Nicolás Garibaldi.

Las presentaciones de rigor se pueden buscar en interné con mayor precisión. Diremos, eso sí, que Osvaldo Baigorria es escritor, periodista, nómade, cronista, todo eso junto.
La cita es en la librería Caburé, de México 620, Capital Federal. (Ahora se dice CABA, pero preferimos el arcaísmo) a las 19:00, y a lo largo de dos horas se fueron desgranando diversos temas relacionados con la escritura y la vida; la relación con los géneros -en principio los literarios- y con los viajes.
Y ya que se mencionan los viajes, incluyamos los viajes en el tiempo: Baigorria viene desde los últimos '40, mientras que los entrevistadores  han nacido en los '80. Todos ellos crecieron y se formaron en democracia. Comparten la estética de la Escolástica Peronista Ilustrada, de Carlos Godoy, también del '83. Cabe destacar esto para no creer que los tiempos son irrelevantes. La experiencia de vida no debe ser un instrumento de análisis de la literatura. Pero sí es importante contextualizar a los reporteros y al entrevistado, ya que median unos 35 años entre los que se prestan a esta charla.
Las nuevas generaciones en la entrevista a Baigorria

Escritura y vida


El periodismo no es, necesariamente, un escudo. Aunque sirve para ganarse la vida.
Las cosas se complican, porque se mezcla escritura, profesión y vida. Ya veremos en breve algo acerca del escritor profesional.
Yo puedo decir que soy “escritor” para completar mi C.V., pero tuve épocas en las que no escribí nada, o algunas cosas que después fueron a parar al tacho de basura.
La pregunta que surge es doble: por un lado, la experiencia parece no existir si no se la publica, básicamente en las redes sociales; y por otro si se escribe para que lo sucedido sea más intenso.
A lo que Baigoirria nos dirá, primero, que este es un tiempo donde ciertamente se busca la publicación constante de los hechos, y que ya nadie busca la experiencia pre moderna, como la chamánica, esa experiencia muda, esa que no tiene palabras, la que queda en el fuero más íntimo.
Y por otro lado, que sí puede darse que la escritura acentúe el efecto de los acontecimientos, que se resalte la intensidad de los hechos aunque no sea ese el objetivo en el momento de empezar a escribir.

Escritura y tecnología


Acaso uno de los tramos más intensos de la entrevista ocurre cuando se le pregunta a Baigorria si Cerdos y Peces sería posible en estos tiempos. A lo que dirá que en nuestros días se viven momentos complejos, de aparente libertad pero de enorme control, donde hay una sensación de que todo puede decirse pero que son necesarias muchas aclaraciones obvias previamente.
Y ejemplifica con temas polémicos: tenemos matrimonio igualitario, por caso, pero no tenemos aborto legal. Hay una sociedad que pone mayores controles a la violencia, pero cada vez hay más feminicidios (o no disminuyen en la medida de lo esperable)
Cerdos y Peces no necesitaba escribir “estamos en contra de la prostitución infantil” para publicar una nota acerca del amor consentido entre un adulto y un menor. Hoy existe una necesidad de aclarar todo el tiempo lo que es políticamente correcto al hacer una publicación semejante. Acaso esto era así porque en los ’80 se vivía un clima de libertad después de los años de la dictadura.
Pero hoy, con todos los medios que existen (internet, blogs, redes sociales) parece haber un retroceso, un control permanente de los contenidos y de las ideas. Acaso, como decía Borges acerca de la imprenta, esta nueva tecnología resultó perjudicial para la lectura porque se hizo fácil. Antes de eso, los manuscritos eran escasos, la letra no era siempre la misma, no todos sabían leer y, por lo tanto, la lectura se hacía más a conciencia.

Escritura y viaje

 
Oliverio Coelho
La charla (que en esto devino la entrevista) nos lleva a pensar en la experiencia del viaje: en los ’60, viajar tenía un sentido más íntimo, y podía considerarse un punto de fuga, un lugar por el cual salir de todas las presiones. Pero en estos tiempos donde existe el “turismo de masas”, nada queda de la fuga, se pertenece al sistema. Por eso la decepción con Kerouac, que siempre pregonó no quedarse en el mismo lugar, para luego convertirse en “escritor profesional”. Esto dicho como símbolo de la devastación capitalista: el bueno de Kerouac llegó a cobrar dos mil dólares por una nota en Playboy, que en los ’60 era muchísimo dinero.




miércoles, 12 de octubre de 2016

Al que madruga

las ventajas de levantarse temprano son innumerables / entre otras cosas podemos citar: / respirar más oxígeno y menos dióxido de carbono / dedicarle más tiempo al desayuno / disfrutar del canto de zorzales / benteveos / horneros / teros y otras especies desconocidas por el oído de quien oye //

otra cuestión importante de levantarse temprano tiene que ver con el oído puesto en la tecnología y no tanto en la naturaleza / en efecto / si un oído atento logra registrar una cierta regularidad en el paso del tren por la parte trasera de su vivienda / sabe / casi con certeza absoluta / que / salvo calamidad / al llegar a la estación del mencionado medio público de transporte no habrá de esperar una eternidad para que arribe la siguiente formación y / por consiguiente / no subirá como pueda / si es que puede / para viajar en condiciones de apretujamiento tales en las que / Dios no lo permita / no pueda rascarse / insistimos con el deseo  de  que la mayor divinidad se abstenga de provocarle al pobre viajero una comezón / la nariz / ni que hablar la espalda / en medio de tanta multitud amuchada de manera casi indecorosa en un espacio que / a todas luces o acaso sombras / está superado muy mucho por no decir de toda totalidad //

suponiendo que / habiendo sido agraciado por  tales condiciones / logre el acceso al vagón el viajero madrugador / podrá disfrutar de un cierto confort al no estar apretujado como se ha descrito ut supra / y en consecuencia podrá / si es que lo desea / porque no es obligatorio que esto sea así / desplegar / sin causar al prójimo molestia ninguna
/ y esto dicho con la idea de imitar al portugués que diría sentido nenhum / por poner un ejemplo / al abrir por la página 147 el libro que lleva en su mochila para la lectura matinal / porque se ha de aclarar que el madrugador de marras lleva siempre / o con mucha frecuencia / una lectura para la mañana y otra para la tarde / y que en general la de la mañana es bastante pasatista dado que debe lidiar con condiciones de estrechez espacial que por pura casualidad y registro del oído han sido omitidas en el día en cuestión / y que la de la tarde puede ser algo más profunda dado que tiene mejor perspectiva para subir a una formación u otra / de un ramal u otro / según tenga más ganas de regresar o de permanecer sumido en la lectura //

decíamos que / habiendo supuesto todo esto / el viajero madrugador tendrá entonces un viaje más o menos cómodo / ¿no? / y se preguntará / casi con suspicacia mayéutica / por qué razón no ocurrirá esto a diario / ¿no? / es decir / que los diez o quince primeros minutos de su jornada laboral se vean dedicados a comentar que en el día de marras / valga la reiteración que podríamos considerar anafórica para no pecar de puros repetitivos o repitentes / que ha viajado de manera cómoda / o más bien / de manera adecuada / que no ya cómoda / que sería mucho decir o desear por más que esté del soberano darle una mano al pobre madrugador //

que en un paréntesis final cabe aclarar que de madrugador no tiene nada sino que se ha despertado aterrado de una tremenda pesadilla y no ha logrado conciliar de nuevo el sueño y que / once in the lifetime / la real realidad no ha sido peor que sus peores sueños.




fernandommxvioctubreberton









viernes, 7 de octubre de 2016

Rainy days and Mondays

Hoy compré el libro Esperanza sin optimismo, de Terry Eagleton.
Y en el prólogo, dice así:


Alguien como yo, para quien la proverbial botella no sólo está medio vacía sino que casi con seguridad contiene un líquido potencialmente letal y de sabor repugnante, quizá no sea el autor más apropiado para escribir sobre la esperanza.

Traducido: llego a la estación del tren y me encuentro con 386272 personas. (Mientras llueve copiosamente)
Imposible acceder al andén. Veo un colectivo que pasa medianamente vacío, y decido ir en colectivo. After all, voy a tardar un poco más.
Lo que no ví fue la cola. Conclusión, no pude tomar el colectivo.
Fui a tomar otro, y logré subir. Y hasta sentarme. Eso sí, llovía copiosamente. Puente Alsina medio cortado, y otras lindezas.
Bajo, finalmente, en Av. La Plata y San Juan, a tomar el subte E.
Llego al andén y encuentro 223987 personas. Y un mensaje de audio que dice que el subte E funciona con demora.
Ergo: un poco de lluvia descajeta todo el sistema de transporte público. Los días lluviosos y los lunes siempre me deprimen, dice una canción (Rainy days and Mondays, por su título en inglés)
Tal vez la mitad llena del vaso contenga cicuta, y ya sea hora de dejar esto para las nuevas generaciones, que van camino a la realidad virtual sin que el flagrante oxímoron parezca importarles demasiado 


bertonoctubrefernandommxvi



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