Comprar RELACIONES

Comprar RELACIONES

domingo, 19 de mayo de 2013

Guarda chuva (*)


  Las inclemencias del tiempo fueron, desde tiempos inmemoriales, motivo de creaciones humanas. En tiempos de las cavernas, los primeros hombres encontraron en ellas un modo de protegerse de la lluvia, del frío, de los furiosos animales que pretendían comérselos (acaso en una actitud recíproca, vaya uno a saber).

  Luego, seguramente en una de esas semanas de lluvia incesante, el humano intentó salir a buscar comida, (ya picaba el bagre) y posiblemente habrá utilizado una piel para cubrirse del agua que caía.

  Parece ser que hace unos 4000 años, los chinos (¡cuándo no!), inventaron el parasol o sombrilla, y, con el mismo argumento, el paraguas, que se fue extendiendo al mundo hasta llegar a ser un símbolo de prestigio (especialmente en Inglaterra), y de nuestra Revolución de Mayo, aunque hay quienes dudan de la existencia de paraguas en aquella época.



  Desconocemos cómo serían los paraguas chinos de hace 40 siglos. (En rigor de verdad, yo los desconozco). Pero sí conocemos los paraguas chinos de esta época. Al menos los de Taiwan, que llegaron a nuestras playas como símbolo del progreso y de la libertad. Todos queríamos tener un paraguas automático, retráctil y, sobre todo, accesible al bolsillo de la dama y la cartera del caballero. (O algo así).

  Estos paraguas modernos suelen tener una vida efímera.

  Y con ellos, nuestras ilusiones de protegernos de la lluvia, de modo que solemos terminar buscando protección en algún tinglado, porche, una cornisa o, finalmente, si el tiempo -cronológico- no apremia y el bolsillo tampoco, en algún café, desde donde poder mirar caer el agua, y sentir cómo vuelve el calor al cuerpo.

   Recorremos, entonces, un camino de diez mil años al sentir lo mismo que aquellos homínidos que corrían a guarecerse a sus cavernas (**) cuando escuchaban un trueno o veían que las nubes se ponían grises y se hinchaban de gotas que arrojarían furiosas sobre esos cuerpos apenas tapados.

   Sin embargo, el camino que ha recorrido el parasol chino (***) es bastante cruel, y hoy termina plagando la ciudad de cadáveres paragüiles que han terminado en estropicios por no poder soportar un poco de viento (que suele acompañar a la lluvia), de tal suerte que en unas pocas cuadras, podemos encontrar varios de ellos, dejados por sus desaprensivos antiguos propietarios, que a la vez de ensuciar toda la ciudad, no tienen ni un poco de piedad con el adminiculo.

   Triste vida la del paraguas, que termina en una calle cualquiera hecho un amasijo, u olvidado en el tren, el colectivo, la oficina, el consultorio o el departamento de la señorita que tan amablemente se ha  ofrecido a cubrir al caballero por un rato hasta que escampe.



(*) Paraguas, en portugués. Decidí usar esta expresión para no crear una falsa impresión de una nota xenófoba.
(**) Digo caverna y no cueva porque en estos días que corren puede parecer que estaría haciendo referencia a un lugar donde se compran dólares de manera ilegal.
(***) No está dicho en forma despectiva hacia los chinos, sino a la escasa durabilidad de los artículos cuasi descartables.

2 comentarios:

Natalio Gris dijo...

Basta de paraguas. El sobretodo es un invento superior, aunque tampoco protege de las medias pa´ abajo.
Saludos!

FeberBooks dijo...

Es cierto, aunque no parece que el sobretodo sea un invento chino, y tampoco su primo hermano el impermeable, o piloto.
Lo que tienen de desventaja es que lo pedos que el usuario podría lanzar como al descuido, suelen ser bastante seguidores.

Entrada destacada

Inteligencia Artificial

¡Hola! Soy el robot, ¿cómo estás? ¿Cómo puedo ayudarte esta mañana? Tengo un sinnúmero de funciones entre las que se pueden contar ayuda fi...