Comprar RELACIONES

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martes, 19 de abril de 2016

Las mentiras y otras publicidades


Una cosa que quedó flotando en la nota anterior es que hay un modelo a seguir. Me explico: cuando la fábrica de desengrip plus te dice que si te tomás un desengrip se te pasa todo y no hace falta que faltes al trabajo, te está diciendo que cagaste, que tu vida ya no es más tu vida, y que tenés que ir a trabajar siempre.

Muchos de nosotros hemos pasado por la situación de llamar a la empresa para decir que no podíamos ir porque estábamos enfermos de algo (mayormente gripe, cáncer de colon o hiv, da igual), y lo que nos preguntan es "¿cuándo venís?". Con suerte, algún compañero te puede mandar un wasap para saber si estás bien.

Pero en realidad, lo que este artículo quiere decir es lo siguiente: el modelo de la droga está en todos lados. El que te vende merca, paco, éxtasis o cualquier otra boludez, sabe que vos estás buscando estar arriba. To be high, dicen en inglés. Que es una forma de conseguir desde afuera lo que no conseguís desde adentro.

La publicidad de medicamentos de venta libre (llámese ácido acetil salicílico, desengrip, no cough, especto yokosama san o como sea) apela al mismo discurso: tomá esto y vas a estar para arriba.

Lo mismo con las bebidas alcoholicas: tomá vino friso con columnas de orden jónico que vas a ser feliz.

Antes, cuando el Nono Pugliese recorría el mundo con Claudia Sánchez fumando eleme largos, las publicidades de cigarrillos -hoy prohibidas en la tele- decían exactamente lo mismo: fumáte un eleme largo y vas a ser feliz.

Bueno, no descubro nada, todas las publicidades te dicen que si consumís X vas a ser feliz.

Quiero decir que las publicidades de sustancias son equivalentes a los que te venden drogas. En fiestas electrónicas, a la entrada de la cancha, en el hall central de la estación Constitución, a la salida del colegio nacional, en el congreso nacional, a la vuelta de tu casa, en la villa 31, en Rivadavia y Acoyte o en el aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam.

Quiero decir que las empresas necesitan que vos no faltes al trabajo. Entonces, no faltes, no te sientas mal, tomáte un desengrip plus ultra super de la lora y no faltes. Trabajá hasta morir, como un galeote. Con suerte, algún compañero al que no le importa tanto eso, capaz te manda un wasap y te pregunta si estás bien.

Tu jefe, seguramente, lo único que te va a preguntar es si volvés el viernes.

¡Salú!






Me and my circumstances
MMXVI

lunes, 18 de abril de 2016

La publicidad y otras mentiras



Yo no soy un experto en adicciones. O tal vez sí, desde el punto de vista del adicto. Quiero decir que no me dedico a eso, a saber por qué la gente (entre la que me incluyo) es adicta a lo que es adicta.

Creo que siempre hubo adictos, antes y después de los avisos publicitarios. Esto no quiere decir que los adictos del siglo IV antes de Cristo tengan las mismas razones que los de ahora para adictarse. O adiccionarse, según otros. Ni siquiera que fueran inducidos por mensajes subliminales a consumir determinadas sustancias.

Lo que sí me parece irrefutable es que el modelo que nos toca vivir aprende todo el tiempo de sí mismo y busca maximizar ganancias a toda costa. Si esto significa vender copos de nieve, aceitunas rellenas o pastillas de sperman, da igual.

Y aquí quiero hacer un pequeño alto en el camino: la cultura de la satisfacción inmediata de los deseos es una vil mentira, vayan sabiéndolo. Nada ocurre en tres clics. O sí, por ejemplo este artículo:
1) clic en "nueva entrada" (detesto la palabra "entrada", pero en fin
2) escribir el artículo (o entrada)
3) publicar

¡Y listo!

¿Qué facil, nocierto?

Pero, ¿donde está la trampa? En el punto 2, claramente. Porque, ¿qué pasa si en el medio de la escritura se corta la luz y no tengo acceso a la internet? O peor, ¿qué pasaría si en medio de la escritura me gano la lotería y entonces me chuparía bien todo escribir esta "entrada"? Y peor de los peores, ¿qué pasaría si en medio de la escritura mi musa inspiradora decidiera poner un taller literario, digamos en Quebec, y olvidarse de mí por completo y dejarme con mi artículo a medio hacer? ¿Eh?

Pues que, en cualesquiera de los casos, no llegaría al punto 3. Ergo, esto de los "tres simples pasos" es, como tantas otras cosas que se publicitan, una falacia.

Bueno, pero volviendo. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, me diera dolor de cabeza? Pues bien, acudiría al viejo y querido acido acetil salicílico, que rápidamente me sacaría de mi situación para ponerme a punto, enfocado y atento a lo que tengo que hacer.

Lo mismo si me diera un resfriado o una gripa. Me tomaría un desengrip plus ultra y listo, nada de cama ni de costoso día por ART en la empresa.

O sea, tómese esto que va andar bárbaro, sin necesidad de faltar al laburo (con el consiguiente beneficio para la empresa que lo emplea y el perjucio para la salud que lo matiene vivo) y chau pinela.

Y si el desengrip archi plus ultra no le hace nada, pruebe con un sperman, que seguro lo pone bien arriba y no le vienen a la mente esas boludeces de cuidar la salud, de hacer todo en tres simples pasos y creer que lo están explotando, vea, usted se está poniendo medio paranoico, me parece.

Volviendo II: no crea que las casualidades son tan casuales. Si hay alguien vendiendo cosas ilegales, es porque hay alguien a quien le interesa que eso pase.

Y no digo más, porque es la hora de tomar mi desengrip ultra comb.

¡Salud!




Fernando Berton
Abril MMXVI

domingo, 17 de abril de 2016

death will come and your eyes she'll have

tuvo, a qué negarlo, momentos de inspiración
páginas logradas a fuerza de madrugar
de pensar en cada paso cómo iba la historia

tuvo, digamos así, mucho trabajo
horas dedicadas en bares
lecturas a escondidas
frases resaltadas con amarillo
notas marginales

pero no le fue bien, digamoslo de una vez
llegó hasta el último minuto
con la palabra escurriendose
por sus innumerables significados
por torrentosos ríos de polisemias

su mejor trabajo, hay que decirlo
quedó inconcluso
a medio hacer
si es que el hacer tiene un medio
y la mejor parte
es el silencio







fernando berton
abril mmxvi

martes, 5 de abril de 2016

the siar

 
los deseos
de zeus
siempre estarán a la altura
de los decesos
de los poetas que buscan
que rabian
que rebuscan el mango
que esperan

las palabras
en cambio
siempre andan juyendo
de sus significados

fernando berton
abril mmxvi

sábado, 2 de abril de 2016

Leer en voz baja


     Cuando Agustín de Hipona (San Agustín) conoce a Ambrosio de Milán (San Ambrosio), una de las cosas que le llaman la atención es que Ambrosio leía en voz baja. Es decir, pasaba los ojos por el texto y acaso movía un poco los labios, pero no emitía sonido alguno en la lectura.
    Y esto es sorprendente por partida doble: en primer lugar, porque ocurre en el siglo IV de la era cristiana. Y porque la lectura para sí solamente se generalizaría 11 siglos después, cuando la invención de la imprenta populariza el libro, y entonces la gente puede adquirir libros y leer sin necesidad de un narrador.
    De todos modos, recién a fines del siglo XIX o comienzos del XX hay verdaderas acciones en pos de combatir el analfabetismo. En efecto, cuando el capitalismo entra en su etapa de desarrollo más avanzada, la necesidad de lectores crece, y por lo tanto aparecen la escuela obligatoria y pública, los grandes periódicos, las ediciones más económicas, los escritores profesionales.
   Todo esto obedece a la necesidad de vender libros, no vaya a creer en el puro altruismo el desprevenido lector de otras veces.
 
   Ahora bien, en los últimos tiempos, el teléfono celular hizo posible la conversación en cualquier lugar. Pero luego, como resultaba bastante oneroso su uso indiscriminado, los siempre altruistas empresarios telefónicos inventaron el mensaje de texto y el correo electrónico. Ambas cosas pusieron al descubierto las enormes dificultades del común de la gente en acertar con las reglas ortográficas. Así, cosas que creíamos desterradas -como el dengue-, volvieron a la luz: hay por ahí, ay por hay, cansión por canción y pedasito por pedacito surgieron de sus tumbas cual zombies, tan populares hoy día, también.

   En consecuencia, hoy vemos que el mensaje de texto (¡detesto los mensajes de texto!) se van emparejando a los mensajes de voz. O comúnmente conocidos como "audios". Te mandé un audio, dice el texto. Y ahí van todos, en la avenida, en la peatonal, en el colectivo o el tren, mandando audios a la vista de todo el mundo. Bueno, disculpará el lector prevenido el oxímoron, los audios se mandan al oído de todo el mundo, digamos.

  Pero, así como Ambrosio de Milan leía para sí para evitar ser interrumpido, esta novedosa forma de conversación interrupta tiene la misma particularidad: al mandar un audio, el emisor evita las posibles interrupciones a las que estaría sometido en caso de una conversación telefónica tradicional. (Esto no evita que la respuesta sea "¡pero qué decís, boludo!", pero al menos no mientras el emisor emite y el receptor recepta).

  Es decir, el envío de audios hace que no se noten las faltas de ortografía, y evitan las insostenibles discusiones de los programas de panelistas a los que la TV es tan afecta, donde todos hablan a la vez y no terminamos entendiendo nada.

  Una ensalada cósmica en la que da lo mismo que el boleto cueste 3 o 6; después de todo, no es tanta la diferencia entre gastar el doble y cobrar solamente un cuarto más.

  Disculpará el lector prevenido esta conclusión algo traída de los pelos, pero resulta que tiene algo que ver: al llevar a la gente a la simplificación, lo que estamos logrando es una mayor dependencia de los que tienen los medios de comunicación en sus manos, llámese diario, radio, canal de tv o empresa de mensajería instantánea por celular. Sepa el lector que "los tres simples pasos" en los que estas compañías quieren hacernos creer que consiste todo, no son tan simples ni tan tres. El trabajo, el cultivarse, el salir adelante a fuerza de superarse uno mismo siguen siendo válidos. Te lo digan por texto o por audio.

 ¡Salud!




Fernando Berton
Abril MMXVI


sábado, 26 de marzo de 2016

stay the hell away from me!

enough is enough, you know?
you're crossin' the line, you know?
me tenés podrido, me tenés, you know?
tonight is the last night, you know?
ya basta! you know?
i'm having second thoughts, you know?
vas a tener que salir, you know?
get the hell away from me, you know?
why were you there raising hell?
jesus saves, you know?
and you withdraw, you know?
i'm telling you, you know?
you´re cold as a witch's tit, you know?
me cago en tu madre, you know?
i'm fucking tellin' ya, ya know?
tomátelas de una vez, you know?
i ain't jokin´ you know?
i fucking luv ya, ya know?
but ya no know me no more
ya don't talk to me no more
ya don't write emails no more

i fucking miss you,
i fucking luv ya,
i fuckin´need ya

n´ ya say nothing, you know?

c u



March MMXVI

viernes, 25 de marzo de 2016

La real realidad no se compra en el supermercado

Hace tiempo que, gracias a las modernidades y otras tecnologías, uno puede sacar fotos y no pensar en lo que va a costar el revelado. Entonces se puede sacar una foto a cualquier pavada que ande por ahí.
Por ejemplo:



El lector desprevenido pensará que este es un artículo promocionado. Hace bien en pensarlo (hay que sospechar de todo lo que es gratuito en estos tiempos), pero permítame decirle, desprevenido lector, que se equivoca.

Entonces, pensará en otro intento de prevenirse, el blogger intenta una denuncia acerca de los vínculos del poder político con el poder económico. Y permítame, ya no tan desprevenido lector, felicitarlo, porque está usted arriesgando hipótesis, que en estos tiempos de satisfacción inmediata de los deseos, es mucho decir. Pero lamento nuevamente decirle que se vuelve a equivocar.

¡Ah! ¡Ya sé! Lo que el blogger intenta es hacer una serie de capítulos para contarnos sus caminatas como si fueran un diario de viaje, remedo de Ulrico Schmidl. Bueno, bueno, ¡caramba! Tenemos un desprevenido pero muy avispado lector. Es muy buena la inferencia que infiere. Pero no, vea, no es eso tampoco.

¿Y qué corno, entonces? ¡Epa!, desprevenido avispado y nervioso lector. Ya estamos casi llegando.

¿A ver, a ver?

Bueno, pues ni más ni menos que una cuestión de perspectivas, de miradas, de ubicaciones. Hemos visto en un artículo anterior (Puntos de vista III) que al ir andando, se pueden apreciar distintos aspectos de las mismas cosas. Y hemos visto que se puede hacer un recorte intencional de esa realidad cambiante que se nos presenta. Este artilugio lo usamos todos todo el tiempo para llevar agua a nuestros molinos, como se dice. Y no está ni mal ni bien en sí mismo. Todo artificio, en definitiva, es posible.

Lo que en general nos preocupa son las consecuencias que estos recortes tan sesgados provocan en las personas, ya que el emisor de tales mensajes no se toma el trabajo de decir, de explicar, de poner en evidencia el recorte que está haciendo. Es decir que, en definitiva, estas manipulaciones son "mentir con la verdad". Nadie podría decir que el recorte no forma parte de la verdad. Pero tampoco podremos decir que el recorte es toda la realidad.

Aquí, entonces, ya prevenido lector, las pruebas al canto:

1) Acá hago un esfuerzo para que la realidad diga otra cosa.



2) Acá, hago un recorte que definitivamente quiere decir que estoy metiendo mano para decir en nombre de la realidad
Y esta segunda opción es, a mi entender, más peligrosa, porque el parecido con la imagen primera es mayor. Pero nos dice algo bien distinto.

Sé que a todas luces es un ejemplo algo burdo este que pongo, pero es que a veces estas sutilezas son las que nos llevan a tomar decisiones que luego nos ponen en peligro. Estas manipulaciones, usos engañosos de los artificios y recortes sesgados de la realidad son, en definitiva, las cosas de las que debe prevenirse el lector desprevenido.

¡Salud!


Fernando Berton
Marzo MMXVI

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