Comprar RELACIONES

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martes, 14 de agosto de 2012

Llueve



Llueve
Hace tres días que llueve
de fondo escuchamos el ronroneo de los truenos
ahora se calmaron un poco
pero hasta recién eran fuertes
como cuando sostenés un gatito en los brazos
y está contento

El cielo parece estar feliz y parpadea
en forma de relámpagos

Llueve 
hace tres días que llueve
y los truenos ronronean a lo lejos

Fernando D. Berton
Copyleft: Agosto 2012

Inconsciente copado



            Anoche soñé que fumaba, después de una situación un poco traumática. Aparecieron, de pronto, una serie de personajes en el sueño, que me decían que por qué estaba fumando. Finalmente, apagué, en el sueño, el cigarrillo que había prendido.

            Mi quilombete personal no se resolvió todavía,  y me sigue doliendo un poco la panza, pero me da cierto placer saber que, dormido, sé que tengo que respirar.

            ¡Salud!

lunes, 13 de agosto de 2012

Fantasmas



Cayeron 4 gotas. Refrescó bastante, eso sí, para acrecentar mis ya crecidas ganas de volar al carajo, tirarme en la cama tapado hasta las orejas y escuchar el frío y el viento golpeando en la ventana. Luego de un rato, en una especie de ensoñación, me viene como una idea de fantasmas que azotan los vidrios junto con el viento. Abro un ojo, arqueo una ceja. No se ve nada. Que es hasta lógico, ya que en general el viento y los fantasmas no se dejan ver. Te tocan, te sacuden, te estremecen, pero no los ves.
Intento dormir un poco más. En verdad, dormir a secas, ya que a este momento no he dormido, solo estoy adormecido. Pero el susurro de los fantasmas y del viento va creciendo en su ya clásico buido.
Quizás una copita de algo ayude a cerrar más los ojos. En la cocina las baldosas están frías y algo sucias y lo siento en los pies blancos. Lo único que podría tomar es una copa de vino, pero debería abrir la botella, y no se me da la gana. Me doy vuelta para ir al baño y luego otra vez a la cama, pero quedo paralizado por el susto del golpe en la puerta que da al patio, y enseguida, en la ventana que da al jardín. Ahí, el grito de los fantasmas es insoportable, y el viento se divierte y ríe estrepitoso entre los árboles desnudos y grises. El corazón ha dado contra el techo y palpita veloz, como una locomotora lanzada a 160 Km./h o más, y el traqueteo en los rieles va haciéndose más intenso y en cualquier momento descarrilaré.
Cierro los ojos, intento respirar profundamente, sacar el susto de los pulmones y oxigenar la sangre. Pensar con calma. Un nuevo golpe en la puerta y otra vez en la ventana me quitan el aliento, y estoy helado por el frío y por el miedo, ahí, solo, en la tarde de viernes que ya empieza a deshojarse y hacerse noche.
La risa escandalosa del viento no para. Intuyo que las hojas amarillentas de un roble que apenas resistían ya se han soltado en su loco y decrepito viaje a la muerte más cruel debajo de las ruedas de un auto, o en una alcantarilla podrida.
Doy un paso apenas. Intento que no me vean los fantasmas, que sigan entretenidos corriendo del patio al jardín y no me vean caminar. Otro paso apenitas. Un golpe. Respiro hondo, con los dientes apretados. Me aprieto el pecho para que el corazón no vuelva a saltar. Un pasito más. Una carcajada de viento. Con suerte, logro dar dos pasos sin mayor sobresalto. Al cabo de un buen rato, estoy otra vez en la cama, y puedo empezar a sentir la sangre correr nuevamente, y un poco de calor en los pies y en las manos.
Imagino, entonces, que tengo un trabajo, y que estoy ahora en la oficina, escribiendo en una moderna computadora, calentito, al amparo del viento y del frío y de los fantasmas, que me miran sentados en el umbral, sonrientes, al acecho, hasta que me despierten.

Fernando Berton
Copyleft: Agosto, 2012




viernes, 10 de agosto de 2012

jueves, 9 de agosto de 2012

Dificultades



Ayer hablaba con la doctora Liliana, a quien, entre paréntesis, agradezco todo el apoyo en este difícil camino de empezar a respirar y sonreír, acerca de las dificultades que permanentemente encontramos para mantener las cosas que se empiezan. Por caso, los grupos de apoyo a los fumadores, ex fumadores y futuros ex fumadores.

Decíamos que es bastante difícil transferir las experiencias, que lo que uno siente es casi imperceptible para el otro, y si te tirás al piso para sacar una buena perspectiva de un adoquinado, alguien va a decir ¡Uau, qué bueno!, y otro que sos un tarado.

También hablamos de la posibilidad de  acercar estas experiencias a otros, aún sabiendo que muchos  ni siquiera las compartan. Pero , de alguna manera, es  mejor decir que callar. Si no decimos lo que nos pasa, el otro ni siquiera puede decir "no lo entiendo, pero me moviliza". O algo así, o ni siquiera así, queseyo, quiero decir que de alguna forma se movilice algo en la otra persona.

Y detrás de todos estos pensamientos está el hecho de lo difícil que resulta, a veces, sonreír. Casi que es más fácil dejar de fumar que encontrar cosas que hagan sonreír.

De repente, pienso que mi programa de radio "Así es la vida" (que ocurre en  ninguna radio, sino en verdad, en la oficina, y a veces siento que mis compañeros me detestan), es una forma de luchar por la vida, de ser quien soy, sin importar lo que vayan a decir. El mundo parece estar lleno de injusticias, casi a cada paso que damos, pero  ¿cómo podríamos dar pasos  hacia la justicia? ¿Existe, acaso, este fenómeno que llamamos "justicia"? Who knows.

Mientras tanto, Piazzola suena en el fondo -como casi todas estas noches en las que decido sacar las estridencias de la televisión, y escuchar lo que  me parece mejor, o más armónico-; y así voy desgranando este artículo, que se ilustra con algunas fotografías que tomé hoy, poniendo la cámara de otra forma, en otros ángulos, por esas callecitas que tienen un nosequé, viste.



Y hablábamos, también, con la Doctora Liliana, sobre la alienación. Por eso este artículo tiene varias etiquetas, y acaso me quede corto, y debería ponerle todas. Y a todos los artículos, claro, tendría que ponerles todas las etiquetas. Porque vamos, si pongo la cámara contra la pared para sacar la foto que vemos a la izquierda, es porque quiero sonreír y con eso cuidar mi salud, a la vez que reflexiono sobre las cosas que me hacen bien. 

Pero, por qué esto no puede estar, también, etiquetado como La Ciudad, etcétera.

Y esta misma noche, hablaba con los chicos, para decirles que, si ellos quieren, luchen por un mundo donde se pueda ser quien uno es, sin discriminar, sin odiar, sin culpar a los otros pobres infelices como nosotros de lo que no sotros somos incapaces de hacer (nosotros se escribe así, pero lo dejo como no sotros apropósitamente porque me gustó el error, de alguna manera se ve interesante)


ya es hora de ir terminando, ya es hora de disfrutar del silencio y de la noche que está en su apogeo, derramando suavemente algunas gotas sobre el techo, provocando las ganas de andar por ahí escribiendo cosas, por ahí disfrutando de lo que no pude escuchar en su momento, pero que gracias a la tecnología está bastante a mano. y casi a un clic podemos encontrar lo que queremos.
Now listening: ballad of john and yoko.

¡Salud!

martes, 7 de agosto de 2012

Coincidencias



A veces, digamos en el tren, de vuelta a casa, leyendo un libro que estaba perdido en la biblioteca y que había dejado, allá en 1993 porque me parecía aburrido, y que un buen día empecé de nuevo porque hacía ya muchos años, y entonces me vuelve parecer que hice bien en dejarlo en aquel momento, pero que ahora voy a terminarlo, por puro capricho de la edad nomas.

Bueno, en un día así, sentado porque de pronto se bajó un muchacho casi de manera intempestiva, se me ocurre escribir un cuento en imperativo. (Vamos a decir que no hace mucho escuché a Juan Sastuarain explicando su cuento "Subjuntivo", y te dijiste a vos mismo qué barbaro,  ¿no?, escribir solamente en Subjuntivo. ¿Se podrá hacer algo parecido en Imperativo? Y tenés, por ahí, un par de frases perdidas. Y hoy, por esas cosas de la vida, te encontraste con "Op de realización casera". Y dijiste "Uau", igual que el comentario al compartir el artículo de Página 12  O Rosario/12, para ser más exactos.

Y quién diablos será el autor, el tal Homs. Pero qué importa, si te cambió el día. si, sin querer, también te hizo sonreír. Aunque se haya adelantado a tu idea, y entonces te ponga la vara un poco más alta, para que no sea tan fácil.

Pero bueno, gracias, HOMS, ya sé que se puede. Y voy a intentar hacerlo mejor. Esperá, nomás.


lunes, 6 de agosto de 2012

Días grises



Cuando los días son grises, los edificios se esconden detrás de las nubes, porque no quieren ser vistos derramar lágrimas desde sus ventanas más altas.
Las calles se vuelven tramposas, y a la vuelta de cualquier esquina podrías encontrarte con los fantasmas que habías dejado atrás varias cuadras antes, cuando todavía, apenas, brillaba lo poco que quedaba de sol.
Los recuerdos se ponen filosos, y tendrías que tener mucha pericia, mucho cuidado, de no afeitarte rápido, porque podrían llenarte la cara de minúsculas cortadas, de sangres y de espumas rosadas cayendo en la pileta del baño.
Cosa que indefectiblemente te recordará a Bob Geldoff haciendo de Pink.
Floyd, ¿quién otro, si no?
Cuando recuerdes la pared, y las repeticiones, y el lenguaje no te alcance, y veas en tus ojos el reflejo de todos tus dolores, cuando sientas en las arrugas de las manos el peso de las pieles alcanzadas un instante antes de morir un poco, y tengas en un bolsillo de un saco que hace mucho que no usás un papelito que ya casi habías olvidado, y que te dice te quiero, después de tantos años y tantos mocos tendidos; esa tarde gris, entonces, es posible que salgas a caminar por ahí,  y te encuentres con la loba amamantando a los creadores.
Uf, cuánta vida hay en tus retinas. Cuántas ganas de contar lo que sentís, y de volver a casa para sentarte, calentito, a escribir tus recuerdos, esos recuerdos que solamente son importantes para vos, para que ese momento, en el silencio de la casa, mientras la tormenta empieza a arreglarse para salir ahora mismo, o mañana, nunca se sabe; se derrita de a poco en tus retinas, y se derrame despacito por las neuronas que te llevan a ver, de nuevo, esos carritos corriendo increíbles, barranca abajo hacia la Avenida Martín García, echando chispas y gritos y chorros enormes de adrenalina por todo el Parque Lezama. Hasta que a la noche, cuando el cuerpo empieza a enfriarse y la vivencia comienza a mudar en recuerdo, la cascarita de la herida en la rodilla empieza a arder y a tirar y a afiebrarse. Y acaso, sólo tal vez, un vaso de agua fresca aparezca en el medio de la  pesadilla para aliviar el dolor de los labios partidos, de los ojos rojos, de las plaquetas tratando de parar esa hemorragia.
Y uf, otra vez estarás disfrutando lo que alguien a quien amaste y odiaste con la misma intensidad, alguien que un día se fue para siempre y te dejó masticando la bronca de no haber podido charlar después de la tormenta, cuando los dos supieran que sabían lo que el otro estaba pasando o habría de pasar; sin querer, claro, porque las coincidencias entre las infancias y las adulteces no tienen mayor explicación, estarás, decíamos, paseando por el Parque Lezama, por el Patronato de la Infancia, por la Iglesia de la Santísima Trinidad y el Bar Británico y la Avenida Brasil y el Paseo Colón y la calle Balcarce.
Todo eso, entonces, tiene sentido para VOS, y para ella, que ya no está acá, pero está allá, y vos estás de nuevo recorriendo esos caminos que ella caminó de chiquita, y que jamás olvidó. Y que vos, entonces, no lograste entender, y la mirabas como aburrido, estupefacto. Nunca pudiste entender sus lágrimas. Y acaso nunca puedas.
Pero vale la pena intentarlo.
Vale la pena caminar, cada tarde, por esas mismas calles.
Las desgracias de entonces no han de ser tan distintas a las de ahora.
Y el amor de ella no habrá disminuido ni un poco.
Y entonces sonreís. Porque esa es la idea ahora. Buscar cosas que te hagan sonreír. Y ella te hace sonreír. Mandale un beso, decíle que la querés, y que ya estarán de nuevo juntos. Pero todavía no.
Todavía no.

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