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martes, 29 de mayo de 2018

Señora Planta – la definición por los opuestos


La lectura de los cuentos que integran Señora Planta (Cecilia Ferreiroa, Blatt & Ríos; Buenos Aires; 2016) nos lleva a mirar más de cerca el modo en que nos relacionamos con las personas: amigos, parejas, familiares, conocidos y hasta con desconocidos.

Con sus matices, estos cuentos nos llevan a interrogarnos acerca del modo en que nos definimos como personas. ¿Nos identificamos con el otro? ¿O, mejor, nos definimos por oposición? En una primera lectura, estamos tentados a pensar que los personajes se definen más por oposición que por asimilación a las características de las/los protagonistas del libro.

En cuanto a la escritura, diremos que salvo tres de los diez cuentos que forman el volumen (“Señora Planta”, “Las novias de Diego” y “El visitante”) todos los relatos están contados en primera del singular, con una narradora femenina, que no se identifica con un nombre. El fraseo es corto: predomina el uso del punto seguido para separar las oraciones. Y la sintaxis es tradicional, no llama la atención sobre sí. Es decir, entendemos que Ferreiroa nos plantea que las preguntas están en otro lado en sus cuentos y no tanto en la escritura misma. Que, de cualquier modo, cumple la función de facilitar la intriga del lector para determinar qué es lo que está pasando en cada historia.

Por otra parte, en los cuentos “La vuelta mala”, “Señora Planta” y “Lluvia” el agua es determinante. Para bien o para mal, en esas historias los personajes se verán inmersos en luchar contra la corriente, que en diversas formas los pondrán de frente a sus temores, sus sueños, sus fracasos.

De regreso a lo que decíamos al comienzo, la mayor parte de los cuentos se plantea desde el modo en que sus protagonistas se ven en relación a los co protagonistas. En efecto, salvo en los que no están contados en primera persona, en todos los otros el contraste, la tensión entre las amigas, la oposición entre unas y otras va perfilando las historias.

Valeria y yo íbamos y veníamos por el parque. Nos lastimábamos todo el tiempo, nos embarrábamos. Mirábamos el río correr y llevarse cosas. Observábamos bichos y pájaros. Ella tenía un libro de pájaros que a mí me encantaba. Tenía las imágenes y algunos rasgos de su comportamiento. Jugábamos a identificarlos y competíamos a ver quién lo hacía primero. Muchas veces yo decía cualquier nombre, con tal de decir algo. Valeria, en cambio, siempre decía el nombre correcto. (“La vuelta mala”, págs.. 15-16)

En este párrafo podemos ver cómo se dan los temas mencionados: frases cortas, tensión entre las amigas, comparación por los opuestos.

También es posible ver este tema de los opuestos en el cuento “Talle 12”, donde la narradora protagonista se cruza con una desconocida en un micro, que le va contando la relación tensa con su hija adolescente:

Terminamos cansándonos una de la otra. Lo espantoso era cómo me hacía verme a mi misma, con todas mis imposibilidades, que eran también las de ella”. (“Talle 12”, pág. 31)

Esta tensión, en este caso aportada por una desconocida, se va a mantener a lo largo de todo el libro –con excepción del cuento que da nombre al volumen- y va a desembocar en “El visitante”, único cuento con un protagonista masculino y que ronda el trhiller psicológico.

En síntesis, Señora Planta es un conjunto de cuentos que explora cómo se definen los personajes: como hemos dicho, los cuentos narrados en primera persona por mujeres que no tienen nombre, a diferencia de los que están en tercera; de qué manera entienden –o intentan entender- las relaciones que mantienen, cómo se comportan frente a las calamidades. Y casi siempre nos queda la duda de cómo lo consiguen.

A nuestro juicio, hay una apuesta a la madurez de las relaciones, como este posible diálogo entre “El visitante” :
Ese hombre en su baño ya no le resultaba ajeno ni amenazante, lo sentía cercano e íntimo, como un hermano. (Pág. 150)

y “Las novias de Diego”:
como esas amistades hechas de grandes, que se asientan en intereses comunes, en vidas comunes. (Pág. 135)

No por nada, creemos, estos son los cuentos que cierran el libro.

Fernando Berton
Mayo, 2018-05-25

sábado, 26 de noviembre de 2016

El paratexto de parabienes

Presentación de Katsicas de Pedro B. Rey (Ilustrado por Eduardo Stupía), en Caburé Libros, Buenos Aires, 25 de noviembre de 2016

Esta parte, o capítulo, del libro único [1] del que forma parte Katsikas[2], tiene la particularidad de sorprendernos desde la misma tapa: KATSIKAS, leemos, PEDRO B. REY, leemos, miramos la ilustración de la tapa –una especie de rostro fragmentado, bocetado, hecho con retazos de otras ilustraciones–, DIBUJOS: EDUARDO STUPÍA, leemos, DIBUJOS: EDUARDO STUPÍA, leemos de nuevo.

¿Dibujos?, se preguntará el lector desprevenido. Sí señor, dibujos. ¿Posta? Posta.



Y el primero que encontramos, tinta sobre papel 13 x 19,5 cm, nos hace recordar aquella serie animada de finales de los 60, por aquí conocida como Meteoro (Mach Go Go Go en el original) ya que la ilustración se parece bastante a Racer X (el enigmático Corredor Enmascarado) lo que nos lleva a seguir recorriendo las páginas con rapidez y avidez, para ver los otros dibujos, experiencia que habíamos celebrado con Escolástica Peronista Ilustrada[3], de Carlos Godoy, ilustrada por Daniel Santoro. Y si bien estas ilustraciones no están en línea con la intención de sacarnos de las tinieblas con las luces de la razón, aportan un encanto adicional a este libro que nos sorprende por su factura.










Luego, nos encontramos con decoraciones que remiten, recuerdan al viejo filete porteño, que adornaba primero carros de tiro, y luego colectivos, como así también vidrieras y hasta cuadros en bares y pizzerías con sus clásicas frases chistosas, a veces; filosóficas, otras.


¿Filetes?, dirá el lector desprevenido. Filetes, sí.  ¿Lo mejor que hizo mi vieja es el pibe que dibuja? Bueno, tanto no. ¿Entonces para qué?

La solapa, casi como cualquier otra, nos da una reseña biográfica del pibe que escribe, es decir Pedro B. Rey, que es como Juan B. Justo. ¿Qué tiene que ver? Y claro que tiene que ver, B. tiene, ¿no lo ve? ¡Uy dio! Pero no se apure, porque así como tiene una solapa tiene una contrasolapa, donde se nos da una breve referencia a Eduardo Stupía, el ilustrador. Pero eso está bien, dirá el lector desprevenido, Escolástica etcétera  hace lo mismo, reseña las vidas de autor textual y autor ilustral, si me permite decirlo así. Sí, pero están las dos reseñas juntas, acá no, está una en una, la otra en la otra. Y, pero es lógico. Pero no tan común, además que hay una simetría acentual con el nombre del libro: uno tendería a decir Katsícas, grave, pero es esdrújula; y diría Stúpia, esdrújula, pero es grave. ¿No será mucho? Bueno, sigamos.

De inmediato nos encontramos con un EX LIBRIS donde ¿Y ahora qué es? ¿Qué? Que antes era libris, pero no dice qué es ahora. ¿Podrá dejar de interrumpir, lector desprevenido? Bueno, bueno, no se ponga así. ¿Y cómo quiere que me ponga? Póngase a escribir, mejor. Bue, como decía, nos trae un EX LIBRIS donde está representada con más claridad la figura del barquero Caronte, que conduce a las almas por el río Leteo, y que es el icono de este nuevo sello editorial, que se presentó en conjunto con su primer libro. Es Aqueronte. ¿Insiste en interrumpir? El río es el Aqueronte, y Caronte conducía a las almas de una orilla a la otra a cambio de una moneda. Oiga, acá no venimos a hacer orografía del Hades, ¿sabe? Sí, pero me está confundiendo.

Para ir terminando, entonces ¿cómo terminando? Sí, vamos a terminar esta nota. Pero, ¿no va a hablar del libro? Es lo que hago desde el principio, hablo del libro. Sí, sí, ya sé, digo, ¿no va hablar de los cuentos? No. ¿Me está cachando? No. ¿Posta? Posta. Bueno, vea, creo que tengo que hacer, lo voy dejando, ¿eh?

Decía, para ir terminando, que el libro está dedicado a Les Luthiers, al famoso sketch “El sendero de Warren Sánchez” [4]¡Oiga, esto es demasiado! ¿No tenía que hacer, usted? Bien dice, tenía, pero usté es capaz de decir las aberraciones más aberrantes. ¿Quién dijo Averroes? Yo no dije que usted dijo Averroes, dije aberrante. Sí, aberrante es usté, lector desprevenido, que no me deja en paz. Ojalá beba usté de las aguas del Leteo, y olvide todo esto, que es verdaderamente horripilante, adiós. Sí, a dios gracias que se va.
Jorge Consiglio

Pedro B. Rey

Bueno, entonces ahora sí, vamos a finalizar con palabras de Jorge Consiglio[5], que en la contratapa de Katsikas nos dice acerca de los cuentos –que bien podrían ser una pequeña novela desmembrada– que “la trama, encrespada pero diáfana, se cifra en una ecuación luminosa de detalles”. Detalles que, si sumamos la calurosa presentación hecha en Caburé Libros, nos invitan a sentarnos a leer Katsikas, que empieza con un cuento que se parece mucho en su principio de construcción a “Nota al pie”, de Rodolfo Walsh ¡Oiga! ¿No era que no iba a hablar de los cuentos?




Fernando Berton
Noviembre, MMXVI


[1] Christian Kupchik, al presentar el libro, dijo que esta nueva editorial se inscribe en el libro único que escriben las editoriales independientes que florecen en Argentina, y que están llamadas a “dejar un mundo mejor” a nuestros hijos.
[2] Katsikas; Rey, Pedro B.; Leteo; Buenos Aires; MMXVI
[3] Escolástica Peronista Ilustrada; Godoy, Carlos; Interzona; Buenos Aires; MMXIII
[4] https://youtu.be/vjh3uMYvzQQ
[5] Jorge Consiglio Editor en Leto, junto a Christian Kupchik, al presentar Katsikas nos dijo que una de las patas en las que se apoya Leteo es publicar “textos que amamos y que sean bellísimos”. Para eso, todo lo paratextual que rescatamos en esta reseña, porque pensamos que la forma no es más que el contenido, pero que una lleva a la otra. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

En auto hacia el destino

Consiglio, Jorge; Villa del Parque; Eterna Cadencia; 2016
Presentación de Villa del Parque, de Jorge Consiglio
Eterna Cadencia – 3 de noviembre de 2016

A Villa del Parque se llega en auto. Y se entra en Diagonal. En Diagonal Sur, más precisamente. Que, como bien dijo Christian Kupchik en la presentación, en realidad es Diagonal Norte. ¡Pero!, ¿en qué quedamos? No nos apresuremos: vamo a calmarno.
Diagonal Sur puede dialogar con un montón de otros textos. Por ejemplo con “Las hermanas”, de Clara Obligado[1]: es que Czibor Zakowicz (o su nieto Anatol) comparten puerto y también historia con el Jan Siedlecki de Clara, que llega a Buenos Aires en el tiempo de los conventillos, y hace una carrera como panadero, así como Czibor y su nieto lo hacen en la carpintería.
Kupchik nos dice que Consiglio, a quien no le gusta viajar, es un gran cartógrafo, que reconstruye Marrakech sin haber estado nunca allí. Que nos habla de la Diagonal Sur pero describe la vista de la Diagonal Norte. Que pone la mirada extrañada de unos inmigrantes polacos (como Obligado), pero también alemanes y coreanos. En efecto, el final de “Diagonal Sur” es una batalla entre una Suran (de origen alemán) y un Kia (de origen coreano). Esta batalla se resolverá a favor de uno de los dos, el lector desprevenido decidirá cuál.
Pero antes, un instante antes de esta batalla, nos queda espacio para otro diálogo: dice Consiglio:

Es por eso, justamente, que cuando cruzan Rivadavia y una mala maniobra –un cruce, una distracción, una torpeza– los pone en riesgo, la sorpresa les hiela la sangre. (Pág. 14)

Que podemos pensar que habla por teléfono con lo siguiente:

En Rivadavia un automóvil quiso detenerlo, pero una maniobra enérgica lo dejó atrás, junto con un ciclista cómplice.[2]

Los automóviles, en este caso, son el punto de fuga de la historia diagonal. No sabemos si sur o norte, la verdad, pero nos vienen a la mente esas películas de carreras de coches en las que el joven piloto que amenaza al campeón es atacado vilmente por éste, pero de todos modos triunfa. ¿Será este el caso en “Diagonal Sur”?

“Viajar, viajar” nos cuenta la historia de Canedo, que llega en micro a la casa de la infancia. ¿Puede un micro ser una máquina del tiempo?, se pregunta el lector desprevenido. Sí señor, cómo no, respondemos. Canedo llega a una casa que fue construida en el 22. ¿Mil nueve? ¿Mil ocho? Chi-lo-sa. Pero tampoco importa demasiado. El tema es que hace su viaje en el tiempo; viaja al pasado para asegurarse el futuro: quiere arreglar esa casa vieja para venderla, y así poder seguir invirtiendo en la última tecnología. (Canedo es un conspicuo comprador de celulares, tabletas, seguramente ultrabooks). Pues bien, para lograr su objetivo, va a una reunión pueblerina con el viejo, que lo conoce desde chico, y había sido gran amigo del padre de Canito (como le dice el viejo). Que lo llevará al encuentro de unos posibles compradores en una chata[3], primero asfalto, después mejorado, después tierra. El viaje al pasado está perfectamente contado en tres palabras.
Pero luego hay que volver, y el viejo está desaparecido. De modo que Canedo vuelve con los Irungaray, que son los posibles compradores de su casa. Vuelven en un Ford. No sabemos si viejo o nuevo, pero asumimos más moderno que la chata del viejo, básicamente porque ese auto generará un “quiebre de lo sucesivo. A partir de ahora, se empieza a contar otra vez de cero.” (Pág. 44).
Y otra vez la batalla. Aquí, previa a lo que va a resultar el desenlace de la historia, pero nuevamente los personajes viajan en auto hacia sus destinos.

Para terminar esta reseña, de manera arbitraria, claro, iremos al cuento “El que corre”. Aquí, el que anda en auto es un personaje secundario: Max Edelmann, austríaco, para más datos, y que estuvo en Vietnam. ¿De la guerra de Vietnam? ¿De un viaje turístico a Vietnam? No lo sabremos. Otra de las tantas intrigas que nos deja este libro. Pero sí sabemos que, en este caso, el auto es un vehículo a la felicidad. Vamos a hacer un cambio de estrategia, y dejaremos que el narrador se explique por sí mismo:

Edelmann anda por estos caminos con un Renault 4 que compró hace poco. Es un auto poco confiable, un cascajo. Es común ver al austríaco con la ventanilla abierta escupiendo carozos de aceituna. Es su estrategia de bienestar. Anda de un lado para otro con una sonrisa de oreja a oreja, como si la vida fuera una fiesta. Lo hace los domingos a la tardecita, por ejemplo. Todos están aplastados por el tedio y Edelmann se rescata con el auto. En esos momentos, en su cara alargada hay algo de sabiduría: entiende cabalmente –y esto responde a una conducta natural, no al resultado de un proceso de aprhenesión– que la actitud correcta es  moverse y dar pelea, aunque sin perder el sentido del disfrute”. (Págs. 87-88)

Hay más vehículos en Villa del Parque, como bicicletas, caballos, motos. Todos ellos, conducen a los personajes a sus destinos, de un modo u otro, a la vez que son portadores de un tinte de época: el automóvil como representante del corcel brioso de los caballeros que salen en defensa de sus damas (en “Diagonal Sur”), o llevan y traen al personaje de su pasado a su futuro algo incierto (en “Viajar, viajar”) o son testigos mudos de la felicidad posible que brinda un auto destartalado a un personaje secundario que sabe que la clave está en moverse (el austríaco de “El que corre”)

En suma, Jorge Consiglio nos lleva a pasear en auto, aunque a él no le guste viajar, y por esas ventanillas nos hace ver las vidas de unos personajes que viajan, a su vez, frente a nuestros ojos viajeros. Una cantidad de miradas fragmentadas en las vidas de estos Canedos, Zakowicz o Edelmanns (el protagonista, a diferencia del personaje secundario, no tiene ni nombre ni viaja en auto, solamente corre) que nos genera un vértigo y una tendencia irresistible a pensar una y otra vez en el rol del automóvil en los siglos xx y xxi: será un símbolo de la masculinidad en su peor sentido, y solamente se redime en el auto desvencijado, seguramente con la chapa picada, sin aire acondicionado, que logra eludir el indudable instinto suicida que sobreviene cada domingo a la tardecita.


Fernando Berton
Noviembre, MMXVI


[1] Obligado, Clara; El libro de los viajes equivocados; Páginas de Espuma; 2012
[2] Onetti, Juan Carlos; “Av de Mayo – Diagonal – Av de Mayo”; Cuentos completos; Alfaguara; 2009; Pág. 27.
[3] Que no tiene mayor definición. Suponemos un modelo viejo, pero claro, bien puede ser una moderna 4x4, que también reciben el apelativo de “chata”.

martes, 1 de noviembre de 2016

Todo el ganado perdido

Elogio de la pérdida y otras presentaciones
Ariel Idez - Interzona - 2016
Un gran recurso del ensayista -y del contador de cuentos- es decir, para introducir el tema, "cuando venía para acá se me ocurrió que....", o bien, "ya lo dijo antes -y mejor- tal o cual....". Y una tercera, no menos importante, es la ocupatio, -que no es un invasor de patios- que consiste en decir "yo no les voy a contar la historia de....", o bien "yo no soy quien para opinar sobre este tema, pero...." y después uno se despacha con cantidad de cosas sobre lo que no iba a decir o no tenía altura para opinar sobre.

En esta ocasión, intentaré un recurso híbrido. Porque el texto que da título al libro de Idez lo leí esta mañana, pero mentiría si dijera que venía para acá, pues iba a trabajar. Es decir, no venía, iba. Y sería una flagrante contradicción decir "cuando iba para acá".

Entonces, para ser franco, diré que "esta mañana, cuando iba en el colectivo", que se ajusta más a la realidad. Y tomé el colectivo en vez del tren por la lluvia. Aunque el colectivo tarda más, es decir, se pierde más tiempo así, porque terminé llegando tarde al trabajo. (1)

Bueno, resulta que leí el ensayo que da título al libro (¡ah! ¿ya lo dije?), y aquí el lector desprevenido dirá "pero, ¿es una presentación o un ensayo?"; a lo que se le puede responder que bien se puede hacer una presentación con un ensayo. ¿O no, Yoko?, diría Lennon.

Yendo al punto: Elogio de la pérdida es un libro que presenta libros inexistentes. O de existencia dudosa o improbable. Y es muy recomendable. El libro, claro, no vaya el lector desprevenido a creer que uno le recomienda ser dudoso. O improbable.

Y así como hay una presentación que alude a la alegoría de la caverna platónica (POEMAS ARGENTINOS, LESLIE HO) , y otra que es un meta cuento (PROPIEDAD HORIZONTAL / ACECHO, MARIANO LURO), nos econtramos con un ensayo genial (ELOGIO DE LA PÉRDIDA, MIGUEL SILEIRO) sobre el mundo consumista, machista y fálico que nos toca vivir.

Aquí el presentador nos cuenta cómo Sileiro va construyendo su teoría sobre el concepto de "perdida", que puede llegar a asociarse al inefable terror a la castración; mientras que una cultura como la Hopi (un matriarcado) entiende que en el dejar ir, se gana mucho más.

De esto deduce Sileiro que, si viviésemos en el seno de una sociedad matriarcal, la pérdida no tendría el acento dramático que le imprimimos actualmente, ya que la mujer sufre "pérdidas" regularmente y de hecho debe "perder" al hijo que lleva en su vientre para darlo al mundo (...) por tanto incorpora simbólicamente la pérdida como parte de un ciclo en el que esta se alterna con la ganancia complementariamente. (Pág. 48)

En suma, "Elogio de la pérdida" (el ensayo) es tan recomendable como Elogio de la pérdida (el libro), porque con una mirada fresca, un humor agudo no exento de crítica social -disfrazada de crítica literaria- nos lleva por el difícil camino de la imaginación, que en estos tiempos que corren no es nada poco.

(1) Ahora bien, cuando uno llega tarde al trabajo, el tiempo que se "pierde", ¿quién lo pierde? El empleador, sin duda, que está pagando por la presencia del empleado. Y que no cobrará el presentismo, claro, por una simple cuestión nominal.
Pero desde el punto de vista del empleado, que ha llegado tarde por tomar el colectivo, ha "ganado" tiempo de lectura, ha crecido en su capacidad de analizar la realidad que le toca vivir gracias a este excelente ensayo. Y esta nota esta aquí a propósito, para lograr -o pretender lograr- la tan ansiada relación contenido / forma, a la que alude el texto aludido.

Fernando Berton
Noviembre, MMXVI 

miércoles, 24 de agosto de 2016

Cleaning women

El tema de hoy es Manual for cleaning women, de Lucía Berlin. Escritora norteamericana que tenía la cualidad de hablar muy bien castellano. Vivió en Chile, por ejemplo, a partir de lo que escribió "Good and bad", y va aquí un pequeño extracto:

"I pity you. All your life you are going to be paralyzed by What Is Done, by what pepple tell you you should think or do. I don not dress to please others. It is a very hot day, and I feel comfortable in this dress."
"Well... it makes me not comfortable. People will say rude things to us. It is different here, from the United States..."
"The best thing that could happer to you would be for you to be uncomfortable once in a while."
Lucia Berlin - "Good and Bad" - from Manual for cleaning women - selected stories.

" Me das pena. Toda tu vida va a estar paralizada por Lo-que-hay-que-hacer,  por lo que la gente te dice  que deberías pensar o hacer. Yo no me visto para complacer a los demás. Hace calor y me siento bien con este vestido."
"Bueno... me hace sentir incómoda. La gente nos va a decir cosas feas. Aquí es distinto, a los Estados Unidos."
"Lo mejor que te podría pasar es que te sientas incómoda una vez en la vida."
(Traducción de Fernando Berton)

Lucía Berlin hizo de su vida su literatura. Cada uno de los cuentos que cuenta forman parte de sus experiencias. El alcoholismo, las internaciones, los hijos de hombres que la abandonarían forman parte de estos cuentos elegidos.

En otras ocasiones he intentado un estudio crítico por las formas o por la teoría. No puedo en este caso. Lucía Berlin me parece una narradora tan auténtica como una amiga que te manda cartas desde su desesperación, y todo lo que podés decirle es "bueno, todo va a estar bien."

Y no va a estar bien.

Te vas a hacer mierda fumando, tomando, sufriendo, siendo abandonada por tipos a los que no le imprtás un carajo.

Y aún así nos dejás unos cuentos de puta madre. Lean "Unmanageable" (Inmanejable). Es desgarrador.

Y a pesar de todo, tiene tiempo para el humor. Veamos un pedacito de "Teenage punk" (Adolescente punk):

"Built a piñon fire, poured coffee into a thermos. Fixed batter for pancakes, fed the dogs and cats and Rosie the goat. Did we have a horse then? If so, I forgot to feed him."

Hice un fuego de piñas y puse el café en un termo. Preparé la masa para los panqueques, les dí de comer a los perros, a los gatos y a la cabra Rosi. ¿Teníamos un caballo? Si teníamos, me olvidé de darle de comer".

¿No es adorable?

En fin, esta vez no es una crítica desde la teroría, sino desde el corazón. ¡Lean a Lucía!

Lucía Berlin


bertonmmxviagostofernando

martes, 2 de agosto de 2016

El infinito a la vuelta de la esquina

Coronel, Nerina; La incendiada del espejo;
Peces de ciudad; Bs.As.;2016

En esta oportunidad vamos a analizar La incendiada del espejo primer libro de poemas de Nerina Coronel, editado por Peces de ciudad, y que se presentó en el bar Espiche, de Humberto 1° al 400, el pasado 30 de julio de 2016.
Es un placer enorme para el escriba comentar este libro de una amiga y compañera de estudios en los últimos años.







 

 

 

Trípticos

Vamos a abordar la lectura de La incendiada a partir de sus tópicos, y que vamos a dividir en tres:
i.                     Las manos que hacen (y deshacen, y rompen)
ii.                   Las cenizas del incendio
iii.                  Los espejos que le muestran a la yo poética lo que es, o lo que no es, o lo que no quiere ser.
La incendiada del espejo es un poemario que funciona (aunque no solamente) sobre este tríptico temático y se abre a los ojos del lector en distintas capas. Hace que cada poema re signifique al anterior, aún cuando a priori pareciera que estuviesen desconectados.
En efecto, a medida que avanzamos en la lectura, notamos que lo dicho antes vuelve a ser dicho, aunque con algún cambio sutil. Veremos, entonces, algunos ejemplos de cada uno de estos puntos.

i.                    Con mis manos
Con mis manos
Desenmascaro.
Con mis manos,
Digo y tiemblo.
Pregunto a tu piel
Erguida en un altar
De pianos y violines.
Y hago y deshago,
Y entierro y profano.
Con mis manos
Soy y miento.

Aquí, la yo lírica se para frente al mundo y dice que con sus manos hace y deshace y profana y miente. Esas manos que usa para escribir van del nuevo significado a la nueva sensación que la hace temblar al descubrir el poder de esa palabra. Y entonces llegará a destruir lo conseguido, a enterrarlo, y otra vez a destruir: la profanación es la destrucción de lo enterrado.
Con mis manos / soy y miento nos dice por último. ¿Qué nos dice? Que con las manos crea nuevos sentidos, todo el tiempo y que, por lo tanto, ha deshecho lo que dijo antes, y por eso nos miente: “la literatura es mentira[1]

Veamos otro poema:
Tocar lo invisible

Alguna vez quise tocar
Lo invisible del cielo.
Palpar el aire y vencerlo.
Pero hacer un puente
No es tan sencillo.
Se necesitan muchos
Pájaros. Y no todos los
Pájaros están en el cielo.

Esta sinestesia con que se titula al poema nos hace pensar nuevamente en el poema que da inicio al libro: tocamos con las manos, ciertamente, y la sensación debería ser táctil y no ocular. Pero vemos con los dedos ante un estado de ceguera. Esas manos que hacen y deshacen al comienzo, aquí tocan lo que no se ve. Por eso no están contadas. Por eso hay que hacer un puente con pájaros, que unen puntos distantes y construyen nidos y sin embargo, no tienen manos.
Aquí, esta yo lírica nos pone frente a la misma situación: con manos no dichas, nos muestra lo invisible.

ii.                  Las cenizas del incendio
Metamorfosis
       He regresado y he visto
                A mi propia muerte besarme la nuca.
                He visto como el frío antaño se hizo presente
                Y me convirtió en ave.

                He traspasado los ángulos de la muerte.
                Y en los halos de luz proyecté
                Mis recuerdos de amor y odio.

                He visto mi resurrección,
                Mi volverme sabiduría, mi creer en
                El puente infinito entre las almas gemelas.
                He sentido cenizas en mis manos mientras
                Me convierto en ave, vuelo y me escapo.

Las Metamorfosis, de Ovidio, contienen un mundo de transformación donde aparece un gran número de aves. Las aves, tan cercanas al cielo, han sido desde siempre metáfora del alma, y usadas por religiones diversas para predecir el futuro. El “augur” era aquél sacerdote capaz de interpretar las señales de las aves.
Pero los hombres mediterráneos miraban a oriente para saber dónde estaban ubicados: de allí les venía el sol cada mañana, y de allí viene la palabra orientarse. Y es en Egipto donde nos encontramos con el mito del ave Fénix, que acaso ha sentido cenizas en mis propias manos mientras / me convierto en ave, vuelo y me escapo.
Y tal vez, mirando un poco más allá, en el oriente lejano, nos encontramos con el mito de Zin Nu, la tejedora, a quienes los dioses, por envidia de las pasiones humanas, la separaron de su amante y la condenaron a la soledad. Pero cada año, las urracas ayudan a tender el puente infinito entre las almas gemelas.[2]

La ceniza

La ceniza cayó ahogada
En el sosiego de su yerro.
Y al chocar contra el suelo,
Explotó en mil pedazos de
Ausencias, de adioses.

Los oídos rotos no pudieron
Escucharla, se hundieron.
El agua vino a su rescate
Y barrió con todos los
Lados del recuerdo.

La ceniza vacila, ahora.
Que todo es eterno.
Y se resuelve a irse,
A morirse todos los días.


Esta yo poética nos habla del ciclo eterno de la vida y de la muerte, de su propia muerte  a la que ha visto besarme la nuca (Ver “Metamorfosis”). Nos habla, también, de este estado de cosas en el que el fuego se extingue en el agua en un viaje desde el big bang hasta el olvido.
Pero así como antes el augurio la llevaba a volar en busca de un alma gemela, aquí, en cambio, ese ciclo se cumple por la inversa: la muerte cotidiana, la desesperanza por saber si habrá un nuevo día. El sueño, para los hombres primitivos, debe haber sido una experiencia terrible irse a dormir, cada noche, creyendo que el sol no regresaría, creyendo que sus almas no les volverían a los cuerpos. [3]
Esta ceniza, en cambio, ha aprendido de la eternidad y por lo tanto se resuelve a irse / a morirse todos los días.

iii.                Los espejos
Para finalizar, diremos que el lector desprevenido –asiduo visitante de estas páginas– ya a esta altura ha resuelto el acertijo[4], y casi intuye que iremos por el lado de los reflejos, que no son otra cosa que apariencias, imágenes paganas de nosotros mismos antes de creer en lo que somos. Cada vez que nos miramos al espejo, ¿nos vemos o es el otro el que nos ve?

Me miro

Me miro el reflejo
Y le pongo nombre
A mi expresión.
Hay cosas que
Forman frases que
Llevan otras cosas
En su interior,
Ya sea un libro
O un tatuaje.
Hay cosas que
Forman momentos que dejan en mí
Reflejo esa expresión
Sin nombre

Toda esta reflexión –nunca mejor dicho– acerca de los espejos, nos habla del ida y vuelta entre los significantes y sus significados, de esas frases que / llevan otras cosas / en su interior. Y esa situación deja a la yo poética sin palabra, sin nombre.

Furia

No te contagies de mis llamas
Que de efímeras no alcanzan
A quemar el odio oxidado.
Si preferís, compañera,
Podés abrazarte en el rincón
Más frío de mi espejo,
Tal vez ahí descubras
Lo inútil del témpano
Que tremolo en mis días de enojo.
O tal vez, te encuentres
A vos misma, sonriendo
Frente al espejo que
No querés traspasar.

Esta yo poética está llena de furia al no poder / querer salir del espejo. Está en una lucha interior consigo misma entre mantenerse fría y calma o explotar en llamas. Ese interior que bulle y emana vapores intoxicantes, se convertirán, quizás, en fríos témpanos que recorran el lago alrededor del cual vuelan las cenizas volcánicas, que miren con terror ese río de lava que atenta con la integridad de los ríos de hielo. Ese espejo que nos muestra siempre la otra cara, la visión de nosotros mismos que no podríamos tener por nuestros propios ojos, está acá presente para recordarnos, una vez más, de qué va la cosa en La incendiada del espejo.

Conclusión


Hemos dicho en numerosas ocasiones que una de las tareas del arte es desautomatizar  la visión que tenemos de las cosas. [5] Entendemos que este procedimiento está muy logrado en el poemario de Nerina, tanto en cada poema en particular, como en el todo en general.
Decíamos al comienzo que trabajamos sobre un tríptico temático manos – cenizas – espejos. Creemos que es uno de varios posibles. Piense el lector desprevenido en el artículo “El placer del entimema” en este mismo blog, o citado más arriba, y podrá dar cuenta de lo que decimos. Encontrar otras tríadas para entender este bello libro, opera prima de una amiga y compañera a quien le deseo y auguro –no podía ser de otro modo– un muy buen camino en este mundo de la poesía. [6]



[1] RULFO, JUAN; Verdad y mentira en la creación literaria; en http://www.blest.eu/cultura/rulfo.html ; última versión consultada: 02/08/16. También notar que al final del primer párrafo Rulfo dice: Ahora, yo sí le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano."
[2] GALEANO, EDUARDO; “Los querientes”, en Los hijos de los días; Siglo XXI; Buenos Aires, Pág. 249. También se puede encontrar en http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=103379 ; Agosto, min 2:47
[3] Podemos encontrar más referencias a este tema en BRADBURY, RAY; El árbol de las brujas; Minotauro; Buenos Aires; 1978;  Pág. 64
- … ¿Renacería el sol con el nuevo año o seguiría muerto? Los egipcios se lo preguntaron. Los cavernícolas se lo preguntaron un millón de años antes. ¿Saldrá el sol mañana cuando amanezca?
- ¿Y es ese el origen de la Noche de las Brujas?
- Esas largas meditaciones nocturnas, muchachos. Y siempre allí, en el centro, el fuego. El sol. El sol sucumbiendo para siempre bajo el cielo frío, aterrorizando al hombre primitivo. Aquella era la Gran Muerte. Si el sol desaparecía para siempre, entonces ¿qué?
[4] “… porque hay que contar con la ignorancia de los oyentes (la ignorancia es precisamente esta incapacidad de inferir a través de numerosos eslabones y de seguir mucho tiempo un razonamiento); o más bien hay que explorar esta ignorancia dando al oyente la sensación que él la superó por sí mismo, por su propia fuerza mental: el entimema no es un silogismo truncado por carencia, degradación, sino porque hay que dejar al oyente el placer de completar él mismo un esquema dado (criptograma, juegos, palabras cruzadas).”
BARTHES, ROLAND; La antigua retórica; B.1.12: Placer del entimema.
[5] “La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento: los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción”; SHKLOVSKI, VICTOR; El arte como artificio Pág. 60
[6] Poemas citados: “Con mis manos” (Pág 11); “Tocar lo invisible” (Pág. 27); “Metamorfosis” (Pág. 15); “La ceniza” (Pág. 26); “Me miro” (Pág. 18); “Furia” (Pág. 22)

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