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martes, 2 de agosto de 2016

El infinito a la vuelta de la esquina

Coronel, Nerina; La incendiada del espejo;
Peces de ciudad; Bs.As.;2016

En esta oportunidad vamos a analizar La incendiada del espejo primer libro de poemas de Nerina Coronel, editado por Peces de ciudad, y que se presentó en el bar Espiche, de Humberto 1° al 400, el pasado 30 de julio de 2016.
Es un placer enorme para el escriba comentar este libro de una amiga y compañera de estudios en los últimos años.







 

 

 

Trípticos

Vamos a abordar la lectura de La incendiada a partir de sus tópicos, y que vamos a dividir en tres:
i.                     Las manos que hacen (y deshacen, y rompen)
ii.                   Las cenizas del incendio
iii.                  Los espejos que le muestran a la yo poética lo que es, o lo que no es, o lo que no quiere ser.
La incendiada del espejo es un poemario que funciona (aunque no solamente) sobre este tríptico temático y se abre a los ojos del lector en distintas capas. Hace que cada poema re signifique al anterior, aún cuando a priori pareciera que estuviesen desconectados.
En efecto, a medida que avanzamos en la lectura, notamos que lo dicho antes vuelve a ser dicho, aunque con algún cambio sutil. Veremos, entonces, algunos ejemplos de cada uno de estos puntos.

i.                    Con mis manos
Con mis manos
Desenmascaro.
Con mis manos,
Digo y tiemblo.
Pregunto a tu piel
Erguida en un altar
De pianos y violines.
Y hago y deshago,
Y entierro y profano.
Con mis manos
Soy y miento.

Aquí, la yo lírica se para frente al mundo y dice que con sus manos hace y deshace y profana y miente. Esas manos que usa para escribir van del nuevo significado a la nueva sensación que la hace temblar al descubrir el poder de esa palabra. Y entonces llegará a destruir lo conseguido, a enterrarlo, y otra vez a destruir: la profanación es la destrucción de lo enterrado.
Con mis manos / soy y miento nos dice por último. ¿Qué nos dice? Que con las manos crea nuevos sentidos, todo el tiempo y que, por lo tanto, ha deshecho lo que dijo antes, y por eso nos miente: “la literatura es mentira[1]

Veamos otro poema:
Tocar lo invisible

Alguna vez quise tocar
Lo invisible del cielo.
Palpar el aire y vencerlo.
Pero hacer un puente
No es tan sencillo.
Se necesitan muchos
Pájaros. Y no todos los
Pájaros están en el cielo.

Esta sinestesia con que se titula al poema nos hace pensar nuevamente en el poema que da inicio al libro: tocamos con las manos, ciertamente, y la sensación debería ser táctil y no ocular. Pero vemos con los dedos ante un estado de ceguera. Esas manos que hacen y deshacen al comienzo, aquí tocan lo que no se ve. Por eso no están contadas. Por eso hay que hacer un puente con pájaros, que unen puntos distantes y construyen nidos y sin embargo, no tienen manos.
Aquí, esta yo lírica nos pone frente a la misma situación: con manos no dichas, nos muestra lo invisible.

ii.                  Las cenizas del incendio
Metamorfosis
       He regresado y he visto
                A mi propia muerte besarme la nuca.
                He visto como el frío antaño se hizo presente
                Y me convirtió en ave.

                He traspasado los ángulos de la muerte.
                Y en los halos de luz proyecté
                Mis recuerdos de amor y odio.

                He visto mi resurrección,
                Mi volverme sabiduría, mi creer en
                El puente infinito entre las almas gemelas.
                He sentido cenizas en mis manos mientras
                Me convierto en ave, vuelo y me escapo.

Las Metamorfosis, de Ovidio, contienen un mundo de transformación donde aparece un gran número de aves. Las aves, tan cercanas al cielo, han sido desde siempre metáfora del alma, y usadas por religiones diversas para predecir el futuro. El “augur” era aquél sacerdote capaz de interpretar las señales de las aves.
Pero los hombres mediterráneos miraban a oriente para saber dónde estaban ubicados: de allí les venía el sol cada mañana, y de allí viene la palabra orientarse. Y es en Egipto donde nos encontramos con el mito del ave Fénix, que acaso ha sentido cenizas en mis propias manos mientras / me convierto en ave, vuelo y me escapo.
Y tal vez, mirando un poco más allá, en el oriente lejano, nos encontramos con el mito de Zin Nu, la tejedora, a quienes los dioses, por envidia de las pasiones humanas, la separaron de su amante y la condenaron a la soledad. Pero cada año, las urracas ayudan a tender el puente infinito entre las almas gemelas.[2]

La ceniza

La ceniza cayó ahogada
En el sosiego de su yerro.
Y al chocar contra el suelo,
Explotó en mil pedazos de
Ausencias, de adioses.

Los oídos rotos no pudieron
Escucharla, se hundieron.
El agua vino a su rescate
Y barrió con todos los
Lados del recuerdo.

La ceniza vacila, ahora.
Que todo es eterno.
Y se resuelve a irse,
A morirse todos los días.


Esta yo poética nos habla del ciclo eterno de la vida y de la muerte, de su propia muerte  a la que ha visto besarme la nuca (Ver “Metamorfosis”). Nos habla, también, de este estado de cosas en el que el fuego se extingue en el agua en un viaje desde el big bang hasta el olvido.
Pero así como antes el augurio la llevaba a volar en busca de un alma gemela, aquí, en cambio, ese ciclo se cumple por la inversa: la muerte cotidiana, la desesperanza por saber si habrá un nuevo día. El sueño, para los hombres primitivos, debe haber sido una experiencia terrible irse a dormir, cada noche, creyendo que el sol no regresaría, creyendo que sus almas no les volverían a los cuerpos. [3]
Esta ceniza, en cambio, ha aprendido de la eternidad y por lo tanto se resuelve a irse / a morirse todos los días.

iii.                Los espejos
Para finalizar, diremos que el lector desprevenido –asiduo visitante de estas páginas– ya a esta altura ha resuelto el acertijo[4], y casi intuye que iremos por el lado de los reflejos, que no son otra cosa que apariencias, imágenes paganas de nosotros mismos antes de creer en lo que somos. Cada vez que nos miramos al espejo, ¿nos vemos o es el otro el que nos ve?

Me miro

Me miro el reflejo
Y le pongo nombre
A mi expresión.
Hay cosas que
Forman frases que
Llevan otras cosas
En su interior,
Ya sea un libro
O un tatuaje.
Hay cosas que
Forman momentos que dejan en mí
Reflejo esa expresión
Sin nombre

Toda esta reflexión –nunca mejor dicho– acerca de los espejos, nos habla del ida y vuelta entre los significantes y sus significados, de esas frases que / llevan otras cosas / en su interior. Y esa situación deja a la yo poética sin palabra, sin nombre.

Furia

No te contagies de mis llamas
Que de efímeras no alcanzan
A quemar el odio oxidado.
Si preferís, compañera,
Podés abrazarte en el rincón
Más frío de mi espejo,
Tal vez ahí descubras
Lo inútil del témpano
Que tremolo en mis días de enojo.
O tal vez, te encuentres
A vos misma, sonriendo
Frente al espejo que
No querés traspasar.

Esta yo poética está llena de furia al no poder / querer salir del espejo. Está en una lucha interior consigo misma entre mantenerse fría y calma o explotar en llamas. Ese interior que bulle y emana vapores intoxicantes, se convertirán, quizás, en fríos témpanos que recorran el lago alrededor del cual vuelan las cenizas volcánicas, que miren con terror ese río de lava que atenta con la integridad de los ríos de hielo. Ese espejo que nos muestra siempre la otra cara, la visión de nosotros mismos que no podríamos tener por nuestros propios ojos, está acá presente para recordarnos, una vez más, de qué va la cosa en La incendiada del espejo.

Conclusión


Hemos dicho en numerosas ocasiones que una de las tareas del arte es desautomatizar  la visión que tenemos de las cosas. [5] Entendemos que este procedimiento está muy logrado en el poemario de Nerina, tanto en cada poema en particular, como en el todo en general.
Decíamos al comienzo que trabajamos sobre un tríptico temático manos – cenizas – espejos. Creemos que es uno de varios posibles. Piense el lector desprevenido en el artículo “El placer del entimema” en este mismo blog, o citado más arriba, y podrá dar cuenta de lo que decimos. Encontrar otras tríadas para entender este bello libro, opera prima de una amiga y compañera a quien le deseo y auguro –no podía ser de otro modo– un muy buen camino en este mundo de la poesía. [6]



[1] RULFO, JUAN; Verdad y mentira en la creación literaria; en http://www.blest.eu/cultura/rulfo.html ; última versión consultada: 02/08/16. También notar que al final del primer párrafo Rulfo dice: Ahora, yo sí le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano."
[2] GALEANO, EDUARDO; “Los querientes”, en Los hijos de los días; Siglo XXI; Buenos Aires, Pág. 249. También se puede encontrar en http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=103379 ; Agosto, min 2:47
[3] Podemos encontrar más referencias a este tema en BRADBURY, RAY; El árbol de las brujas; Minotauro; Buenos Aires; 1978;  Pág. 64
- … ¿Renacería el sol con el nuevo año o seguiría muerto? Los egipcios se lo preguntaron. Los cavernícolas se lo preguntaron un millón de años antes. ¿Saldrá el sol mañana cuando amanezca?
- ¿Y es ese el origen de la Noche de las Brujas?
- Esas largas meditaciones nocturnas, muchachos. Y siempre allí, en el centro, el fuego. El sol. El sol sucumbiendo para siempre bajo el cielo frío, aterrorizando al hombre primitivo. Aquella era la Gran Muerte. Si el sol desaparecía para siempre, entonces ¿qué?
[4] “… porque hay que contar con la ignorancia de los oyentes (la ignorancia es precisamente esta incapacidad de inferir a través de numerosos eslabones y de seguir mucho tiempo un razonamiento); o más bien hay que explorar esta ignorancia dando al oyente la sensación que él la superó por sí mismo, por su propia fuerza mental: el entimema no es un silogismo truncado por carencia, degradación, sino porque hay que dejar al oyente el placer de completar él mismo un esquema dado (criptograma, juegos, palabras cruzadas).”
BARTHES, ROLAND; La antigua retórica; B.1.12: Placer del entimema.
[5] “La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento: los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción”; SHKLOVSKI, VICTOR; El arte como artificio Pág. 60
[6] Poemas citados: “Con mis manos” (Pág 11); “Tocar lo invisible” (Pág. 27); “Metamorfosis” (Pág. 15); “La ceniza” (Pág. 26); “Me miro” (Pág. 18); “Furia” (Pág. 22)

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