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lunes, 28 de febrero de 2022

La máquina del tiempo

 


En la novela de H. G. Wells, el inventor de la máquina del tiempo no tiene nombre, solamente se lo conoce como "El viajero del tiempo". En efecto, montado en su bello artefacto, el viajero va al futuro y vuelve, pero siempre está en el mismo lugar, excepto cuando tiene que mover la máquina porque quedó en un lugar sin protección. El tiempo, entonces, parece ser que solamente transcurre, que no se mueve de lugar. A eso se debe que al volar o estar alguien en el espacio, el tiempo transcurre más lentamente, por eso de la curvatura. 

Nosotros podemos recordar, podemos vivir el momento, podemos hacer planes para las próximas vacaciones. Lo que no podemos es vivir efectivamente en lo que recordamos o proyectamos. Con suerte, tendremos una percepción distinta del tiempo transcurrido: cuando sostenemos una conversación animada, el tiempo parece ir más rápido que cuando estamos aburridos.

El tiempo, entonces, tiene tres variantes enteras: pasado, presente, futuro. Y unas cuantas variantes decimales: pasado perfecto, pasado indefinido, pasado pluscuamperfecto y así siguiendo. Pero son solamente discursivas. Por más que intentemos, no nos resulta factible ir a visitar a un amigo muerto, o ver que será de nosotros en el 2030, cuando suponemos que el mundo colapsará por el cambio climático. No tenemos una máquina del tiempo así como tenemos una para subir y bajar de un edificio.

Otra cuestión interesante es que el tiempo, en esa supuesta línea por la que transcurre, solo tiene adelante y atrás. Dado un punto cualquiera de la línea temporal, solo podemos movernos al futuro o al pasado. No hay izquierda o derecha, arriba o abajo. El tiempo abarca todo el espacio, por lo tanto es igual independientemente de si estamos en planta baja, en el séptimo piso o en el inframundo tratando de secuestrar a Perséfone.

Dalí, en sus intentos por doblegar al tiempo, pintó relojes de trece horas, derretidos sobre las ramas de los árboles como quien pone a secar ropa luego de haber sido sorprendido por una tormenta. Pero siempre empezaba a pintar a una hora y terminaba varias horas después, no antes.

El artilugio de viajar en avión en contra del movimiento de rotación hace que podamos llegar antes, o perdernos un día por el camino si volamos a favor. Tal vez es lo que le pasaba a Johnny Carter, el protagonista del cuento "El perseguidor", de Julio Cortázar, cuando decía "esto lo estoy tocando mañana". Quizás ese subte que solía tomar viajaba a favor del movimiento de rotación de la Tierra y por eso llegaba después. 

En suma, por más vueltas que le demos, no tenemos más que esperar que el tiempo pase. Y aunque nuestra vida transcurriera al revés, como la de Benjamin Button, solamente alteraríamos el orden, pero igualmente tendríamos un principio y un final.

 

Fernando

Febrero, MMXXII 

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