Chat

Él va por la calle con su hermosa e interminable sonrisa, diciéndole a quien quiera oírlo, que ha pasado buena parte del día anterior chateando con una Musa.

En general lo miran con gesto simpático, y solamente les faltaría darle una palmadita en el hombro, un beso y mandarlo a dormir.

Y así va transcurriendo la mañana.

Se siente feliz, de cualquier modo.

- Ayer estuve chateando con una musa, ¿sabe?

- ¡Ah! ¿sí? Y con cuál, ¿se puede saber?

- Con Cairíope.

- No, no, no, dirá usted Calíope, musa de la elocuencia, la belleza y la poesía épica.

- No señor, he dicho Cairíope, la musa que habita debajo de las mesas de los bares y habla con los ojos.

- Claro, claro. ¿Y será que habla en griego con el ojo derecho y en latín con el izquierdo?

- Usted me ofende.

- Y usted es un salame

- No le permito

- ¿Y qué musa es permito? ¿De un permo chiquito?

- ¿Usted me está cachando?

- Con una mano en el corazón, ¿me ve cara de cachador?

Ël no responde. Se limita a esperar que se marche ese provocador.

Pero no se marcha.

- ¿Y no tendrá, por si acaso, el teléfono de esta Musa que usted dice?

- No, pero tengo el mail, mire, mire.

- ¿A ver? ¿Mirna Canson? Pero si es la que escribe en ese pasquín del interior, la que dice que tiene una vecina que cría dragones imaginarios. ¡Andá!

Y lo deja solo con su sonrisa, con su jarrito cortado, con su mesa del fondo. 

Él roza la parte de abajo de la mesa con un dedo, y siente que su musa respira agitada, furiosa, a punto de espetarle un conjuro a ese irreverente.

Pero se calma al sentir el contacto del dedo de su inspirado, que viene de escribir algunas cosas que vaya a saber cuándo se animará a publicar, pero que a ella le gustan tanto.

Y le sopla un cuento de aire.

Y un poema de fuego.

Y se sellan los pasaportes de un país tan pequeñito que cabe en una mesa.

Y se ríen para siempre de la escarcha. 

Fernando Berton

Cpyright: Julio 2013