Alienados II

Tacuarí y Estados Unidos - San Telmo - Buenos Aires

El mural ocupa casi toda la esquina.
Estamos en presencia de un ser que se desangra.
Y en su desangrarse, genera la vida en el mar y en el aire.
De su corazón abierto se escapan seres angélicos, y se forman los colores.
De sus venas abiertas, como las de América Latina, se escapan notas musicales, que se derriten por el calor del atardecer hirviente.

De alguna manera, es difícil saber si algunas inscripciones forman parte del mural, o fueron agregadas por graffiteros furtivos.

Por eso, nos concentramos en analizar las imágenes solamente.

Y el tema central es la des-personalización, esa cara que se desprende del cuerpo, esa mente que se siente abrumada por la realidad que le extirpa la vida, la usa para mantenerse y generar nueva vida, pero que parece despreocuparse por la suerte que pueda correr el cuerpo joven, lleno de otras realidades, de otras vidas, de ser una entidad generativa, de dejar espacios vacíos de significado para que los receptores de este mensaje le pongan su impronta, se detengan un minuto cada mañana en su tránsito hasta la profundidad de ese cuerpo que se perfora para crear vida, pero a la vez para morir, para hacer ese tránsito fugaz de juventud-vejez, o de vida-muerte, según se crea.

Ahí está, entonces, este otro mural que no se pregunta con palabras, sino que simplemente nos interpela desde su arte figurativo pero a la vez abstracto, que deja un gran espacio para que lo completemos con nuestras propias miserias, nuestras vidas atentas cada vez que recordamos esto de la alienación.