Leí estos días una publicación en FB donde la autora decía que su papá y su mamá militaban para que todos los chicos “puedan tener una bicicleta, del color que quieran”. Y esto me mueve a reflexionar que esa militancia reproduce el sistema capitalista y de extracción. En efecto, más bicicletas implican más trabajo, sí, pero a la vez más personas que se desplazan hacia las fábricas, más materia prima, más emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), más extracción. Al cabo de unos pocos años, por otra parte, las bicicletas dejarán de estar de moda, muchas fábricas cerrarán, muchos empleados se quedarán sin trabajo y el mundo será un poco peor.
Nadie come dinero, dice Ailton Krenak, chamán, filósofo, líder indígena y escritor brasileño. Es interesante notar que su propuesta es de “decrecimiento”, es decir, dejar de propender a un progreso infinito, ya que el planeta que habitamos tiene recursos finitos. Su capacidad de regeneración es asombrosa, pero ciertamente está llegando a un límite. Vemos cómo el cambio climático mueve multitudes todos los años para reunirse en las Conferencias de las Partes (COP), que va por la 27, en busca de solucionar el tema de la emisión de GEI. En esa línea, la industria aeronáutica trabaja para lograr que los aviones consuman menos combustible, emitan menos del 40% de CO y utilicen Combustible Sostenible de Aviación (SAF, por su sigla en inglés) que tienen el potencial de reducir hasta en un 80% las emisiones de GEI.
Por su parte, la industria automotriz marcha hacia los autos eléctricos, alimentados por baterías de litio. Litio que en su mayor parte se obtiene de salares, y que para obtenerlo se necesita, entre otras cosas, mucha agua. Recurso que suele escasear en los salares, por cierto.
Todas estas acciones que promueven la utilización de medios más amigables con el ambiente, en el fondo ocultan una o más trampas: por un lado, dejar de extraer un recurso para extraer otro, a la espera de que aparezca en el medio algo mejor. Luego, que tanto los aviones como los autos tienen enormes cantidades de partes y accesorios de plástico, que son derivados del petróleo. Y tercero, que lo que se busca es la expansión de esas industrias. Y cuanto más autos y aviones, más gente que se desplaza de un lado a otro, contribuyendo así a generar más consumo, etc.
En la base de ese sistema está la publicidad, que pone a pensar a las personas en comprar bienes o servicios para ser felices (toda publicidad, como dice Umberto Eco, sostiene que el objeto del consumo es lograr la felicidad), de modo que tener una bicicleta o viajar a Venecia forman parte del mismo modelo: la implantación del deseo de consumir. Cuando viajar a Venecia no es posible, entonces el trabajador se contenta con comprar una bicicleta. [1]
En definitiva, luchar por un mundo mejor debería tratarse de luchar por un modelo distinto. Sostener el capitalismo en cualquiera de sus formas nos está llevando a la destrucción. El planeta ha pasado ya por catástrofes naturales enormes y se recompuso. Pero hasta donde se sabe, las catástrofes naturales no son evitables. El cambio de un sistema, sí.
Fernando
Febrero, 2023
[1] Que luego los visitantes de Venecia se horroricen al ver trabajadores en relucientes bicicletas es otro tema que no vamos a analizar aquí pero que forma parte del sistema de odio de clase, porque esa es otra de las patas: las publicidades se emiten para todos, pero implícitamente los viajeros creen que solo unos pocos pueden ver cumplidos sus sueños.
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