Segundo encuentro con Voggart – 28 de junio
Con cierta frecuencia sueño que viajo en ascensor. La cuestión es que, siempre, se mueve de costado, como un tren. Si tuviera terapeuta seguro me preguntaría qué me parece. Yo le diría que ni idea, que para eso haría terapia. Me diría que no sea vago, que piense primero por qué ese sueño se repite y, segundo, qué es o cuáles son las razones para que se altere el sentido de movimiento del ascensor. Yo pensaría, pero no diría, uy dió, qué ganas de complicarme la vida.
Arrancaría diciendo que un ascensor es una vía de escape, o un medio para salir de donde uno está para ir a otro lado con rapidez. Habiendo ascensor, no se complique con la escalera, si ya casi no hay noticias de gente atrapada o accidentada en elevadores. Un avance de la tecnología, hay que decirlo, así como ya no mueren pilotos de Fórmula 1 en las carreras. ¿Qué?, se sorprendería. Nada, nada, una pequeña digresión. ¿Y lo horizontal?¿Y lo horizontal, me preguntas? Eso, diría yo, me parece, es un ansia de hacer algo diferente, ¿no?, romper los esquemas o patear el tablero, por decir algo. Tanto es así que ahora que me acuerdo, hace unos días soñé que esperaba el ascensor, y yo mismo en el sueño me decía ¡ay, no!, ¿otra vez con esto? Llegó. Subí. Marqué un piso. Hasta ahí, todo bien, el artefacto empezó a subir como dios manda. Menomal, pensé, y me quedé en el molde a esperar que llegara. Miré la hora. No recuerdo cuál era, si no le hubiera jugado a la quiniela, como ya me pasó alguna vez y gané. Pero de pronto me doy cuenta de que el aparato gira. Es un edificio circular, y veo por la puerta de rejas un montón de oficinas y un pasillo con baranda que da al vació, como un pozo en todo el edificio, que está construido solamente en la circunferencia, el centro es aire, pulmón de manzana o similar. ¡Me cago en la ostia!, dije en el sueño. Finalmente bajé y me encontré con alguien que me preguntó si tuve un buen viaje. ¿El del ascensor?, dije. No me contestó nada y se fue y me desperté con cierta frustración.
Todo eso podría decir en terapia, si hiciera terapia, le digo a Voggart. Me mira. Arquea una ceja. Pongo cara de no entiendo. ¿Qué tiene que ver, pregunta, ese sueño con patear el tablero? ¡Ah, eso!, digo. Tiene que ver porque el sueño arranca rompiendo la cuarta pared, o almohada, quién sabe tratándose de sueños, al poner en duda si es un sueño. Luego, el ascensor sube normal, hasta que en un descuido, ¡zácate!, otra vez pal costado. ¡Ah!, dice Voggart.
Justo llegamos. Abro la puerta. Voggart sale, pero el perfume se queda.
Fernando
Diciembre, 2022
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