Venite nomás cuando puedas, che patrón, que te quiero enseñar cómo va quedando, dice el mensaje de Amadeo. Ernesto espera en la parada del ómnibus mientras el sol empieza, de a poco, a aflojar. Se siente un poco cansado, pero Cassie precisaba la camioneta para entregar unas obras. Quedaron en que si se desocupaba temprano, lo pasaba a buscar por lo de Amadeo.
El colectivo tarda en venir. Es raro para un sábado a la tarde, pero bueno, shoganai, qué se va hacer. El verano ya comienza. A partir de ahora, los días serán un poco más cortos cada vez. Cuando nos queramos acordar, otra vez el frío y las noches largas estarán por estas tierras.
Ernesto llega hasta el fondo. Hay asientos libres de los que miran hacia atrás, pero no los usa porque se marea. Y para peor, esta línea da un montón de vueltas. Enseguida baja un muchacho y se sienta. Busca leer algo en el celular, pero se sacude mucho y no logra concentrarse. Decide, entonces, no leer, mirar por la ventanilla. Hace mucho que no se deja llevar, disfrutar del paisaje urbano furioso, que de a poco se va convirtiendo en barrios de pocos edificios, casas bajas, más árboles. En un semáforo, ve que unas cotorras se agolpan para romper las bolsas de basura. ¡Lo que faltaba!, piensa, perros, gatos y ahora cotorras. ¿Se habrá apagado Valderrama?
El colectivo arranca, y la ventanilla refleja el interior del coche. Ve, en un momento, un pájaro apoyado sobre el caño que oficia de pasamanos. Es un pájaro grande, de pico fuerte, parecido a un cuervo, pero no es porque tiene plumas blancas en el lomo y el vientre, y la cabeza, las alas y la cola totalmente negras. Hasta donde sabe, los cuervos son negros por completo. Además, ¿qué haría un cuervo en el colectivo? ¿No basta con las cotorras comiendo la basura? Piensa en las diez plagas de Egipto, pero solamente recuerda la langosta y los mosquitos. Le faltan las otras ocho. ¿Eran las vacas flacas? No, ese era el sueño del faraón. En fin.
Vuelve a mirar la ventanilla. El pájaro se ha ido. Ahora hay un anuncio de una compañía de teléfonos celulares en su lugar. Ernesto entorna los ojos. Se ríe y mueve la cabeza un poco. El burlador burlado, piensa, aunque en realidad él no quería burlarse de nadie. ¿Ya habrá terminado la plataforma, Amadeo?
Fernando
Diciembre, MMXXI
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