Estos días leí el cuento “Heiddeger”, por Matías Javier Alinovi, y en un momento me puse contento porque pasaba algo parecido a una película que vi hace un montón de años pero que no me acuerdo el título. Es más, solamente me acuerdo de la escena inicial: alguien juega a tirarle un palito al perro que, obediente, va a buscarlo para reiniciar el juego. En un momento determinado, el perrito tarda en volver y el dueño empieza a inquietarse y lo llama. Finalmente el perrito aparece, pero en lugar del palito trae la mano de una persona.
Vi hace un tiempo la entrevista que Nora Veiras le hizo aAlberto Kornblihtt, y en un momento determinado el investigador dice que tiene un Excel donde va anotando las películas que vio, con una breve descripción del filme. Pensé en hacer algo parecido, pero después me acordé de la inutilidad del proceso si es que sobreviene una pandemia de olvido, como bien cuenta García Márquez.
El tema es que el cuento no dice nada acerca de la película, ni una pista que me permita adivinar el título, o los actores. Pienso, entonces, que por eso los buscadores se llaman así y no “encontradores”, porque no necesariamente encuentran lo que uno busca. Para colmo de males, te traen a veces una cantidad de cosas que lo único que consiguen es llevarte a otra parte, o poner tu interés en algo que aparece y que resulta entretenido, al punto de que, varias horas después, la pregunta cae inevitable: ¿qué estaba buscando yo?
Fernando
Diciembre, MMXXI
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