Chicas en tiempos suspendidos - Eterna Cadencia - 2021 |
nunca hablé con mi madre de sexo
nunca hablé con mi madre de casi nada
y sin embargo y sin embargo
la invoco ahora porque ella
me puede proteger de los contagios.
Aunque era química y respetaba
el cientificismo de los vates
durante la pandemia de la polio me fabricó
un collar del que colgaba
una piedrita de alcanfor.
La piedrita que no me dejaba sacarme ni para dormir
fue el amuleto mujeril que de la madre a la hija
alejaba al ancestro miedoso, ese fantasma que
como el lobo de Amelia o el “real” de mi analista
espera su oportunidad para acecharme.
Tamara Kamenszain
En Chicas en tiempos suspendidos
Así como existe la prosa poética, Tamara Kamenszain practica lo que podríamos llamar “poesía prosaica” en este su último libro. Leerlo nos recuerda la poesía conversacional que tan bien practicaba César Fernández Moreno, por ejemplo en Gallo Ciego o en “Argentino hasta la muerte”.
Este libro de Kamenszain se lee en un par de horas, pero se puede tardar toda una pandemia en interpretarlo. Tal vez la cita a Sabina no sea la más apropiada –no sabemos si lo consideraría un antivate como a Nicanor Parra–, pero bien vale la pena intentarlo: "Tanto la quería / Que tardé en aprender a olvidarla / Diecinueve días / Y quinientas noches".
Es que se mete con tantas cuestiones que apenas podemos esbozar: los feminismos, la dictadura, el amor y el desamor, la literatura y la crítica literaria y un largo etcétera. Por caso, para esto de la crítica literaria, nos dice:
Es cierto que el viejo biografismo
del que se reía Pezzoni en sus clases
fue un bochorno.
En el mejor de los casos resultó
en un no menos irritante
psicoanálisis aplicado.
Y sin embargo y sin embargo
los autores mientras escriben viven vidas
que valen la pena de ser leídas.
Barthes ya intuía eso que llamó
la nebulosa biográfica
volver a poner en la producción intelectual
un poco de afectividad, nos dijo mientras confesaba
“Terminé prefiriendo a veces leer la vida de ciertos autores más que sus obras”.
Y termina con un ¿capítulo?, que titula “Fin de la historia”, que no necesariamente refiere a Francis Fukuyama, que supuso que la caída del Muro de Berlín y posteriormente de la Unión Soviética indicaban que el capitalismo reinaría por siempre jamás. Tal vez ocurra eso, no decimos que no, pero no sin resistencia.
Kameszain sabía mucho de eso, y por eso nos dice “Me acordé que Didi-Huberman dice “que el anacronismo es fecundo / y también que vivimos en un tiempo / que no es el de las fechas”.
Ya no vive Tamara Kameszain (no nos animamos a llamarla simplemente por su nombre) en el tiempo de las fechas. Vive en los tiempos eternos de haber escrito y enseñado y a hacernos pensar que amar y ser amados son dones que recibimos en este lado de las horas, pero que a veces, por un simple protocolo cósmico, suelen terminar de forma abrutpta.
Esto es lo que podemos decir por el momento. Ya tendremos que volver sobre las páginas de Chicas suspendidas en el tiempo.
Fragmentos reproducidos con autorización de Eterna Cadencia Editora.
Fernando
Agosto, MMXXI
No hay comentarios:
Publicar un comentario