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martes, 22 de octubre de 2019

Con el agua al cuello


Una de las cosas que suelen pasar por este blog son las reflexiones acerca de la publicidad. Hoy, entonces, inauguramos sección: Publicidad y otras mentiras. 

Otra de las cosas que suelen pasar son las advertencias a los lectores desprevenidos, o bien al lector desprevenido, epítome de aquellos. En este caso, la advertencia es acerca de la mentira: la publicidad, en general, no miente. Lo que hace es hacernos pensar erróneamente. Por ejemplo, una vieja publicidad de desodorante masculino: el tipo se echaba el spray por el cuerpo y al instante caían muertas unas mujeres angelicales, con sus alas y todo. ¿Dice eso que si uno se pone el desodorante las mujeres morirán por uno? No lo dice, no está explicitado ni lexicalizado. Lo que hace es que uno infiera que eso ocurrirá. Nos ahorramos el tiempo de la seducción por medio de un filtro de amor, como en los cuentos populares, nos valemos de gualichos, pócimas o embrujos para obtener los favores de la persona amada. (Que, para el caso que nos ocupa, decir "amada" es un poco mucho: más bien persona deseada, o quizás, mejor, persona conquistada: solamente se desea una mujer, angelical o no, no es ese el objeto de ponerse el dicho desodorante, es, nada más, atraer físicamente a mujeres para constituir un harén o similar)

Esforzarse por hacer algo puede resultar demasiado engorroso, una verdadera pérdida de tiempo de ese que no nos sobra para lograr las cosas verdaderamente importantes. En Vidas desperdiciadas, la modernidad y sus parias, (Paidós, Buenos Aires, 2005) nos dice Zygmut Bauman:

“El síndrome de impaciencia contemporáneo transmite un mensaje contrario: el tiempo es un fastidio y una lata, un sufrimiento, un desaire a la libertad humana y un desafío a los derechos humanos, nada de lo cual tiene por qué sufrirse felizmente. (…) el paso del tiempo presagia la pérdida de oportunidades que deberían haberse agarrado y consumido según venían.
Esperar es una vergüenza, y la vergüenza de la espera se vuelve en contra de aquel que espera. (…) ¿Por qué tengo que esperar por lo  que deseo/codicio? Pág. 141

Así, los deseos deben cumplirse de inmediato. (Recordamos que varias veces mencionamos en este mismo blog “la vida en tres simples pasos”). Y para cumplir tales objetivos vinieron a nuestro rescate las tarjetas: de compra, primero, de crédito, casi enseguida. Y como una cosa trae la otra, las cuotas. De esto también da cuenta Bauman, y apunta:

La deuda se convierte en la norma para las clases medias (Pág. 142)
Ya debo 20.000 libras, así pues, ¿qué importan otras 200? (…) Si vivieses conforme a tus posibilidades, nunca harías nada. (Pág. 143)

Para estas fechas, una de las tarjetas más famosas está publicitando sus planes de cuotas para las vacaciones, con una aerolínea, por un lado; con una agencia de viajes, por el otro. Esto no tendría nada de llamativo, estamos a nada del verano, y no está mal ir haciendo planes. Lo que me llamó la atención es que esta vez, en ambos casos, se apela a vacaciones en la playa, en el mar, y que en ambas fotografías la protagonista es una mujer que está, como sugerimos desde el título, con el agua al cuello. En efecto, una vez que sacamos los pasajes, el alquiler (de hotel o de casa, para el caso es lo mismo), eventualmente un auto, nos hacemos de doce pequeñas cuotas que, sumadas a varias otras doce pequeñas cuotas, harán una gran cuota por el término de un año. Y se hacen cargo de esto: nos muestran a una mujer con un esnórquel en un caso, otra que apenas está por sacar la nariz fuera del agua.



Podrá objetarse que bueno, si uno se va al caribe no está mal bucear, observar la belleza de la vida submarina en directo es una experiencia inigualable. Sin duda coincidimos con eso, pero de lo que se trata es de pensar en el mensaje no dicho, en lo que la publicidad nos infiere a pensar. ¿No podés irte de vacaciones porque con tu sueldo no te alcanza? ¿No pudiste juntar lo suficiente durante el año para pagar el pasaje al contado? ¿Y tenés una deuda de 40.000? ¿Qué te harán, entonces, otros 1500?
Quedarás con el agua al cuello, pero ¡quién te quita lo buceado!



fernando
octubre, 2019 

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