Las buenas intenciones sólo producen mala literatura, dice Gide. Pasa con mucha novela que se pretende “realista”. Se quiera o no, toda novela propone una moral. ¿Cuál moral? ¿La que imponen los convencionalismos mediáticos? A la vez, ¿qué significa ser un autor “realista”? Los tipos “realistas” son de la peor calaña: allí los tienen del otro lado del mostrador en los bancos. Sin embargo, me digo, la novela en que trabajo, a mi pesar, a pesar de mi propósito de laconismo y austeridad en el lenguaje, también es una novela moral. Por tanto, le desconfío, la abandono cada tanto. También me doy cuenta: hace rato que perdí la inocencia y la confianza omnipotente en la escritura. A veces pienso, por ejemplo, al llevar un diario, que escribo por pura vanidad de la letra
Guillermo Saccomano, en https://www.pagina12.com.ar/61522-preguntas-despues-de-una-pregunta
En ese sentido iba un artículo que le recomiendo siempre al lector desprevenido de este blog, que se llama Situación de calle. Por esas cosas de la vida, dejé de pasar por ahí. Volví años después, y el hombre que ahí dormía junto a sus perros ya no estaba. Supongo que habrá encontrado un lugar mejor donde vivir, quizás un empleo que le permita pagar una pensión, ¿quién sabe?
Imagen tomada de Shunko, de Jorge W. Ábalos; Losada; Buenos Aires; 2014 (1ra edición de 1959) |
Decía Saccomano que la escritura realista impone siempre una moral. Shunko, de Jorge W. Ábalos es una novela realista. Y tiene la cualidad de ser el portal por el que ingresé a la literatura. Yo tenía unos nueve años -más o menos la edad de Shunko- cuando dí con este texto. Hoy vuelvo a él, movido por cuestiones personales, y puedo coincidir con Saccomano en que hay una mirada huinca sobre el mundo preexistente en estas tierras. No por nada el narrador es un maestro que se autodenomina "señor" al ponerse en boca de los chicos.
Pero es una mirada blanca sobre ese mundo negro que nos hace soñar. Que busca, en la ingenuidad del docente, darles nuevas armas a los chicos, es cierto, pero que también nos pone frente a los ojos a unos pibes que, aún siendo de tan lejos, de una cultura tan otra, comparten con el pibe de Capital una mirada ingenua de las cosas.
Esa Josefina que le dice al maestro "sos lindo", acaso queriendo decirle que es bueno, me conmueve. Me conmueve la carta del maestro a Shunko porque lucha toda el tiempo por asimilarse a los indios. Pero no puede. El maestro quiere a toda costa compartir el mundo de esos chicos, formar parte de ese mundo, creer que los ex alumnos lo extrañan y acaso lo necesitan. Me conmueve la despedida de Shunko: "tu alumno que antes era". Este maestro se debate entre "educar" a la manera hunica o dejar que vivan de acuerdo a sus tradiciones. A su Cultura.
Entonces, lleno de nostalgia, en su vida de ciudad, escucha el llamado de los chicos y dice "allá voy, salvajes..."
A pesar de todas sus contradicciones, Jorge W. Ábalos consigue poner el punto de vista en el niño santiagueño, en la mujer y el hombre sufridos de esa provincia tan seca en la tierra y tan rica en chacareras que son de las músicas más alegres de estos lares..
Fernando Berton
Setiembre, 2017
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