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viernes, 23 de marzo de 2012

Roger Waters – The Wall


Buenos Aires, 20 de marzo de 2012, estadio River Plate

Cuando escuché The Wall, allá por 1979, no podía creer que se pudiera hacer una obra tan profunda. Que un tipo que no tenía nada que ver con mi cultura, pudiera decir que le pasaban las mismas cosas que me estaban pasando (casas más, casas menos)
Tiempo después, vi la película. Y le dio un nuevo sentido a lo que había escuchado. Las imágenes le ponían otras sensaciones a la música y las letras.
Con los años, vi un documental en I-sat, donde se veía a David Gilmour paradito sobre una pared, tocando su famoso solo de Confortablemente Adormecido, y a Roger Waters hablando sobre lo que le había pasado, la alienación, el dolor de no soportar a la gente que le daba, precisamente, el apoyo que él detestaba.
Luego, vimos por televisión la puesta especial en ocasión de la caída del muro de Berlín. ¿Qué mejor obra que The Wall para una ocasión semejante? La verdad es que en ese entonces no estaba dispuesto a escuchar otra voz que la de Gilmour en Comfortably Numb, pero bueno, de cualquier modo fue un acontecimiento histórico.
Y ahora tuve la oportunidad de asistir a una puesta magnífica. Había leído en las críticas periodísticas que el sonido era impecable. Faltaba comprobarlo.  Y no puedo salir de mi asombro. Hace hoy tres días que terminó la serie de presentaciones en River. Y todavía estoy emocionado. Los primeros 10 o 15 minutos del show no pude hacer otra cosa que llorar: tal fue mi emoción.
El espectáculo fue lo más maravilloso que vi, completamente renovado a pesar de los tantos años. Uno tiende a pensar que estos músicos se han quedado sin inspiración y  vienen a robar con cosas antiguas. Nada más lejos, Roger Waters – The Wall es aprovechar los avances de la tecnología para poner en escena una obra que de por sí, en su momento, era (parecía) insuperable. La limpieza del sonido, el concepto teatral, las proyecciones sobre la pared que se va cerrando para finalmente explotar, están hechas de manera impecable. Vale cada peso que se paga por asistir al concierto. Roger Waters no vino a robar, trajo todo lo que tiene para dar, hasta el último chip y el último foquito, y hasta el último de los trucos que escuchamos en el disco, o cassette, o cd. No le falta nada. Se trata de una obra insuperable, que se mejora gracias al aporte de las nuevas tecnologías, que no estaban en el momento de su creación. Es poder presentar The Wall como seguramente lo hubiera querido hacer hace más de 30 años.
¿Qué el tipo se ayuda con pistas grabadas? ¿A quién puede importarle? La verdad es que vale ir a presenciarlo. Mi vida no es mejor por haberlo visto, ni sería peor si no hubiese ido. Pero estoy un poco más contento, siento que me faltaba esto para completar mi admiración por esta obra. Y pude cumplirlo.
Casi 400.000 personas pasaron por River en estos días. Acaso puedan compartir algunas de estas consideraciones. Acaso podamos llevarnos de este mundo el haber asistido a un espectáculo magnífico, impecablemente ejecutado. 
Gracias Waters. Hasta siempre.

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