En el último capítulo de "Dejar de fumar" me di cuenta de algo importantísimo: el enfoque estaba equivocado, y como consecuencia, ante la repetición de un hecho negativo, volví al pucho.
En efecto ( y en esto apelo a la psicología inversa), es mucho mas fácil tener un pensamiento positivo ("voy a pensar en un cielo diáfano"), que en algo pero de forma inversa ("no voy a pensar en un caballo[1]").
[1] Como
se puede apreciar, ciertamente es muy poco probable que no piense en un caballo.
Entonces, la idea aquí es abordar la cosa desde otro lugar: por empezar, la
serie “Dejar de fumar” va a desaparecer, y voy a seguir con una nueva que tenga
una definición positiva, por ejemplo, algo simple como “Empezar a Respirar”,
que da una idea de vida. Además, es un objetivo más copado hacer que no hacer.
La cuestión
pasa a tener un tono ciertamente lingüístico, y está bien que lo tenga, porque
según me parece, escribir estas experiencias, sensaciones y sentimientos sobre
lo que me pasa con un vicio, no son, ni más ni menos, que cuestiones del
lenguaje, y en tal sentido va la historia: encontrar una mejor manera de
definir las metas. Y ahí es donde, definitivamente, es tanto mejor decir lo que
voy a hacer en lugar de lo que voy a dejar de hacer. Porque, ¿qué voy hacer
cuando termine lo que hacía antes? ¿Voy a comer un caramelo o una barrita de
cereal en lugar de fumar un cigarrillo?
Veo que el tema es claro: si uno reemplaza un vicio por otro, el círculo no
termina más. Consecuentemente, me propongo escribir los capítulos de “Empezar a respirar”, que abordarán, más o
menos, los siguientes puntos:
- a sentir cómo cada vez el aire entra mejor en los pulmones,
- cómo cada mañana se siente un silencio al inspirar mientras me desperezo camino de la ducha,
- cómo se puede subir la escalera a buscar algo que me olvidé sin temor a llegar boqueando después de tan solo 15 escalones,
- ahorrar unos pesos –tanto en cigarrillos como en medicamentos-,
- ganar en objetivos definidos de esta misma manera para otros ámbitos de la vida,
- salir de la oscuridad hacia la luz como la semilla que de pronto verdea apenitas sobre el surco y se abre frágil y vulnerable hacia ese sol terrible que la aterra a la vez que la maravilla y la atrae de manera inevitable.
A ver, esto
significa que necesito buscarle la vuelta a los temas que me preocupan de modo
tal que se puedan decir evitando la negación. Hacer un esfuerzo, más o menos
grande para, precisamente en aquellos puntos importantes, tener una
actitud que procure ir hacia la vida, hacia la alegría, hacia el gozo.
¿O es lo mismo, acaso, decir “te amo” a decir “no te
odio”? (Aceptando por un instante que uno es el opuesto del otro, claro, y
contando con la siempre amable colaboración del lector que sabrá apreciar el
objetivo puramente ejemplificante del ejemplo), decir “porque sí” es lo mismo
que ¿por qué no? “Te voy a matar” ¿es igual a “Te dejaré vivir”?
Y he notado todo esto esta mañana, mientras tiraba
un pucho, después de casi una semana de fumar 10 o 12 por día. Luego de otra en
la que fumé 1 o 2 diarios (es decir, 2 cigarrillos cada día, y no dos diarios, que sería bastante mucho más dependiendo si es tabloide o sábana). Y al sentir, otra vez, la incapacidad de respirar, pensé “tengo
que volver a respirar”. Y ahí fue que hizo clic este texto, porque al volver a
leer la serie “dejar de….”, dije “está mal, en realidad mejor sería pensar en algo que tengo que
hacer en vez de dejar de hacer otra cosa”.
Por eso, abiertamente le estoy copiando el método a
Rodolfo Walsh de su cuento “Nota al pie”, en el que la nota va creciendo un renglón
por página, hasta fagocitarse al texto que le da vida. Bueno, más o menos
quiero, desde lo visual, significar que lo positivo va
creciendo sobre lo negativo, hasta ser lo más importante, lo más destacable y
lo más bello de este recorrido.
¡Salud!