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jueves, 30 de abril de 2020

Día 1 del día 58 del día 40


Los números, esos paladines de la exactitud, a veces resultan paradojales: hay tantos números enteros como múltiplos de siete, por poner solamente un ejemplo.
En caso de duda, hagamos la siguiente comprobación:
Números enteros
1
2
3
4
5
6
Múltipos de 7
7
14
21
28
35
42
Así, entonces, vemos que si contamos los múltiplos de siete (o de cualquier otro), habrá tantos como números enteros. De manera análoga, entre dos números reales cualesquiera hay infinitos números reales. Es decir que la cantidad entre 0 y 1, entre los reales, es la misma que entre 0 y 0,01
Luego, como esto se empezó a escribir ayer, hoy debería tener como subtítulo

Día 2 del día 59 del día 41


Porque habiendo ya dicho lo de lo paradojal, sería innecesario poner día 1 bis. Entonces, como la intención es avanzar y no quedarnos en lo infinitesimal, iremos desgranando las cosas día a día. Más que nada porque no contamos con un artefacto que nos permita explorar los espacios infinitos entre dos números reales. Menos aún de volver atrás en el tiempo. Esto algo tiene que ver con el Big-Bang, y sin duda con el Big-Ben, porque antes de eso el tiempo no existía. Luego sí, pero se expande de manera continua, y el tiempo se crea a medida que el espacio se crea. Es decir que son, espacio y tiempo, una unidad. Así como nosotros estamos sometidos a las mismas leyes: solamente podemos avanzar en nuestro tiempo. No podemos ir a ayer a terminar algo que quedó inconcluso. Y mucho menos ir a mañana para ver cómo quedará, que será mañana de este hoy. Por eso vivimos en la incertidumbre del día a día, nos carcome el hueso el mientras tanto. ¿Qué pasará? ¿Qué podríamos haber hecho, o dejado de hacer, para que esto que está pasando no pase?
Inútil. No hay respuesta. Por más vueltas que le demos al asunto, no hay respuesta. Tampoco explicación, que podría, de suyo, darnos una pista. Si esto pasó por lo de aquí y lo de más allá, entonces podría ser que eso responda a la siguiente causa. Pero no. Los hechos ocurrieron, A se metió en B y provocó C. Pero no sabemos ni por qué entró, y tampoco qué cosa exactamente provocó C. Que, para empeorarlo todo, resultó en D y E.

Para eso tendríamos que ir unos mil doscientos días hacia atrás, al 30 de noviembre del año cero de esta historia. Mil doscientos cuarenta y seis días para ser exactos. Ese día, por la tarde, M y F deciden encontrarse en un bar a tomar una cerveza producto de unos mensajes que han intercambiado en forma de poemas cercanos a la copla o la décima. Aquí la forma tenía importancia para lograr el objetivo, pero no tanta como para regirse por un estricto control de la métrica o de la rima. El objetivo de M era impactar a F, hacerlo responder en el mismo estilo, y convocarlo a un encuentro. Luego de una charla que bien podría ser interminable, a no ser porque el local estaba cerrando y las sillas patas arriba en las mesas fueron una clara señal de ir saliendo, concluyó en un beso primero rápido y nervioso y duro, para pasar, pocas cuadras más allá, a ser profundo, demorado, húmedo.


Fernando
Abril, MMXX

martes, 21 de abril de 2020

tristeza não tem fim

Para Mariela, que sigue en su viaje


El árbol recorre su camino hacia lo profundo del otoño. Poco a poco sus funciones le indican que debe descansar, cerrar los vasos, enviar cada vez menos savia hasta la más lejana nervadura de la hoja más alta. Pero mientras tanto nos deleita con sus colores que mutan del verde al amarillo. Nos preguntamos de dónde sacará el azul para convertir el amarillo en verde cuando, pasado el invierno, sea otra vez primavera.
Renacer es, para los árboles, algo tan habitual, tan de su normalidad arbórea, que nosotros, temerosos de la mortalidad, lo vivimos como un milagro. Me viene a la mente una imagen del libro The halloween tree, de Ray Bradbury, en la que se cuenta el temor de los primeros homínidos a la noche, a morir. Ellos creían que dormir era morir, y agradecían cada mañana volver a la vida. 

Cuando descubrimos, como especie, que dormir no era la muerte, dejamos de agradecer cada mañana. Naturalizamos la caída de las hojas y el reverdecer primaveral. Dimos por sentada la felicidad de nuestro trabajo y pusimos nuestros sueños en pos de una carrera por acumular objetos, sin notar que la felicidad no es material. Una mirada, escuchar un sonido, ver los colores del cielo, el fuego que surge de un beso no tienen, no pueden tener, un correlato material, son los instantes fugaces los que nos llevan adelante. Hasta que de pronto todo cambia

-Hacia el final del libro te preguntás cuál es la política postapocalíptica para el tiempo y lugar que toca vivir. ¿Sigue en pie tu propuesta de parasitar al capitalismo luchando por un ocio civilizatorio, por el control social de las rentas naturales, digitales y financieras?
-Sigue en pie. Cuando escribí el libro pensaba en las “nuevas derechas”, que son preapocalípticas: proponen acantonar a toda la sociedad ante un riesgo siempre inminente: los inmigrantes, el comercio chino, la “ideología de género”. El efecto era paralizar a la sociedad ante un riesgo que nunca se concretaba. Son esas nuevas derechas justamente las que peor afrontaron la amenaza concreta de la pandemia, negándola. Entonces, sí, hoy una izquierda posapocalítpica tiene aún más sentido, porque la página de la sociedad pospandemia está por escribirse y la nueva derecha finalmente no estuvo a la altura: no portaban ninguna idea de futuro, solo resentimiento y nostalgia. Es una oportunidad para que una izquierda últimamente defensiva, nostálgica o melancólica vuelva a apropiarse del futuro.

Esto dice Alejandro Galliano, historiador, en una entrevista que le hacen en Página 12 a propósito de su libro ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?

Y si bien estoy de acuerdo, es difícil salir de la nostalgia. No sé si del resentimiento, pero la nostalgia tiene el gusto agridulce del recuerdo de un tiempo promisorio. En tanto que esas promesas no se cumplieron, o solamente en parte, los años transcurridos impiden pensar un futuro mejor. Más que nada porque se carga a cuestas el peso de las tareas no cumplidas, de los objetivos no alcanzados, o alcanzados a los ponchazos, con un costo alto en salud, y por ende fuerzas, para empezarlo todo de nuevo. Y más cuando en el mejor momento, cuando se estaba por levantar cabeza, un nuevo golpe hace estallar ese brote de esperanza y de deseo que renace. Otra vez el desgano, la tristeza, pensar en las cosas y los tiempos idos son los únicos motivos de sonrisa. Pero a la vez de desesperación, porque esos tiempos, esas cosas, esas personas ya no están. O no serán iguales. O no serán, incluso. Es frustrante. Surge la necesidad de aferrarse a cualquier cosa para mantenerse con vida, y este es el momento en que no se sabe cómo hacer para que algo tenga algún sentido.


 


  
Fernando
Abril, MMXX

miércoles, 8 de abril de 2020

Paréntesis

Hola, querido lector desprevenido,

Hoy vengo a contarte algo muy personal. Ya lo anticipé días atrás, cuando te contaba que MEC no está bien. Sigue sin estarlo, lamentablemente, y ahí va trastabillando entre infecciones y otras cosas aún peores.

Esta tarde hubo una pequeña buena noticia, entre tanta pálida, y espero que pueda salir de ahí definitivamente. Mientras tanto, quiero compartir contigo este fragmento del diario que vengo escribiendo para ella que se llama Paréntesis.


Cuarentena, día 20; 

Parece haber una tendencia a contar en estos tiempos: infectados, recuperados, fallecidos, despedidos, liberados, encarcelados, multados.

Hoy también me levanté temprano. Llega un punto en que no puedo dormir, mi pensamiento se va siempre a un mismo lugar de angustia. Entonces ocupo la cabeza en pavadas como jugar al solitario spider y cumplir los objetivos del día. Pero a veces ocurre que en una sola jugada se cumplen los tres, y entonces ya no queda más remedio que levantarme y preparar el desayuno, darles comida a los gatitos, que están atentos a ese momento y hasta me golpean la puerta si el horario que ellos establecieron no se cumple.

Luego leo un poco las noticias, un poco twitter, y ya me cansa todo eso así que me dedico a los ejercicios de respiración y de elongación. No hay muchos correos del trabajo para contestar, y los pocos que hay no se materializan en trabajo concreto.

Los primeros días hubo limpieza profunda de pisos, paredes, pintura, alacenas, cómoda, bajo mesada. Después llegaron tareas más pequeñas como arreglar un poco las cortinas del dormitorio, cambiar los tomates rebeldes de lugar (en realidad las plantas, no sabemos si darán tomates alguna vez, pues hacen lo que les viene en gana), regar los morrones y las rúculas y las albahacas y las flores, del patio y de la terraza. Comprobar que no cuesta tanto subir la escalera, y hacer un diario del otoño con los árboles de al lado.

El mundo, otra vez, se rinde a lo minúsculo, a lo microscópico. Y no sabemos bien qué hacer. O sí, pero no da el resultado que esperábamos. El tiempo pasa, las canas crecen, las hojas caen, se derraman las lágrimas.

Miércoles, 08/04/2020; sin MEC, día 37; Paréntesis, Página 38.


  

Fernando,
Abril, 2020

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