Comprar RELACIONES

Comprar RELACIONES

viernes, 30 de julio de 2021

La tranquilidad

 



De uno de los antiguos pueblos francos que habitaban la Germania inferior

ley sálica

1. f. ley que excluía del trono de Francia a las mujeres y sus descendientes. Se introdujo en España después del establecimiento de la casa de Borbón, pero fue derogada en 1830

 

En lo que sería su última semana en los dominios del rey Petrus, Conrado tuvo una visión que le valdría su fama de mago –pero sería, también, su perdición–: cansado de ser vasallo, desafió al rey con un artilugio que había aprendido de su padre, también llamado Conrado. Le ofreció al rey una manzana, y le dijo que antes de que se pudriera, él vencería a vándalos y alanos, que asediaban la ciudad. De lograrlo, el rey lo nombraría caballero y pasaría a ser propietario de las tierras que labraba. Pero si no lo conseguía, dijo el rey, Conrado entregaría todas sus pertenencias, su mujer y sus hijos, y marcharía al oriente para luchar con los sarracenos.

El rey, sabedor de sus ventajas, aceptó el desafío, a condición de que él mismo lo acompañara en su periplo como su escudero. Conrado quedó algo atónito, ya que no esperaba esta reacción del soberano. Luego de mesarse las barbas un buen rato, pero antes de provocar la impaciencia del monarca, dijo que aceptaba; que a la mañana siguiente, después de laudes, se presentarían al sínodo y, si los obispos no reconocían a Petrus, quedaría sellado el pacto. Pero si lo descubrían, entonces Conrado ganaría su libertad y sería nombrado caballero.

El rey supo así que Conrado era más astuto de lo que había imaginado, de modo que le pidió algo de tiempo para responder, y se retiró a su dormitorio a meditar. Pasado un buen rato, escuchó la voz de sus ancestros que venía de lo más lejano de sus recuerdos. No te dejes embaucar por un vasallo, le decían, tienes que tener un plan para quedarte con las tierras de este innoble. Esta noche, luego de maitines, tendrás la respuesta en sueños. Para que esta visión se produzca, deberás beber vino con moderación. De lo contrario, el sueño será tan confuso que no lograrás distinguirlo de la realidad.

Petrus quedó consternado, y se cuidó muy bien de no beber más que una copa de vino en la cena. 

 

 Al amanecer, como habían pactado, vestidos de negro, Conrado y Petrus se presentaron al sínodo para ofrecer en guarda una manzana. Conrado explicó que había prometido al rey luchar contra los invasores para defender la provincia Secunda, y que regresaría victorioso antes de que la manzana entrara en decadencia. Si cumplía, sería nombrado caballero y pasaría a ser propietario de las tierras que habitaba junto a su familia.

-                                -                ¿No es así, escudero?,  preguntó de pronto a Petrus.

Siendo que pasaban los minutos y el interrogado no abría la boca, Conrado le exigió que respondiera. Acorralado, Petrus confirmó las palabras de su amo, pero alteró la voz para no ser reconocido por los obispos. Cuando terminó de hablar, se produjo un silencio en el que el obispo mayor –de larga y blanca barba que le llegaba al pecho, coronado con su Mitra en señal de que llevaba la ciencia de los dos Testamentos– meditó sobre lo que acababa de ocurrir.

-          ¿Cómo es que venís así –preguntó al cabo– sin carta del rey que confirme vuestros dichos?

Los hombres se miraron, dubitando. 

-          Su excelencia, –dijo al fin Petrus– no osaríamos molestaros si no tuviésemos la palabra del rey, que es un hombre justo.

-          No lo dudo, señor; como no dudo, entonces, que lograréis que su majestad os entregue una carta con su sello. Tenéis hasta tercia para traerla. El hermano Gabriel habrá de acompañaros para que no perdáis tiempo: no bien el rey ponga el sello en el lacre, él cabalgará hasta aquí con la nota y vosotros podréis partir a defender la Germania Inferior del ataque de los vándalos.

 

El carruaje que conducía a Conrado, Petrus y al hermano Gabriel, luego de atravesar un bosquecillo de hayas, se detuvo de pronto. Los caballos parecían exhaustos, el cochero gritaba a voz en cuello cosas incomprensibles, al tiempo que un druida, de larguísima barba gris salía al encuentro de los viajeros. 

-          ¡Deteneos!, ordenó el druida.

El carruaje quedó inmóvil, los caballos se calmaron y calló el cochero alienado.

-          ¿Quiénes sois, y por qué venís aquí?

Los viajeros se presentaron, y explicaron que marchaban al castillo del rey Petrus, para que éste confirmara de puño y letra al sínodo la misión encomendada a Conrado. Que no contaban con mucho tiempo, ya que debían recorrer aún varias leguas, y regresar ante el concejo al dar tercia. Agitó el druida su interminable barba con sus envejecidas manos. 

-          ¡Mirad!, ordenó, a la sagrada familia que os observa desde lo alto. Ellos os juzgarán cuando llegue el momento. Pero como habéis profanado estas tierras, debéis cumplir con un ritual: os haré a cada uno una pregunta, que debéis responder con acierto, y de no ser así, quedaréis por siempre vagando en estos bosques.

Antes de que pudieran salir del asombro y presentar reparos, el druida miró a Conrado directo a los ojos. La mirada era tensa, y por más que quería, no era capaz de desviar los ojos. Al cabo de un tiempo que no pudo precisar, Conrado escuchó su pregunta:

-          A ver, tú, dime: ¿cómo es posible que lo que llamamos día contenga, a la vez, la noche?

Sin darle oportunidad a responder, se dirigió el druida a Petrus.

-          Tú, escudero, responde: ¿cómo es que llamamos vida a lo que nos conducirá, sin excepción, a la muerte?

Y antes de que Petrus pudiese siquiera parpadear, se dirigió el clérigo.

-          Dime, monje, cómo es que llamáis único a un Dios que es, al mismo tiempo, carne y espíritu?

 

A la Hora de la Misericordia, el rey Petrus fue depuesto y muerto en la hoguera, acusado de hechicería. El hermano Gabriel desapareció en el bosquecillo y nunca más fue visto. Conrado, por su parte, alcanzó su objetivo de ser nombrado caballero, pues logró regresar al sínodo antes de que la manzana se pudriera. Nunca quedó claro cómo lo logró. Pero sus descendientes, ofuscados por la crueldad con la que se comportaba, abandonaron la provincia, y lo dejaron en la más absoluta soledad. Se sabe que cada noche, después de completas, Conrado deambulaba por su castillo gritando cosas incomprensibles.  

 


Fernando

Julio, MMXXI

No hay comentarios:

Entrada destacada

Inteligencia Artificial

¡Hola! Soy el robot, ¿cómo estás? ¿Cómo puedo ayudarte esta mañana? Tengo un sinnúmero de funciones entre las que se pueden contar ayuda fi...