Jazmín recibió a Muriel y Ángela a la hora exacta que habían convenido. Cuando entraron, el lugar estaba impregnado por la sensación increíblemente tensa del agua un instante antes de bullir, hasta que de pronto las narices fueron abofeteadas por el estallido del aroma del café al empezar a colarse, por un lado, y el pan tostándose hasta el punto justo de crispación y tibieza para derretir suavemente un quesillo de pasta blanda preparado con leche de cabra y aromatizado con orégano fresco. Saludó a sus visitantes, que no salían del asombro por la recepción, y les pidió que disfrutaran del desayuno sin hablar del tema de la reunión. Mientras el café terminaba de colarse, exprimió naranjas, y sirvió el jugo junto con una jarra de agua fresca, y trajo además un pote con un dulce que había preparado para la ocasión.
Cuando terminaron de desayunar, Jazmín las invitó a pasear en su pequeño tílburi, y Ángela y Muriel dijeron que sí, entre divertidas e intrigadas. Jazmín se mantuvo en silencio todo el tiempo que demandó enganchar el caballo al carruaje, y aún varios kilómetros después de haber comenzado el paseo. Las dos chicas respetaron, como pudieron, esta situación, y no dijeron más que comentarios sobre lo hermoso del día, o lo grande que estaba el bosque cercano al arroyo. Sólo cuando llegaron cerca de la profunda cascada al final del bosque, Jazmín juzgó que estaban en condiciones de conversar.
- Bueno, mis niñas, ¿en qué han pensado en estos días?
- Muriel y yo pensamos que no cabe duda de que hay un plan enorme para acabar con la sociedad mixta que hemos conocido desde siempre. De ninguna manera puede ser casual que dejen de nacer hombres, y mucho menos que la primera expedición que se envió para divulgar el conocimiento adquirido para modificar los embriones haya sufrido un accidente. Bien al contrario, estamos convencidas de que fue un accidente. Y creemos que de ninguna manera debemos hacer zarpar el barco porque va a ocurrir una catástrofe.
- Bien, muy bien. ¿Y qué más han pensado?
- Que entendemos que este es el comienzo de nuestra huida de Villa Trigales, y que de alguna manera, en estos días que no nos hemos visto, las fórmulas y estudios para la modificación de los embarazos están ocultos en las proximidades de este bosque, y que nos va la vida en cuidarlos porque ya no somos bienvenidas, ni en nuestro propio CDI, y seguramente en ninguno de los alrededores. Que este es el inicio de nuestro viaje hacia un mundo hostil, y que a partir de este minuto ya no podemos confiar más que en nosotras, y próximamente en nuestra descendencia.
Se abrazaron las tres, y lloraron un buen rato, aunque cualquier observador podría haber creído, también, que reían, ya que el ruido de la cascada en las piedras tapaba cualquier sollozo, como habría tapado antes las voces que, por otra parte, jamás existieron ya que solamente hubo movimiento de labios para que las otras pudieran leer esos movimientos.
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