Querido lector desprevenido,
Aquí estamos de nuevo para informar sobre la aparición del libro Relaciones, en formatos digitales. Luego de un año que ha sido más que difícil, salimos a la palestra con nueva edición, esta vez totalmente casera: en efecto, la realización, registro y conversión al formato digital está hecha por el mismísimo autor. Molido a la vista, como diría una vieja marca de café.
Como todo en esta vida, algunas cosas que nos parecían imposibles resultan accesibles, al tiempo que otras que pensamos sencillas nos complican la vida. Espero que con el tiempo pueda mejorar mi arte de editor digital. Por lo momento, aquí se lanza la primera versión como EPUB, MOBI o PDF, el que prefieras.
Para encargarlo, por favor escribir a FeberBooks@protonmail.com y arreglamos por ahí el medio de pago y el envío.
Desde ya muchas gracias por estar ahí leyendo todos estos años, y aquí dejo un fragmento de uno de los cuentos.
Memoria del deseo
Miércoles 14 de junio
El espejo me dice que tendría que haber dormido más, tomado menos, las dos cosas. El espejo es cruel porque da vuelta la visión. Nos muestra lo que no podemos ver de nosotros.
Jueves 15
La última vez que vi a Loreta fue uno o dos meses antes de que ella se fuera a trabajar a Francia, hace ya veinte años. Me río porque supongo que la última vez que la vi ella estaba enamorada de mí y yo de su mejor amiga, pero no mucho, porque ya no me acuerdo del nombre. La piba tenía un look particular: pelo grasiento, pulóver peruano eterno, morral, un cigarrillo negro perenne entre los labios, olor a porro prensado. Salimos algunas veces. Discutimos, cada vez, de todos los temas. Ella decía que yo era yuppi aunque me esforzara por no parecerlo. Como un negro de alma, vos decís, le decía yo. ¿Te das cuenta?, decía ella y soplaba con fuerza y llenaba todo de humo y de olor a tabaco.
Sábado 24
Casi no recuerdo todo lo que ha pasado en los veinte años desde aquella vez. Pero ¿qué importancia puede tener? En el medio de la vida, cuando se tienen treinta y pico o cuarenta, uno o dos años no hacen a la cosa, como sí cuando tenés dos u ochenta. Supongo que los cambios a esta altura del partido son más de madurez intelectual, o psicológica, si se quiere. En fin, ¿será un momento para filosofar?
Sábado 8
Nunca entendí qué las unía a Loreta y a ella, tan distintas. Pero como la amistad es el arte de combinar los sonidos en el tiempo, imagino que ellas habían dado en la tecla para lograr esa melodía, ritmo, armonía, no exenta de contratiempos. Una de las veces que nos vimos fue porque estaban peleadas. Ya te contará, me respondió cuando le pregunté por qué. Nunca me enteré. Ni por parte de ella ni de Loreta. Tampoco es que me importara demasiado, las amistades están hechas de contrastes, de bordes filosos, de tramas urdidas con hilos gruesos. Sin ir más lejos, ahora estoy en casa de Lauri porque discutí con Fer. Y aunque en una semana o dos todo vaya a volver a la normalidad, en este momento parece como que el distanciamiento es para siempre. Todas las cosas, mientras están pasando, son imposibles. Insoportables. Por eso es más fácil hablar en pasado. Hay más pasados que presentes: perfecto, más que perfecto, indefinido. Y es claro, lo que está ocurriendo en este momento no se sabe bien si es bueno o malo. Se puede ir disfrutando de una mañana soleada andando en bicicleta, sin más preocupaciones que renovar el protector por el sol que da en la cara, la brisa, dejar de pedalear si se siente demasiado cansancio, y de pronto ¡pum!, un pozo, la rueda que se clava, el cuerpo que sale por los aires y se cae contra el cordón de la vereda, dos vertebras rotas, parálisis, una vida estropeada. Por eso es más fácil hablar en pasado. Porque el presente es como caminar por una cuerda, de un momento a otro se puede perder el equilibrio, caer al vacío. Eso me dijo ella aquella vez, y creo, ahora, en medio de una situación similar tanto tiempo después, que tenía razón. ¿Cómo saber, en este mismo momento, qué le pasa a Fer?
Bueno, hasta acá llegamos. Aguardo tu mensaje.
¡Salud!
Fernando
Enero, MMXXI
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