Hace poco más de un año, el mundo era bastante diferente: volvíamos
de vacaciones, había cortes de luz por la ola de calor, los docentes pedían
apertura de paritarias y el peronismo comenzaba su proceso de unidad. También nos encontrábamos con la sorpresa de que una
planta que parecía un yuyo, resultó ser una de tomates. Las semillas que dije
que iba a guardar no germinaron, como tampoco las que usé de los tomates
comprados, según queda dicho en la nota anterior.
Pues bien, he aquí la planta de tomate que creció sin
plantar. También hay lechuga, es cierto, que sí planté. Y que ya comí, junto
con rúcula y albahaca que viven en el departamento de enfrente. El sabor y el
olor que tienen son increíbles. Uno se queda pensando en todas las porquerías
que nos hacen comer.
También pienso en todo el trabajo que lleva hacer crecer
estas plantas, y el trabajo que lleva hacer crecer las que no se plantan,
porque la verdad es que si quisiera hacer una ensalada de mi propia huerta, no
me alcanzarían las hojas. Salvo la albahaca, que crece y crece, a las otras les
cuesta más. No sé si será por el sol (mucho o poco), por la tierra, o qué otra
cosa. Así que me dedico a los tomates, que parece que una vez que arrancan, van
solos. Hoy les hice un cambio de escenario, y les puse por detrás un pallet
para atarlo con uno hilo sisal así no se caen, y no para que no se escapen como
podría pensar el lector desprevenido.
Albahaca - Rúcula |
Tal vez planté semillas de ensalada, chi lo sá!
Tal vez este patio esté predestinado a dar tomates. Un patio tomatero, podríamos decir.
Tal vez este patio esté predestinado a dar tomates. Un patio tomatero, podríamos decir.
Fernando
Abril, MMXX
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