En la segunda parte de esta serie (Una elipsis ya pronto serás II) analizamos el cuento "Pájaros en la boca" y decíamos que hacía sistema con el siguiente libro de Samanta Schweblin, Siete casas vacías.
Seguidamente, presentamos la tercera (o segunda, si consideramos el artículo anterior como más académico que el primero) parte de este trabajo, y que dejaré como Parte II ya que la primera versión fue un simple esbozo de lo que luego vendría, algo así como una presentación.
Espero puedan seguir disfrutando de Samanta, y que la lean a ella antes que a mí.
PARTE II
Siete casas vacías
Decíamos
al comienzo que el cuento “Pájaros en la boca” se relaciona con el libro Siete casas vacías[1]
en tanto que coinciden en el uso del principal recurso al que apela la
autora: la elipsis; pero también, y fundamentalmente, que marca una evolución
en la escritura, en tanto que el procedimiento está más al servicio de la
construcción de los personajes y en la relación autor / lector.
En
“Pájaros en la boca” la elipsis está en función de la trama, y genera en el
lector una cantidad de preguntas y evaluaciones que llevan al lector hacía el
adentro (el plano de la historia, es decir, el discurso en la poesía) desde el
afuera (el plano del lector, el discurso en la vida). Para ello, se vale de
poner en primer lugar, o en la zona más iluminada, la relación entre Sara y su
padre, y nos lleva a ver cómo este personaje va cambiando para poder hacerse
cargo de la nueva relación que establecerá con su hija.
Entonces,
como resumen, notamos que el lector de “Pájaros en la boca” va del afuera hacia
el adentro, ve las cosas con sus propios
ojos.
De
Siete casas vacías queremos rescatar
el cuento “La respiración cavernaria”, en primer lugar, y hacer una mención
breve a “Pasa siempre en esta casa”.
DESPERTAR, INEVITABLEMENTE
En
este cuento, el narrador está enfocado en la protagonista, Lola, y mantiene su
punto de vista a lo largo de todo el relato. Aquí, más que apelar a las
evaluaciones que el lector puede hacer (como en “Pájaros en la boca”), el
cuento induce al lector a identificarse con las evaluaciones de Lola, para luego
hacerle cambiar totalmente su apreciación. Es decir que el lector hace un
camino inverso al de “Pájaros…”: va del adentro (la poesía) al afuera (la
vida).
El
principio de construcción sigue siendo el mismo, la elipsis, pero aquí tiene un
giro interesante: se pone por delante a un personaje muy poderoso, que tiene
todo acomodado y seguro, con un plan perfecto para cumplir sus objetivos; así, se
induce al lector a empatizar con la visión de Lola, al tiempo que dejar en
suspenso la evaluación que hace de las situaciones a las que asiste, que podrán
ser coincidentes o divergentes con las de Lola. Lo que es indudable es que, a
partir de la muerte del esposo de Lola, el lector ve cómo todo el esquema que
había montado (fuera a favor o en contra) se cae estrepitosamente, y a partir
de ahí, entonces, la lectura y las evaluaciones cambian por completo.
La
estrategia narrativa de “La respiración …”, entendemos, da un paso en relación
con “Pájaros … “ en el sentido de que en este es más notorio el rol del lector
con lo que pone desde su afuera; mientras que en “La respiración … “ el lector
empieza desde adentro del personaje, está inmerso en la psicología de Lola (y
por lo tanto, no ve las cosas según su visión, sino que ve por los ojos de
Lola) para luego tener que salir. Ha caído en la red de esta elipsis en su
momento álgido.
Entendemos
que hay, eso sí, un vaso comunicante temático entre ambos cuentos, ya que los
dos protagonistas toman decisiones importantes a partir del mundo de la
publicidad: en efecto, mientras que el papá de Sara pasa largos ratos en el
supermercado (para decidir sobre los productos que va a buscar, pero más que
nada para pensar), así también Lola dedica largas horas a fundamentar sus
compras sentada frente al televisor, y así confeccionar la lista del
supermercado para darle a su marido:
Comían
productos sanos, elegidos atentamente por Lola frente al televisor. Todo lo que
desayunaban, almorzaban o cenaban había tenido alguna vez su publicidad
anunciando vitaminas, bajas calorías o ausencia de ingredientes transgénicos[2]
Por
último, digamos que estos personajes juegan un juego de opuestos: el padre de
Sara va a pensar al súper; Lola, en cambio, no quiere volver a un supermercado.
Y en este juego, ambos están buscando cómo llevar adelante una relación, ese es
el punto de contacto. La divergencia se nota en el destino: mientras que
“Pájaros en la boca” nos cuenta el futuro de la relación (el comienzo in media
res nos dice que lo que pasó antes no es tan importante); en “La respiración
cavernaria” la utilización del recurso inverso, in extrema res, nos dice,
justamente, que lo que pasó es determinante para esa relación a la que
asistimos.
Podríamos
pensar que también se habla del futuro de la relación entre Lola y su esposo,
pero eso ya no es de este mundo.
LO ÚNICO QUE QUIERE SU MUJER
Para
finalizar esta sección, veremos el cuento “Pasa siempre en esta casa”, [3]en
virtud de que es otra forma de utilizar la elipsis: esta vez, con un narrador
en primera persona, en presente. Este detalle, el uso del presente, hace que el
lector no sepa muy bien dónde situarse, si en la vida o en la poesía, si va de
afuera a adentro o hace el camino inverso. Máxime cuando desde el inicio, la
narradora dice que “las cosas suceden siempre en el mismo orden, incluso las
más insólitas” (Pág. 39). Y enseguida, introduce lo que cree el hijo, que dice
que “esto es algo de locos” (Pág. 40). Ya está, entonces, el lector en un
tembladeral: Un señor que va a buscar a la casa de la vecina la ropa del hijo
muerto que su esposa tira por encima de la medianera.
La
situación de incertidumbre sobre lo que va a ocurrir se acrecienta a cada
línea. Y entonces, notamos que el uso del presente cumple una función acaso más
importante que la elipsis: en efecto, además de no saber exactamente lo que
ocurre en la casa de Weimer, el lector se encuentra con que no sabe qué es lo
que va a pasar, adónde va la historia. Y esto es así porque el presente es el
tiempo de las sensaciones, de las percepciones. No hay distancia entre lo que
el narrador cuenta y los hechos, y en consecuencia, es muy difícil determinar
cómo se los debe evaluar[4].
El
que cuenta no sabe lo que va a suceder, es decir, lo que va a encontrar … un
narrador que tiende al presente y cuenta los hechos mientras suceden sin darles
el sentido que tendrán en el futuro.[5]
Es
lo que ocurre en “Pasa siempre en esta casa”: la narradora nos sitúa en una de las
vueltas de algo que aparece como cíclico (dicho desde el título mismo). Pero no
sabemos, en tanto que lectores, cuál es el ciclo, de donde viene ni adónde va.
Esa distancia entre lo vivido y lo narrado está borrada, y entonces tenemos que
el cuento está en el plano de las puras emociones, de las cosas que se
experimentan por primera vez.
Por
eso el final es tan abierto, porque esta manera de contar nos deja sin final,
pero nos pone frente a una situación casi de ensueño, porque como decía Walter
Benjamin, “si se puede reproducir una historia preservándola de las
explicaciones, ya se logró la mitad del arte de narrar”.[6]
RESUMEN FINAL
Hemos
visto, entonces, tres cuentos de Samanta Schweblin con la intención de mostrar
cómo se puede contar sin decir (showing, instead of telling), y de qué forma el
principio de construcción nos lleva a plantearnos qué es lo que no se dice para
que estos personajes se comporten de la manera en que lo hacen.
Todos
estos personajes tienen en común el hecho de estar en el medio de un conflicto,
o de una situación de la que no saben bien cómo salir. Vemos que en el cuento
“Pájaros en la boca”, así como en “La respiración cavernaria”, se narra en
pasado, y aunque hay menciones hacia lo que ocurrirá (en el final de la escalera
o en el abismo de la luz), lo importante es lo que ha ocurrido, ya sea para
tomar como puntapié inicial en el caso del padre de Sara, ya para que sepamos
por qué Lola devino en una mala persona.
Luego,
vimos “Siempre pasa en esta casa”, con la intención de mostrar otra manera de
generar un oscurecimiento de las formas, un tener que volver a leer –e incluso
dejar en suspenso la lectura para más adelante– para tener una mejor evaluación
de los relatos. En este último caso, además, vimos cómo el uso del presente
contribuye a esta suspensión de la opinión, en tanto que los hechos que se
cuentan están ahí mismo, a la vista del lector, casi como si se tratara de una
obra de teatro.
En
resumen, Samanta hace de lo no dicho su lugar en el mundo, nos deja pensando cada
vez qué pudo haber pasado, por qué las cosas se dieron así y no de otra manera,
cómo es que una persona puede llegar a una situación determinada.
Nos
lleva, en definitiva, a un viaje desde el discurso en la poesía a reflexionar
sobre la vida.
[2]
SCHWEBLIN, SAMANTA; “La respiración cavernaria”,
en Siete casas vacías; Páginas de espuma; Buenos Aires; 2015; Päg.
48. (Aquí se retoma la importancia de los medios de comunicación
en la vida de la gente, tema que habíamos mencionado, como al pasar, en el análisis de “Pájaros en la boca” –ver
Pág.
11–)
[3]
SCHWEBLIN, SAMANTA; Siete casas vacías; Buenos Aires; 2015
[4]
Tomado del curso De la idea al relato; dictado
por Hugo Correa en el MALBA, Clase 3: “El narrador y el tiempo”
(2015)
[5]
PIGLIA, RICARDO; Los diarios de Emilio
Renzi; Buenos Aires; 2015; Päg. 150
[6]
BENJAMIN, WALTER; Cuadernos de un
pensamiento; Buenos Aires; 1992; Pág. 151
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