Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
(De El juego en
que andamos, 1961)
“EL JUEGO EN QUE
ANDAMOS” es un poema que tiene como principio de construcción la
repetición, y esto puede verse en cuatro elementos principales:
1.
Reiteración del primer verso en las primeras tres
estrofas (epítome)
2.
El uso reiterado de otra figura retórica: el oxímoron.
3.
Tiempo verbal: el uso reiterado del potencial
4.
Gramatical: el uso reiterado de pronombres
demostrativos
Veremos seguidamente
cada una de ellas.
En esta primera
lectura vemos que hay un yo a quien le
han quitado la posibilidad de elegir, y que pide insistentemente tener la
posibilidad de hacerlo. Esta insistencia hace que el lector se pregunte, todo
el tiempo, por qué. La forma influye en la lectura, ya que provoca una
repetición.[1]
A continuación del
verso inicial (reiterado) de cada estrofa, encontramos los deseos del yo
planteados de forma contradictoria: la salud de la enfermedad, la dicha de la
infelicidad llevan nuevamente a la sorpresa, y otra vez a preguntarse cómo
puede la dicha ser infeliz, cómo se puede amar con odio.
Luego, el uso del
potencial al inicio de cada verso es lo que da la idea de imposibilidad a los
pedidos del yo: “si me dieran a elegir, yo elegiría”, lo que nos pone frente a
una situación de oscurecimiento de la forma: ¿qué pasa que no puede elegir?
¿Quiénes son los que tienen la capacidad de permitir la elección –“si me dieran
a elegir” –? ¿Por qué las elecciones posibles son todas contradictorias: salud
/ enfermedad, dicha / infelicidad, inocencia / no inocencia, pureza/impureza,
amor/odio, esperanza/desesperanza?
Por último, todas
estas contradicciones son muy cercanas al yo, ya que las menciona con el
pronombre demostrativo este / esta, que indican proximidad del objeto con el
hablante; y que aquí podemos entender como situaciones que están en el ámbito
de lo personal del yo poético, de cosas que anhela y que quiere con ansia.
Y esto se ve
reforzado en la última estrofa, donde, vehemente, el yo les dice a estos que no
lo dejan elegir que se jugará la muerte por lograrlo.
Porque, ¿cuál es,
si no, el juego en que andamos? Es un juego de
palabras, un juego de contradicciones, un juego de jugarse por la libertad, por
la vida, por el amor. De jugarse la vida por eso, en definitiva, los grandes
temas que ocupan a las personas desde siempre. Vivir de la mejor manera posible
entre tanta imposibilidad, es, a nuestro entender, “el juego en que andamos”.
[1] “La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como
visión y no como reconocimiento: los procedimientos del arte son el de la
singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en
aumentar la dificultad y la duración de la percepción”, SHKLOVSKI, VICTOR; El arte como artificio Pág. 60
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