Desandando
caminos
Vuelvo
sobre mis pasos, ya que pasé este camino lateral y me di cuenta, después de un
rato, que a veces está bueno entrar en los pueblitos por los que generalmente
uno pasa de largo.
Veo,
después de la polvareda de los varios kilómetros de tierra que toma llegar
hasta el pueblo, una plaza surrealista, una iglesia patas arriba, una
comisaría custodiada por los presos y un dispensario donde todas las
enfermedades se curan con besos y abrazos y caricias. En las escuelas, se
enseña primero la poesía y después la matemática, solamente para poder medir
los versos. Y a los que no les sale la poesía, no importa, se los pone a
escribir en prosa, prosemas, meopas o pameos. Lo importante es que escriban.
Otros, solamente cuentan sueños que han tenido, o que han inventado, si es que
son bellos ¿qué imiporta? ¿Cuántas veces hemos dicho "anoche sonñé
contigo" aunque no fuera cierto, sino un simple "sueño" en su
acepción de deseo?
Entonces
bajo de la moto, y me quedo en un banco de la plaza a acariciar un dragón que
me imagina a mí sentado ahí, que le toco la nunca despacito mientras él arquea
el lomo y estornuda dos o tres veces rapidito de puro placer. Y cuando ya no me
imagina más, vuelvo a montar la moto y me bajo en un tren repleto de gente que
va solamente para volver, para meterse en su máquina de soñar una realidad más
blanda, mas suave, más acariciante y más estimulante que esa que les toca de 6
a 21:00, de lunes a viernes, de enero a diciembre.
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