Comprar RELACIONES

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martes, 12 de marzo de 2013

Je suis desolèe


   Trescientas veces fuimos a buscar el pedido, y otras tantas nos volvimos con las manos vacío.
    Entrenamos perros para que cuidaran el puesto en caso de que fuera. 
    Pero los espectros lumínicos no entienden razones, y prefieren escuchar la radio.
    Bastantes problemas se han resuelto por casualidad. Este, no.
    Las insignias llegaron en falsa escuadra, con dos o tres miles de moléculas polutas que seguramente representaban algunos de los noventa y dos elementos. Alguien sugirió pedir pizza a la piedra, y alguien dijo que era buena idea. La piedra no respondió, y nos quedamos con hambre.
    Otra vez la sensación de no haber llegado adonde queríamos, por culpa de unas manos vacío. Un espacio lleno de polvo. Un encuentro a deshoras en un lugar insólito.


    Los reptiles y las ratas no se llevan bien, eso es más que notorio. Sin embargo, no es necesario darse cuenta que desde un punto de vista de mantenimiento de las especies, la relación entre alimento y comedor hace que se cuajen perfecto.
Un hijo es un hijo en cualquier parte, menos cuando se hace padre. Revisamos las funciones pulsares y recorrimos el camino inverso para descubrir que el hijo es padre siempre que haya hijo, y no al revés.
    
    Nos quedamos discurriendo sinceridades entre vaso y vaso, algunos dijeron que podíamos pedir pizza. Nadie secundó la moción, y otra vez, nos quedamos con hambre, con el solo sentimiento escurrido de que íbamos con las manos vació.

    Un encuentro a deshoras puede ser, según se vea, un desencuentro exacto, perfecto, redondito. Tantas veces se han quedado trabados los engranajes de los relojes que no quisimos saber más de filatelia o numismática. Ellos sabrán, dijeron, sin salirse de lo establecido por las costumbres. Pero, consuetudinariamente, resultaron en empate los dos encuentros programados para esa tarde de domingo, que había estado algo más fresca que lo pronosticado, y el pasto se quedó resbalando bajo los zapatos deportivos un buen rato, hasta que alguien dijo que mejor sería comer algo. Pero no pedimos pizza. Al menos, yo me excusé de hacerlo.


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